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Un día, por puro accidente, Élmer Mendoza tuvo una revelación. Escuchó a un crítico argentino hablar de él y de su saga policiaca protagonizada por Edgar El Zurdo Mendieta. Recuerda que el crítico dijo: “Aquí, lo fundamental, es que en estas novelas no se aplica la ley y seguramente será porque en México difícilmente se aplica la ley”. El hallazgo fue impactante: “Yo me quedé frío y dije pero ‘¡Dios mío!, eso no es posible, cómo hice yo eso sin darme cuenta, sin ser consciente!’”.

Esa revelación impactó al colaborador de EL UNIVERSAL, pero eso no ha cambiado el espíritu de sus personajes ni de sus historias. Lo confirma la quinta entrega de la saga: Asesinato en el Parque Sinaloa. “Mis novelas no han cambiado pero espero un día escribir una novela donde El Zurdo lleve al culpable preso, lo entregue y cuando menos parezca que va a ser juzgado”.

No ha modificado nada porque es su instinto de narrador el que ha marcado la secuencia de las historias que transcurrían siempre en Culiacán, en la Colonia Popular, la Col Pop, hasta esta que lleva al Zurdo a Los Mochis.

“Mi instinto de narrador es lo que me hace decidir esos finales. Desde mi novela El amante de Janis Joplin siempre tuve reclamos, millares de reclamos por el final, que cómo era justo eso. Y lo que yo pensaba es: ‘cómo no lo voy a hacer’”, dice.

Dice que a veces los escritores de novela policiaca no saben dar las respuestas o hay respuestas comprometedoras. “Creo que México está en una transición, confío en que sea para bien, que las leyes sean respetadas y los que tienen que decir cosas, desde luego no estoy pensando en los escritores, sino en todo mundo que tiene que decir cosas, pues no le pase nada por decirlas, entre ellos la gente de la prensa”.

Reconoce que a él y a otros colegas no les ha tocado sufrir lo que sufrió Paco Ignacio Taibo II por escribir novela policiaca en México. Dice que a Paco lo querían matar por cada libro, y que la gente pensaba que para tener buena literatura policiaca debía haber buena policía.

Sin embargo, a Élmer ya no le ha tocado lidiar con eso, una novela es básicamente ficción y entonces, qué importa la policía que tengamos. “Es decir, ¿es posible crear novelas, un universo del deseo, de cómo nos gustaría que actuaran los policías, los jueces, que se aplicaran las leyes?”. Su respuesta es sí.

La quinta de la saga. Esta vez, El Zurdo atraviesa por una crisis personal. Ha sido expulsado de la policía y vive hundido en el alcohol, pero un día, un viejo amigo lo saca del marasmo y le pide ayuda: investigar la muerte de su hijo Pedro Sánchez, aparentemente asesinado por su novia, quien luego se suicidó; Mendieta acepta. A la par, Élmer cuenta una segunda historia: la vida a salto de mata del narcotraficante Perro Laveaga, líder del cártel del Pacífico y quien se ha fugado de una prisión y se esconde en Los Mochis.

En Asesinato en el Parque Sinaloa, la ficción casi anda de la mano de la realidad, a pesar de los esfuerzos de Mendoza por evitar que la realidad, las noticias, entren a sus novelas.

“Aparentemente no lo permito porque cuando me hago un plan original para escribir mi novela trato de serle fiel. Ahora me pasó algo bien curioso, estaba escribiendo la novela cuando detienen al Chapo, me quede frío, ‘¡Dios mío, no puede ser, la ficción me está previendo algo que ha ocurrido’!, quedé impactado, dejé la novela unos días y dije ‘tengo que esperar’, porque no me lo podía creer, es decir, las razones por las que había escogido Los Mochis no tenían nada que ver con eso”, dice.

Tras el impacto retomó la historia respetando el perfil que se había planteado al principio, incluso mantener los nombres que ya había elegido para sus personajes. Su mantra fue: “Esa es la realidad, la realidad es imposible cambiarla porque ahí está, y esta es una novela, esto lo voy a escribir, esto lo estoy creando”.

Pero la realidad lo seguía dejando helado, Élmer había elegido otro elemento: el escape del narco por un túnel, y el túnel volvió a aparecer. “Después me enteré que eso fue igual también, pensé: ¡qué bárbaro, ahora sí la realidad me está dando unas cachetadas!, me decía ‘oye, Élmer, cómo podemos parecernos’. Brutal, fue brutal el impacto”.

Luego de Besar al detective, (Literatura Random House 2015), anterior entrega de la saga, Élmer sigue a paso firme. Asesinato en el Parque Sinaloa tiene un gran trabajo literario y de lenguaje, algo que caracteriza al narrador.

“Sí, sí, hay mucho trabajo, creo que hay mucho ejercicio porque el concepto que tengo del novelista no es tanto el vivir demasiados momentos de reflexión, sino que somos bailarines, es decir, hay que bailar, practicar y escribir. Digamos, si yo consigo una revelación en una novela que estoy escribiendo eso sólo surge si estoy trabajando en ella, si la estoy corrigiendo, si la estoy reelaborando, alguna atmósfera, alguna escena, si estoy moviendo los personajes y los estoy haciendo interaccionar, si las historias paralelas las acerco o las alejo”, explica.

El también autor de Balas de plata, La prueba del ácido, Nombre de perro y Efecto tequila asegura que en esta nueva novela trabajó mucho la base del lenguaje. “La parte de los delincuentes, por ejemplo, es un lenguaje muy duro. Tomé decisiones que antes no había tomado para poder hacerla y sobre todo porque al final se convierte en un ejercicio de estilo muy serio porque la forma en que trabajo esa parte es distinta”.

Élmer cuenta que, por ejemplo, los diálogos de los delincuentes son solamente un proceso dialogado y no uno narrativo, “ese es un contraste entre la parte del Zurdo Mendieta y la parte del Perro Laveaga; la del Perro Laveaga quería que fuera más suelta, como que estoy tratando con personajes más irresponsables con relación a la vida, y El Zurdo no, él está sufriendo con lo que le pasa, en el amor, con las mujeres, el alcohol, que su amigo le llama para preguntarle cómo va y él le dice ‘estamos en esto, tú tranquilo’”.

Y es que en esta novela, Élmer Mendoza volvió a llevar al Zurdo a muchas encrucijadas, sigue la relación con Samantha Valdés, una capisa fuerte que lo asume como de los suyos; aparece la Marina, un personaje oscuro llamado El Ostión, es decir, El Zurdo está como en circunstancias absolutamente adversas, porque además está en Los Mochis y no en Culiacán, y para rematarla no tiene la fortaleza emocional ni el ánimo para enfrentar la situación, pero se salva, dice Élmer, porque es un policía de coraje, por vocación.

Zurdo para rato. Si algo tiene Mendoza son aventuras ideadas, pero desde hace unos años se enfrenta a una disyuntiva. ¿Cuántas historias debía tener una saga? “Hace años pensé que el proyecto tenía que terminar en seis, la razón es como mágica, la verdad es que no sé, he preguntado a muchos de mis amigos, de muchos países y lenguas y nadie sabe. No hay manera de saberlo”.

Lo que es un hecho es que Élmer escribirá algunas otras cosas lejos del Zurdo. Ya trabaja en el segundo libro protagonizado por El Capi Garay. “Es una novela que espero que supere en calidad y también en los niveles fantásticos de El misterio de la orquídea Calavera, creo que para 2019 pudiera estar”.

También tiene claro que escribirá la sexta novela del Zurdo. “Cuando terminé Asesinato en el Parque Sinaloa hice un arranque de la que sigue, siempre hago eso, entonces garantizo que habrá una sexta. También ocurre que siempre que digo que no escribiré ya del Zurdo tengo reclamos increíbles de escritores, de lectores, que me dicen que sería una locura porque he contribuido a crear un personaje importante dentro de la literatura mexicana y que eso también es parte del rostro de la literatura fuera de México”.

Luego Élmer sonríe, dice que si deciden lanzar a alguien para 2018 podría ser El Zurdo y ganar.

Un órale aflora cuando se le dice que Asesinato en el Parque Sinaloa es tan buena que podría llegar a ser un clásico y la novela que se traduzca a muchas más de las 10 lenguas a las que ya se traduce su literatura. “Órale. Nada me gustaría más, los clásicos son ejemplo de cómo hacer las cosas, pero eso tenemos que dejárselo al tiempo”, concluye el narrador, quien no descarta que El Zurdo pueda llegar al cine.

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