Así como el personaje del libro, un tal Muñoz, que entra a una Iglesia y tiene una serie de revelaciones, el escritor L. M. Oliveira, entró a una iglesia de Serbia y se le reveló la idea de contar un cuerpo de historias que conforman su nuevo libro El mismo polvo (Dharma Books, 2021) que ocurren como relatos protagonizados por el mismo personaje y que pueden leerse como historias separadas, pero también que juntos conforman una novela que habla de los dilemas y las revelaciones que a lo largo de su vida enfrentan los seres humanos.

La infidelidad, la paz, la felicidad, la muerte, la violencia y las tragedias ambientales son algunos de los temas que Oliveira explora en este libro “Borgiano”, que abreva de “El Aleph” de Jorge Luis Borges, del testigo que ve lo que ocurre y lo cuenta.

“Yo estaba de viaje en Serbia y entré a la iglesia a la que entra este personaje, y se me reveló, se podría decir, la estructura del libro, obviamente no los cuentos tal cual, obviamente no lo que sucede, pero si se me reveló esta idea de contar un libro a partir de la revelación que tiene alguien que entra a una Iglesia y ve cosas, pero además tenía yo otra idea, que en este caso es ‘La revelación de las sombras’, como se llama el primer cuento; es decir, se me revelaron las sombras humanas, la oscuridad humana”, señala el narrador y ensayista.

Dice que en toda Iglesia uno puede ver la esperanza y el amor, por ejemplo en Jesucristo, y la idea de que él vino a salvarnos, pero también se puede ver la otra cara de la moneda, que es toda la crueldad que hay en el mundo; a Jesucristo lo torturan y lo crucifican; o el dolor que enfrentan todos los Santos del santoral, que padecen torturas, dolor, hambre, frío, miedo, “y esa es también la historia que se cuenta en las iglesias”, afirma Oliveira.

Tras la revelación que tuvo en esa iglesia de Serbia, a L.M. Oliveira encontró los dos mecanismos por medio de los cuales iba a narrar el libro, que son, por un lado, el personaje principal que atestigua las sombras y ve todos los tiempos —atestigua los momentos de hace 2000 años cuando la Sagrada Familia huye a Egipto, atestigua también lo que sucede en el México colonial, pero también lo que sucede en el Himalaya, en Arizona y en la selva amazónica—; pero no todo es atestiguar, porque también siente los dolores de los personajes”, dice el narrador.

Ese mecanismo lo halló en “El Aleph” de Borges, porque Borges en ese cuento asegura: “vi tal cosa y vi tal otra cosa, es decir, ese vi que es con el que empiezan todos los cuentos, es borgiano”, afirma Oliveira. Reconoce, además, que el otro mecanismo que encontró, es el del dilema.

“Todos los personajes se enfrentan a un dilema, en cada uno de los relatos hay un dilema; y entonces con eso pues yo ya tenía la estructura del libro y los mecanismos para contar: ver cosas y enfrentar a los personajes a dilemas muy claros; a partir de ahí ya tenía la historia. Eso no me había pasado antes, es decir tener tan absolutamente clara la estructura de un libro, es una ventaja muy grande a la hora de escribir, porque entonces como te das cuenta pues ya tienes la unidad, hay una unidad no solo temática sino también sonora, el libro suena igual a cada página siendo que son relatos distintos”, afirma.

El origen de los relatos

El también autor de Bloody Mary, Resaca, Por la noche blanca y Las buenas costumbres asegura que hay una transición tramposa en este libro, porque al final de cuentas es un libro que está narrado por el mismo personaje, que es el tal Muñoz, que tiene las revelaciones, y termina teniendo un cambio profundo en su forma de ser, una metamorfosis, y en ese sentido podría parecer una novela breve.

Los relatos tienen que ver con personajes que están buscando algo, es decir no están en paz con su vida, y menos en este momento de tanto ruido. “No estamos casi nunca en paz con nuestra vida, nos estamos enfrentando todo el tiempo a situaciones y dilemas que nos hacen sentirnos ansiosos, culposos, deseosos y entonces estos son personajes que sienten deseos, culpas, ansias, necesidades de hallar una salida, pero se enfrentan a las dudas y a tomar decisiones”.

Dice L. M. Oliveira que hay una insatisfacción constante en los personajes con la vida que tienen: “Yo creo que eso es parte también del reflejo de la vida que llevamos, nadie nos ha enseñado a estar en paz con la vida que tenemos, siempre estamos insatisfechos, cuando en realidad quizás la vida que tenemos es suficiente para estar en paz. Pero no lo vamos a estar mientras no entendamos que debemos dejar de desear lo que no tenemos, y esa insatisfacción va a estar al límite de lo que no se debe hacer, entonces ahí entran las dudas bastante complicadas de los personajes”.

En El mismo polvo está presente una exploración de la naturaleza y la idea de que es hermosa y en ella se puede encontrar la belleza, y el contraste con la maldad y la oscuridad de algunos seres humanos: “Es decir, obviamente en la selva se comen unos bichos a los otros, la naturaleza la podríamos ver como esta lucha descarnada de sobrevivir, pero al mismo tiempo la naturaleza es un orden hermoso; y eso es absoluto, en la vida tenemos que aprender a ser felices en el mundo descarnado”.

Oliveira, quien no cree en Dios, dice que hay que aceptar a Dios, “y te lo digo como una persona que no cree en Dios, pero digamos, para mí aceptar a Dios sería entender hacia dónde vamos, que es la erradicación de la especie. Sabemos que nos vamos a morir y eso más que generar un dolor absoluto, que lo podría generar, tendríamos que aceptarlo”, dice el narrador.

Y es lo que plantea en este nuevo libro: “aceptar y poder vivir los días que vamos a estar sobre la Tierra, gozando del mundo”, sostiene Oliveira y propone que hay que buscar la paz: “Eso lo decían los estoicos, decían que había que buscar la ataraxia, la imperturbabilidad; entonces quizá en el fondo de este libro hay un canto estoico”.

“Nadie nos enseñó a estar en paz con la vida que tenemos”
“Nadie nos enseñó a estar en paz con la vida que tenemos”

Los relatos de El mismo polvo pueden leerse como historias separadas o como una novela

Frase

“Sabemos que nos vamos a morir y eso más que generar un dolor absoluto, que lo podría generar, tendríamos que aceptarlo”.

L. M. Oliveira

. Escritor

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