En 1985, el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince (Medellín, 1958) tomó la decisión de llevar un diario donde resguardara sus miedos, frustraciones y sueños de convertirse en un muy buen escritor, pero también plantea en esas decenas de cuadernos escritos a mano, sus reflexiones sobre sus aspiraciones literarias, la lectura, los libros, el lenguaje y el poder de la palabra.

De esas más de mil páginas tan íntimas escritas por el narrador, periodista, ensayista y traductor que es autor de libros como “El olvido que seremos” y “Angosta”, se acaban de publicar unas 600 páginas que conforman su nuevo libro “Lo que fue presente (Diarios 1985-2006)” (Alfaguara, 2020), que es un testimonio honesto y descarnado sobre cómo nace una vocación en las letras y cómo se aprende a enfrentar la vida literaria y la cotidiana.

“Yo creo que son unos diarios muy obsesionados con la literatura, con los libros, con la lectura, con las ganas de ser escritor, con las ganas de llegar algún día a escribir algo que valga la pena, con la dificultad y el trabajo que eso implica, las dudas y el sufrimiento, detrás de un intento muy obsesivo y muy sincero de intentarlo”, asegura el escritor.

En entrevista, el también crítico literario y editor --en 2016 fundó la editorial independiente Angosta, que apuesta por publicar a los nuevos escritores colombianos-- reconoce que en estos diarios está la certeza de su juventud de que quería ser escritor y que si no era buen escritor, de todas maneras quería dedicarse a algún oficio relacionado con los libros.

“Si no podía ser escritor quería ser editor, corrector, traductor, librero o bibliotecario, y de algún modo todos esos oficios que yo soñaba con hacer los he hecho y también pude llegar a publicar libros y a tener más lectores de los que hubiera soñado nunca en el principio de mis diarios y de mis ilusiones”, señala.

Estos diarios íntimos de Héctor Abad Faciolince pueden leerse como una novela de formación, los comenzó a escribir desde finales de 1985 (cuando era un estudiante de 27 años) hasta la publicación de su libro más aclamado, “El olvido que seremos”, en 2006, la novela en la que relata la vida y el asesinato de su padre, el médico, ensayista, luchador por los derechos humanos y especialista en salud pública, Héctor Abad Gómez.

“Si los diarios son sinceros, y para mí no tiene sentido escribir un diario que no lo sea, son un ejercicio que dice la verdad, para conocerse y no para ocultarse”, afirma el narrador que en esos apuntes tan personales comparte lo que leía, sus ansias de escribir, las angustias del dinero, del trabajo, de no tener trabajo, pero también de las cosas muy serias: “de las deslealtades y las deshonestidades que uno puede llegar a cometer”, señala.

Abad Faciolince dice que en los diarios se refleja, aunque no lo quiera, el conflicto con la realidad y con la experiencia de vivir en un país al que se ama y se odia.

“En los diarios están esos momentos en que la realidad se hace intolerable e insostenible y uno tiene que irse, cambiar de país, esconderse, cambiar de lengua; eso, sin que sea el tema del diario, está reflejado, esos cambios de sitio están reflejados y también la relación de amor y odio con el propio país, la relación con un país que te ha hecho mucho daño, con una realidad que te ha hecho mucho daño, un país que muchas veces sientes que detestas y que quieres abandonar y que no quieres volver a él, pero también se percibe el irremediable apego, y el irremediable amor por ese país que hace que uno regrese como paloma mensajera al sitio donde nació y creció”, dice.

¿Se reconoce en el joven aspirante a escritor que comenzó estos diarios hace casi 35 años?

Me reconozco y no. Sé que ya he cambiado mucho, sé que ya no siento igual a ese joven o a ese señor maduro que aparece en los diarios, uno cambia, afortunadamente, ¿qué tal que no cambiara?; por ejemplo, en los diarios hay mucho temor a morir, mucho temor a tener un accidente, ese temor ya para mí ha desaparecido completamente, sentía como el deber de estar vivo, sobre todo un deber de protección con mis hijos; ahora que ellos ya tienen su propia vida entonces la vida personal no tiene ese valor tan grande, digamos que me he despojado mucho de mí mismo y por eso creo que ya no llevo diarios.

¿Al final cumplió su sueño, es escritor y siempre ha estado relacionado con los libros?

En los diarios está lo que yo iba apuntando, a veces diariamente, a veces semanalmente, a veces mensualmente, apuntes que tienen muchas veces que ver con lo que leía y con mis ansias de escribir pero también con la vida sencilla, con la vida de todos los días, de no saber muy bien cómo llegar al final del mes, de la generosidad de los otros que le ayudan a uno a llegar al fin de mes.

¿Están en sus diarios la política y un país que en ese momento atraviesa una época muy dura?

Son los diarios de una persona a la que no le leían los diarios, es decir, yo tenía por lo menos al principio de los diarios la absoluta confianza de que mi mujer no me leía los diarios, en ese sentido yo podía escribir con toda la libertad, todo lo que se me pasara por la cabeza. Luego me divorcié y mi segunda mujer leía los diarios, por eso hay muchos más cortes, casi que yo tenía que escribirlo en casa de mi madre, a escondidas o hasta en italiano para que no los leyera, pero aún así nunca escribí para halagar a esa lectora clandestina que tenía, sino que más bien no escribía.

En un diario íntimo autoengañarse, hacerse trampa a sí mismo es un contrasentido absoluto, porque si yo lo que trato en un diario es entender mi angustia, escapar de mi angustia, entender mi mentira, entender mi falsedad, puede que uno se autoengañe, eso es siempre un horizonte posible, pero el ejercicio de los diarios es tratar de no engañarse nunca.

¿Qué tan honesto al decidir publicarlos?

Cuando yo decidí publicarlos pues por fortuna habían pasado muchos años, desde el comienzo casi 35 años; y hacia el final, casi 15 años, entonces uno puede pensar que ya no es la misma persona, por un lado, también puede cambiar algunas circunstancias; yo no tenía mucho problema con revelar mi intimidad, tenía más problemas con revelar la intimidad de otras personas, ahí que hice algunos cambios, hice algunos cortes pero los cortes no son fundamentales; responde a lo que se repetía mucho. Uno en la vida, en la escritura y en las obsesiones se repite mucho; la neurosis es repetitiva, esa es la definición de la neurosis; lo que quité sobre todo son repeticiones.

¿Hay un deseo de confrontar a la realidad, a Dios, a la muerte, por ejemplo de su padre?; ¿los diarios son el espacio donde uno puede reclamar y llorar?

Están esas relaciones ambivalentes o ambiguas de amor y odio con Colombia, y están las relaciones con la realidad contemporánea, con el país, con la política, con la historia y también con las personas; porque las relaciones con las personas tampoco son una línea serena, recta y tranquila; las relaciones de amistad, las relaciones de amor, las relaciones de parentesco con la familia tienen momentos muy duros de discusión, de ruptura, de malentendido de rabia. Y en un diario íntimo todo eso tiene que aparecer.

¿Sigue llevando diarios?

Yo llevaba diarios cuando estaba muy obsesionado con mi vida, muy obsesionado con la duda de si iba a ser capaz de escribir o no, eso era para mí fundamental, que a mis hijos les fuera bien y que yo pudiera lograr por lo menos hacer en parte lo que quería, que era ser escritor. Y eso ya está, ahora quiero seguir escribiendo, no quiero tener más hijos, quisiera tener nietos pero mis hijos parece que no quieren tener hijos; voy a seguir escribiendo, tengo muchos otros temas, pero ya no me preocupa tanto.

¿Ya no necesita reflexionar y plantear en los diarios sus dudas ante la literatura?

Sé que puedo fracasar, sigo fracasando como fracasaba cuando era joven, en eso sí me reconozco, pero también sé que el fracaso no es definitivo, que uno después del fracaso se recupera, encuentra el tono, mejora el libro que había abandonado o lo abandona sin que eso signifique que se perdió la vida; sabe que se perdió un tiempo dentro del oficio de escritor y que es normal que haya como en el oficio de pintor, malos cuadros; no todas las sinfonías son igualmente buenas, ni siquiera las de Beethoven, no todas las cantatas de Bach son igualmente buenas, a veces puede haber mejores.

Uno tiene que tener la humildad de sus dimensiones, de sus fracasos, y la humildad también de cuando las cosas le salen mejor, y eso se aprende también escribiendo diarios, reflexionando sobre lo que uno hace, todos los días.

¿Por qué decidió terminar sus diarios en 2006, cuando publica “El olvido que seremos”?

La idea fue de mi editor, Gabriel Iriarte, que me dijo: “me gustaría que el diario llegara hasta la entrega de 'El olvido que seremos'”, que es como el libro mío más leído, más representativo, claro que los diarios todavía siguieron unos cuatro o cinco años más, y luego me fui despegando de ellos. Ahora tengo libretas y escribo cosas pero ya no escribo fechas ni escribo tantas intimidades; tal vez mi vida ha dejado de tener incluso intimidades.

Creo que el ejercicio de conocerme un poco mejor pues ya está hecho, ni mi vida ni yo mismo son muy misteriosos para mí en este momento, me he vuelto más predecible, más tranquilo también, no me importa ya mucho. Todo lo que el joven escritor soñaba con ser pues lo logré, lo conseguí más de lo que ese muchacho soñaba, entonces me parece absurdo pretender más y tener más ambiciones y querer más cosas, yo estoy muy tranquilo con lo que he hecho.

¿Y sin embargo seguirá escribiendo?

Lo hago porque mi vida no tendría sentido jubilado o viviendo pasivamente; qué bueno que voy a poder seguir haciéndolo pero lo que me gusta hacer ahora es leer, escribir, disfrutar de la compañía de la gente que quiero. Parece que yo estoy muy satisfecho y muy tranquilo pero como la realidad está siempre ahí, esta satisfacción personal está todo el tiempo amenazada por una realidad que puede ser la realidad de la enfermedad, de los virus y sobre todo la realidad social, política, las alteraciones, el mismo cambio climático que va a ser que la vida sobre el planeta sea algo muy azaroso y peligroso.

¿Ya no hay angustias, se sabe escritor y escribe con menos tribulaciones?

Escribo con mucho esfuerzo, escribo con el mismo empeño y trato de escribir con la misma seriedad con la que escribí siempre, sé que en la perspectiva de todo lo que emprendo es probable que salga con nada bueno y que entonces lo tenga que cerrar, abortar, no publicar; solamente publico algo de lo que no me sienta totalmente avergonzado, que sienta cierta satisfacción. Ya no está esa sensación de insatisfacción de no ser capaz de escribir algo bueno. Yo ya fui capaz, si no soy capaz otra vez pues qué importa. Es triste no volver a ser capaz, pero más triste no haber sido capaz nunca.

A veces me dicen: “usted ha escrito un solo libro bueno”, casi todo el mundo dice que es “El olvido que seremos”, a mí me parece que no, que mi mejor libro es “Angosta”, pero si yo escribiera un solo libro bueno, qué maravilla, la mayoría de la gente no escribe un solo libro bueno; si escribo uno al menos está bien, y en estos diarios yo doy testimonio de cómo escribí mis libros malos y buenos, cómo fue el esfuerzo.

¿Uno de los momentos más duros es la muerte de su padre, pero esa ausencia se vuelve un motor?

Yo hago como una promesa con él: “que yo voy a vivir y voy a escribir de una manera que eso que yo escriba lo va a representar a él bien, que no lo voy a traicionar, que algún día de una manera muy distinta lo voy a vengar, más que vengar a reivindicar con las palabras, y que si yo soy un torpe y no sirvo como escritor, de todas maneras como él confiaba en mí, voy a confiar en él más que en mi mismo, voy a creer que él tenía razón y como el decía que yo escribía bien pues voy a seguir escribiendo aunque a mí me parezca que lo que yo escribo es malo, porque a él le gustaba lo que yo escribía y gozaba mucho con lo que yo escribía; voy a transformar la confianza de él en mí y en la confianza que yo no tengo en mí mismo”. A ese ejercicio medio fantástico de creer en él más que en mí mismo, a lo mejor le debo lo mejor que he escrito.

¿Luego otro motor fue la paternidad?

Hay una experiencia de ser hijo que casi todos la hemos tenido, salvo los huérfanos o los abandonados, la experiencia de ser hijo es muy importante pero la experiencia de ser padre también fue una cosa tremenda, también porque tenía el modelo de cómo había sido padre mi padre y yo no quería ser un padre mediocre, pero eso fue muy fácil, yo lo sentí de inmediato desde el momento en que nacieron mis hijos, es un muy intenso, a veces muy atormentado por el miedo de que les pasara alga; digo que yo no estoy orgulloso de los libros que he escrito, estoy orgulloso de los hijos que tengo; lo que verdaderamente dejo yo en el mundo cuando me muera son mis hijos, a ese par de muchachos.

¿Hay ya una novela en proceso?

El mismo día que entregué los diarios, empecé otra novela y ahí voy avanzando y por ahora no me parece que esté fracasando.

¿Es que es muy exigente?

Pero es que hay que ser muy exigente, yo he leído muchos libros muy bueno, y si mis libros no se parecieran al menos un poco a esos libros maravillosos que yo he leído pues para qué sacarlos, me daría mucha vergüenza. Hay muchos libros muy malos ahí publicados, añadir un libro malo, no; si voy a añadir un libro que por lo menos los lectores lo lean y cambien y aprendan y sufran y lloren y se reían. Un libro que los zarandee, que los mueva, si logro escribir ese libro pues lo publico y si no pues no lo publico y qué se le va a hacer.

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