Sigo sin comprender por qué el primer ministro griego Alexis Tsipras realizó un referéndum para decidir si aceptaban o no las reglas que le imponía la Unión Europea. Tsipras apelaba a la dignidad del pueblo griego contra los macro intereses europeos.

Tanto lo dijo en prensa, radio y televisión que terminó por creérselo. O no. Tal vez era una estrategia —sin pies ni cabeza— una vencida a Alemania o, mejor dicho a Aleuropa —los amos del continente—. Sin embargo, el tiro le salió por la culata. En el momento en que venció el “no” y con ello, la salida del euro, Alemania y Angela Merkel a la cabeza llamó al joven imberbe Tsipras para darle un jalón de orejas y decirle que con ellos no se juega. Tanto impacto tuvieron las palabras de Merkel que el gobierno populista griego tuvo no sólo que ceder sino aceptar concesiones aún más estrictas e imposibles de cumplir con respecto a lo que planteaban los países de la Unión.

La conclusión es que ahora los griegos están en un serio problema. Para intentar arreglar un país en bancarrota no les va a quedar más remedio que endurecer su política económica a un grado tal que podría haber elecciones anticipadas. Sin embargo, eso no es lo más importante; lo importante es que se golpea a una sociedad depauperada como la griega, que es un caldo de cultivo ya abonado para un estallido social nada impensable.

Sin embargo, si no hubiera aceptado las exigencias europeas habría sido mucho peor. Una salida de euro y una vuelta al dracma dejarían a la moneda a la mitad de su valor, se dispararía el desempleo y Grecia jamás se recuperaría. Además, la vuelta del dracma hubiera supuesto no pagar nunca más la deuda a los acreedores como España que, le ha prestado ya 30 mil millones de dólares, un 2.5% de PIB español.

Como alguna vez he escrito, la Unión Europea no existe; realmente nunca ha existido. Lo que hay es una lucha de fuerzas entre los países luteranos, encabezados por Alemania, y los católicos con Francia y las naciones ribereñas del sur de Europa. En esa lucha desesperada buscan sus propios intereses y, en ese sentido Alemania vence por goleada.

Este es el mito de David contra Goliat, sólo que en esta ocasión ha ganado Goliat, por mucho que el pequeño David luchó hasta la extenuación.

Una cosa más. Grecia ha sentado un precedente. No se ha salido del euro —todavía— pero los helenos han abierto un parteaguas. Si ellos han estado a punto de salirse y, de hecho, no es descartable, ¿por qué no podrían hacerlo otros países con España si ganaran los populista de la extrema izquierda? ¿Por qué no podría salirse Francia si venciera Marie Le Pen?.

El rompecabezas empieza a tener forma. Falta mucho, sin embargo, para terminar.

alberto.pelaezmontejos@gmail.com
Twitter @pelaez_alberto

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