Sin grandes aspavientos y alejado totalmente de los círculos literarios, Manuel Echeverría (Ciudad de México, 5 de enero de 1942) vuelve a la novela policiaca con “Las puertas del infierno” (Océano) y lo hace con una historia que se mete a las entrañas más oscuras y corruptas del Berlín de 1938, y desde esa tenebra de la historia alemana echa luz a la historia del mundo.

A través de un joven que se ve obligado a abandonar la carrera de derecho para superar la pobreza y encuentra como única salida la kripo, la célebre policía alemana en la que trabajó su padre muerto, el narrador se adentra en una sociedad permeada por el crimen organizado, la trata de blancas, la prostitución y el narcotráfico, y se encuentra al borde del túnel del nacismo.

“Luché por crear un personaje que sufriera una mutación moral y espiritual absoluta y que en el camino de reivindicaciones legítimas o comprensibles -aunque por sí mismas censurables porque él como abogado sabía perfectamente que lo aconsejable no era matar al asesino de su padre sino aprenderlo-, él en ese momento ya es otro ser humano y empieza a reaccionar como lo hubiera hecho un nazi legítimo, un nazi de nacimiento”, afirma Manuel Echeverría en entrevista con EL UNIVERSAL.

El escritor y abogado que es autor de varias novelas, entre ellas “El amante judío”, “El abogado del Kremlin”, “Las tinieblas del corazón”, “Las sombras del tiempo” y “Un redoble muy largo”, con el que obtuvo en 1974 el Premio Xavier Villaurrutia, pero que rechazó, conversa sobre su nueva novela que explora la Alemania nazi, sobre narrativa, sobre su interés literario en el mal, su paso por el derecho, pero sobre todo habla de su pasión por la literatura y la historia.

¿Hay un gran interés a través de su protagonista de conocer los pasadizos más sórdidos del corazón de la Alemania nazi?

Pues sí, él empieza a conocer su país a partir de que baja al archivo de la kripo, él era una página en blanco en materia de experiencias emocionales y de vivencias humanas extremas, las tragedias que estaban viviendo todos los días, la persecución de los judíos, todo eso que para nosotros ya representa una historia contada y memorizada como una cronología nos hace olvidar que muchos de los alemanes de esa época, del 37 y 38, no sabían exactamente lo que estaba ocurriendo.

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Les contaban y no lo creían, pero este muchacho tuvo oportunidad de verlo directamente y entrar; quise yo que se enfrentara a una serie de dilemas cotidianos que lo hacían oscilar entre el bien, el mal, la rectitud, la degradación, la abominación y fue luchando de manera muy desigual a lo largo de todo ese trecho, unas veces sobreponiéndose y otras cayéndose, hasta que se encuentra con la maldición más evidente, invencible e insuperable que logra doblar la voluntad de la mayor parte de los seres humanos, que es el dinero, ese es el tiro de gracia para lo que era su perfil humano original.

¿Está presente en esta historia, en el joven Bruno Meyer y en el viejo Hugo Ritter, su interés por desentrañar el mal?

Cómo todos los seres humanos los protagonistas de esta novela se van enfrentando a una atmósfera cargada de mayor perversidad, incluso una ausencia de total solidaridad humana sin que haya restricciones internas, emocionales y espirituales que les permitan corregir el rumbo por lo menos subjetivamente, porque están completamente sumergidos en una realidad que los va superado a velocidades escandalosas, día con día.

El país se está preparando para una guerra mundial en dos o tres años y esos esfuerzos de la sociedad van destrozando la voluntad de cada uno de los alemanes de una manera distinta, no todos reaccionaron igual y la mayor parte reacciona de forma muy parecida, dejándose llevar por la corriente porque lo más sabio y adecuado era adaptarse a una atmósfera monstruosa.

Manuel Echeverría se adentra en la Alemania nazi y no deja de ver ciertas similitudes con el México actual
Manuel Echeverría se adentra en la Alemania nazi y no deja de ver ciertas similitudes con el México actual

¿Una época sin solidaridad humana en Alemania?

El fondo último de la novela es aceptar como una realidad cotidiana y normal las realidades abominables del sistema nazi, hubo un momento en que nos quedamos absolutamente paralizados ante las expresiones del medio ambiente porque hemos perdido nuestros mecanismos de defensa y lo primero que hace el régimen es destruir la confianza del individuo en sí mismo, del individuo que nos rodea para convertirlo cada vez más en una pieza de recambio de una sociedad que ya no tiene punto de regreso. La recomposición será más difícil y va a tomar varias generaciones.

¿1938 es un año bisagra, ahí comenzó su investigación?

La documentación la fui haciendo a lo largo de muchos años porque fue un tema que me atrajo desde muy joven, siempre estuve leyendo sobre el tema desde diferentes ángulos y cuando finalmente empecé a imaginar la historia de Meyer yo ya tenía el contexto muy decidido y lo más significativo es que elegí el 38 porque estaban ocurriendo cosas muy espectaculares, que era en primer lugar la anexión de Austria, el pacto de Munich y finalmente la noche de los cristales rotos, son una especie de símbolos que marcan como un hierro candente la personalidad de los alemanes. Es un año trepidante para Alemania, en Berlín sobre todo se estaba ya escribiendo una parte muy importante del resto del siglo XX. He estado en Berlín muchas veces, pero nunca se me ocurrió que iba a escribir una novela situada allí.

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¿Y hallar al personaje fue fácil?

Me costó menos trabajo entender a Bruno Meyer que a Hugo Ritter. Meyer en cierta medida es un eco de mis años como estudiante en la Facultad de Derecho, yo estudié derecho, soy abogado y viví muy intensamente mi experiencia universitaria, y esa parte me resultó muy natural, y entendí muy bien el derrumbe moral que le produjo tener que abandonarlo.

¿Es un descenso a los infiernos pero donde el presente mexicano está latiendo?

Conforme iba desarrollando todo lo relacionado con el crimen organizado alemán estaba vertiendo ahí mis propias experiencias de mexicano, de estar viendo cómo funcionan las cosas o cómo han funcionado desde hace muchos años en la mayor parte del mundo y cómo esa marea negra puede ir doblegando las voluntades más firmes y los deseos más depurados en perjuicio de la estructura humana de un muchacho que hasta ese momento era optimista, ambicioso pero todo dentro de un marco de moralidad muy tradicional, hasta que la realidad lo enfrenta en muy pocos días con la otra cara del mundo, y eso empieza a transformarlo y lo termina convirtiendo en un nazi. Ese es uno de los momentos más sombríos.

¿Uno no deja de leer esta novela desde nuestro México?

Pues sí, no la escribí con ese sentido, no le di ese giro pero inevitablemente la realidad se fue imponiendo sobre la dinámica de la novela de tal manera que quizás me permitió escribirla desde un ángulo más visceral, más personal, en donde pude involucrarme más en la medida donde podía ver esa realidad remota, distante y ajena, desde la perspectiva de una realidad inmediata, presente y absolutamente personal. Sí, los valores, las relaciones, los altibajos de los personajes sí son totalmente extrapolables a la realidad actual, quiere decir que esa historia en otras condiciones hubiera podido perfectamente desarrollarse en México.

¿Usted ha compartido la vida entre el derecho y la literatura?

No, yo me recibí de abogado, tuve una pequeña experiencia profesional muy breve, luego me dediqué a otras cosas y finalmente siempre estuvo predominando el interés de escribir y la compulsión de escribir y he dedicado la parte más importante de mi vida a eso, a escribir novelas.

Como decía Truman Capote, “si uno quiere sobreponerse a la vida, hay que estar escribiendo una novela todos los días”, y es cierto, cuando de pronto me quedo sin historia y no tengo más que el impulso ciego e incontrolable de escribir, la paso muy mal porque siento que estoy en el vacío, siento que no estoy donde debería estar y hasta que empiezo más o menos a tener una historia que me interesa, empiezo otra vez a retomar el eje de la vida diaria.

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¿Sobre todo le gustan las historias policiacas?

Me gustaría escribir un poco más, algún thriller, porque es un género en donde se le abre a la literatura las posibilidades totales de la dimensión dramática humana, de la cobardía, la abnegación, el valor, la entrega, la derrota, las pequeñas historias, el amor. No digo que los otros géneros literarios no tengan las mismas cualidades en materia de exploración humana, pero yo creo que el thriller, como está obligado a llevar siempre las cosas hasta situaciones extremas, quizás es el terreno más favorable para ese tipo de experiencias, de experimentos. Es lo que más me interesa.

¿En 1938 era el miedo a la guerra y a la muerte, hoy es el miedo a la enfermedad y a la muerte?

Exactamente, el hecho de que no estén cayendo bombas no cambia, el mundo está en una especie de estado bélico general porque están viviendo miles y miles de gentes y todos luchando contra un enemigo invisible, y todos llenos de aprensiones y eso también nos ha cambiado mucho, en muchos sentidos, la visión que tenemos del mundo y de la vida, nuestra relación con nuestro semejantes, y la imposibilidad, me temo, sobre todo para los viejos, inclusive para los propios jóvenes, de enfrentarse a los años que vienen desde una perspectiva nueva que deje atrás esto.

Puede que desde un punto de vista sanitario esto se quede atrás, pero desde un punto de vista psicológico no sé cuánto tiempo va a pasar que el ser humano logre sobreponerse.

¿Y eso se va a reflejar en la literatura, habrá que esperar muchas novelas desde distintos ángulos?

Esto más o menos tendrá el mismo efecto para la literatura que tuvieron los grandes episodios de mortandad como la peste española y la peste bubónica, que por la época fue todavía más letal y destructiva porque murieron millones de gentes, y si hay muchas referencias de cómo influyó esto en las costumbres, en la vida personal, en la vida colectiva, en las relaciones humanas, en la política, en la economía, todo eso se va a ver reflejado y por desgracia, en las primeras épocas, se va a ver reflejado de una manera negativa.

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