Grandes marcas, famosos, dirigentes o ciudadanos de a pie: nadie más está al abrigo de la "cultura de la cancelación", que denuncia sus errores y exige que rindan cuentas, al punto que algunos denuncian sus excesos y su contribución a la polarización política .

Le sucedió a la escritora británica J.K. Rowling , autora de la exitosa saga de Harry Potter , por declaraciones sobre los transexuales consideradas insultantes.

Una declaración polémica, un tuit ambiguo de hace 10 años, un video comprometedor, y las redes saltan al ataque de su autor.

Hay que "cancelarlo", dejar de consumir sus productos, manchar su imagen, perturbar su actividad hasta que se rinda, hasta que pida perdón o intente compensar su acción.

Le ocurrió al popular YouTuber Shane Dawson a raíz de viejos videos de contenido racista, o a la cantante Lana Del Rey debido a un mensaje en Instagram que criticaba a actrices negras.

Combatir la discriminación o destruir la reputación: los matices de la cultura de cancelación
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La polémica de Rowling le ha costado fans, colegas e incluso espacios en estanterías de algunas librerías. Foto: AP

Y también al arroz Uncle Ben's debido a su imagen de marca considerada racista, o al gigante de la agroalimentación Goya, atacado porque apunta al público hispano en Estados Unidos cuando su presidente apoya a Donald Trump , que defiende políticas antiinmigrantes.

"El activismo en Twitter es fácil: en un par de segundos podemos atacar a alguien o hacer circular una petición para acusarlo o que sea despedido", dijo Richard Ford, profesor de Derecho en la Universidad de Stanford.

Este universitario es uno de los más de 150 firmantes de una carta sobre "la justicia y el debate abierto" preocupados por este movimiento, y que fue publicada a comienzos de julio en la revista Harper's.

Los firmantes, incluidas muchas personalidades del mundo del arte y de la ciencia , reconocen que "una parte del activismo en las redes sociales es constructivo y legítimo".

El dilema de lla cultura de la cancelación

Muchas personas celebran la cultura de la cancelación porque ven en ella la emergencia de un nuevo poder, ahora disponible para un mayor número de personas cuando antes estaba limitado a un puñado.

"La época en la cual las personas eran tratadas injustamente y no podían responder a las opiniones retrógradas y tóxicas se terminó", celebró Lisa Nakamura, profesora de la Universidad de Michigan que ha estudiado la cultura de la cancelación.

"Si hay una personalidad que quiere cancelar a los transexuales, no hay ninguna razón en el mundo para que no pueda ser cancelada a su vez", dijo en referencia tácita a JK Rowling.

Como muchos otros, la académica ve en este movimiento un espectro mucho más amplio que incluye la denuncia de comportamientos discriminatorios o inaceptables socialmente.

Citó el ejemplo de Amy Cooper, una mujer blanca filmada en Central Park cuando denunció falsamente a la policía que un hombre negro quiso atacarla.

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Trump se sumó este miércoles a la polémica en EE.UU. al promocionar la marca de alimentos de origen hispano Goya Foods, en medio del boicot lanzado por parte de la comunidad latina en contra de esa empresa después de que su consejero delegado, Robert Unanue, alabara el liderazgo del gobernante. EFE/ Instagram @realdonaldtrump

Antes de las protestas del movimiento Black Lives Matter , la cultura de la cancelación emergió con el #MeToo que denuncia desde 2017 el acoso y el abuso sexual de hombres poderosos contra mujeres.

"La cultura de la cancelación es lo que sucede cuando las víctimas de racismo y sexismo ya no silencian la identidad de sus agresores", sostuvo Nakamura.

Pero para Keith Hampton, profesor de medios e información en la Universidad de Michigan, si bien las redes sociales pueden ser un vector de cambio y de progreso, la cultura de la cancelación puede "patinar".

"Si se trata de intentar destruir a las personas, entonces esto crea otros problemas", indicó.

El señalamiento enciende las alarmas

Los autores de la carta abierta publicada en Harper's alertan sobre una radicalización de los discursos que ya no deja espacio al debate.

Las redes sociales "incitan a la provocación y a la ira, al mismo tiempo que están casi totalmente desprovistas de matices"", señaló Ford.

Le alarma que la cultura de la cancelación se extienda ahora más allá de las redes sociales, al mundo académico o al del trabajo en general.

"A veces el objetivo es simplemente la satisfacción de derribar a alguien", lamentó.

Además, "la vergüenza y el señalamiento con el dedo no cambian las opiniones", sostuvo Hampton, para quien este aspecto del movimiento "probablemente aumente la polarización" de la población estadounidense.

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Para Hampton, esto es alentado por fuerzas que están interesadas en sembrar la división e crispar el clima social, y es capitalizado políticamente por una parte del Partido Republicano.

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Foto: AP Photo/Noah Berger

El presidente Trump lo utiliza desde hace semanas como una herramienta para satanizar el movimiento nacido tras la muerte de George Floyd , y advierte que la cultura de la cancelación amenaza las bases de la sociedad estadounidense cuando derriba las estatuas de personalidades históricas vinculadas a la esclavitud o a la persecución de minorías.

Sin embargo es el propio presidente quien favoreció en los últimos años la cultura de la cancelación, atacando desde su cuenta de Twitter a una serie de personas o grupos a los cuales quería desacreditar, señaló Ford.

El fenómeno "puede ser problemático cuando divide a un movimiento social o se las agarra con las personas incorrectas", pero "ya ha sido una herramienta importante de cambio", estimó Nakamura.

"El movimiento Black Lives Matter habría sido muy diferente sin los ejemplos de racismo común y corriente en los supermercados Walmart, en las vías para correr u otros lugares públicos", añadió.

fjb

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