El 6 de julio, Julia Tagüeña, física por la UNAM, hizo pública su renuncia a la coordinación del Foro Consultivo Científico y Tecnológico A.C. porque Conacyt los dejó sin recursos para realizar sus labores. Tres días más tarde, María Elena Álvarez-Buylla, titular del Conacyt, participó en la octava reunión de trabajo de la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara de Senadores, en la que acusó a Julia Tagüeña de “autoasignarse” 50 millones de pesos. Y el pasado 16 de julio, el Conacyt anunció que Guillermo Funes Rodríguez, ingeniero bioquímico del Instituto Politécnico Nacional, sería el coordinador del Foro. Sin embargo, no se trata de la “asociación civil privada” —como la denominó Álvarez-Buylla—, sino del Foro Consultivo que Conacyt creó después de cambiar su Estatuto Orgánico en diciembre pasado, que se caracteriza por no operar de forma autónoma como la A.C., es decir, depende directamente del Conacyt. Tal parece que con esa serie de movimientos y acusaciones se confirma lo que se maneja entre los integrantes de la comunidad científica: a Conacyt no le agradan las voces críticas ni disidentes. ¿Hasta dónde llegarán los cambios en la ciencia con la 4T?

Marx Arriaga llama a una revolución de bibliotecarios

Al muy añejo estilo, Marx Arriaga, el revolucionario director general de Bibliotecas de la Secretaría de Cultura federal, lanzó un Manifiesto que definió como un acto de “emancipación”, un texto en 12 puntos en el que llama a los bibliotecarios a unirse y a “pedirle fuego” al “ángel tutelar de la patria” (¿¿¿???), a convertirse en misioneros que le enseñen “a su pueblo a defenderse de los abusos de los explotadores”. En el texto que presentó el funcionario y envío a los 15 mil bibliotecarios del país, pide conformar un colectivo revolucionario que defienda un cambio de rumbo ideológico, a levantarse contra la apatía de “los intelectuales orgánicos” que se quejan por la disminución de sus prestaciones, pero que son incapaces de exigir una biblioteca pública decente; en últimas cuentas llamó a hacer la revolución desde las bibliotecas y a ideologizar a los usuarios de sus espacios, así como lo lee usted, y de pasó dijo que el manifiesto de la asociación internacional de bibliotecas lanzado en 1994 nomás no sirve porque se centra en los servicios y no en los bibliotecarios.

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