La violencia, la corrupción y la ineficiencia gubernamental rondan en el país como aves de carroña. El aniversario de Ayotzinapa ha colocado en el centro del escenario a un movimiento que desnuda a un gobierno incapaz que insiste en mantener las zonas de impunidad; también muestra a un presidente descolocado que no puede conectarse con los padres de familia. Ya sabemos que en la política es fundamental establecer un vínculo emocional con los interlocutores. Peña fracasó de nuevo con los padres de los normalistas, no pudo conectarse. Quizá sólo había que reconocer —con un poco de humildad—, los errores. Por eso cuando les dijo, “estamos del mismo lado”, nadie le creyó. El gobierno de Peña insiste en su versión, considera que ha hecho las cosas muy bien, pero lo cierto es que hay un batidero: a un año hay 111 detenidos, pero ningún sentenciado (EL UNIVERSAL, 26/IX/2015).

Para hacer políticas públicas eficientes se necesita no sólo información, datos que alimenten los diagnósticos de lo que pasa, pero también se necesita saber lo que percibe y quiere la sociedad. El tema de estos días sigue el pulso de una violencia que no termina. En Ayotzinapa el crimen organizado mantiene un alto nivel de violencia. Hay territorios enteros del país que están bajo el azote de la narcoviolencia, hay al menos 30 municipios en Veracruz en esta condición (Reforma, 25/IX/2015). Por estas evidencias no es sorpresivo saber que la percepción sobre la violencia en el país sigue muy alta. Casi 6 de cada diez personas (56 por ciento) consideran que la violencia relacionada con el narco ha aumentado; una mayoría de 72 por ciento considera que los que ganan la guerra son los narcotraficantes (EL UNIVERSAL, 22/IX/2015). La desconexión del gobierno con el problema es tan grave que Peña decidió nombrar a Arturo Escobar para prevenir el delito, un político impresentable.

El factor internacional es una presión que crece para que el gobierno mexicano haga su trabajo en el caso de los 43 normalistas. Sin duda, la propuesta de Peña frente a los padres de familia no logró resultados, porque los familiares y el presidente están en dos universos que no se tocan. La salida era seguir con las recomendaciones del grupo de expertos, pero para eso se necesita sensibilidad política, es decir, un ingrediente básico que no hubo para construir una solución de justicia. Hubo dos mundos: los padres piden un reconocimiento público, aceptación de las recomendaciones, atención inmediata, dignidad, acciones directas frente a la crisis de derechos humanos y violencia. El mundo del gobierno ofreció seguir con la investigación y no dar por cerrado el caso, incorporación de recomendaciones internacionales, implementar mecanismos de atención a los afectados y ver qué es viable de las peticiones. En suma, una demanda de dignidad, hartazgo y reconocimiento frente a una cara burocrática, insensible, con expresiones de rutina. Dos mundos desconectados.

El resultado de esa reunión me recuerda los fallidos encuentros del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad con las autoridades, legisladores, presidente y candidatos, y me queda la misma impresión, existe una incapacidad en la clase política para conectarse con el mundo real de los ciudadanos; la distancia se agrava cuando se trata de demandas de justicia y dignidad. En aquella ocasión se logró una ley de víctimas cuyos resultados han sido un fracaso. Hoy el peregrinaje de los padres de los 43 normalistas lleva un año con su demanda de justicia.

Acaban de salir los resultados del estudio de Latinobarómetro 2015 y ya no es una sorpresa que en materia de satisfacción democrática sigamos en el último lugar en América Latina, sólo 19 por ciento está satisfecho, el promedio de la región es de 37 por ciento, mientras los países más altos rondan el 70 por ciento, como Uruguay. Ya no hay sorpresa porque ahí están a la vista las razones para entender qué le ha pasa a México con una democracia cada vez más desconectada de los ciudadanos. Frente a la incapacidad de los diferentes gobiernos para combatir la violencia y la corrupción, crecen la memoria social y la desconexión. Por eso, como se dice sobre el 2 de octubre, también lo decimos sobre el 26 de septiembre, no se olvida…

Investigador del CIESAS.

@AzizNassif

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