Elena Aguilar

no sabe qué es eso del paro de mujeres. O sí, cuando se le aclara que algunas no trabajaron como protesta por la inseguridad. Y lo sabe bien porque sus dos hijas, Araceli y Mari, que trabajan en otro puesto de artesanías, pararon.

Las tres laboran en el mercado de artesanías de La Ciudadela , la madre llegó temprano porque hay que hacerlo y no vio necesidad de que sus hijas siguieran sus pasos. Lo dice así, de manera literal, aunque pareciera que algo simbólico.

A los pasillos de La Ciudadela, en la avenida Balderas, de la Colonia Centro, llegaron extranjeros como habitualmente sucede. No obstante, los locatarios sí sintieron el paro nacional de mujeres.

“No sólo las extranjeras vienen, muchas mujeres compran cosas para sus casas. Hoy no vinieron muchas. Se siente”, dice José Manuel García, propietario de un sitio con dos trabajadoras en paro.

En la mayoría de los puestos había mujeres, algunas propietarias y otras trabajadoras. En muchos locales no querían hablar, es como si ocultaran algo. Más de uno remitía al módulo de información, pero el sitio estaba vacío: la encargada paró también.

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“Nosotras apoyamos desde redes. Es imposible que no trabajemos un día, pero ahí estamos”, se adelanta Mónica Espinosa, encargada de un puesto de plata, que comparte con dos mujeres más.

La ausencia con motivo de la iniciativa Un Día Sin Nosotras quizá fue más evidente en los puestos de trabajo de la Biblioteca Vasconcelos, ubicada en Eje 1 Nte, Buenavista, alcaldía Cuauhtémoc, recinto que sólo operó con personal masculino que estaba enfocado a trámites de préstamo de libros a domicilio y trámite de credenciales.

Hay pasillos que cada quien recorre a su paso
Hay pasillos que cada quien recorre a su paso

Los trabajadores realizaban las labores y aunque se mostraban renuentes a hacer comentarios, uno de ellos dijo rápidamente que la afluencia en la Vasconcelos era un poco menor a la de siempre y sí porque había hombres y mujeres que realizaron consultas, leyeron, usaron computadoras, caminaron por los pasillos, subieron y bajaron por el elevador.

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Los hombres tomaron la batuta en todos los espacios con tal de no afectar a los usuarios; así ocurrió en las áreas de atención a clientes, incluido el servicio de guardarropa donde también se pudo constatar la ausencia de mujeres.

A pesar de la ausencia de personal administrativo femenino, la Vasconcelos tuvo presencia de usuarias, pero no sólo eso, también hubo presencia femenina en el área de seguridad. Las mujeres vigilantes estuvieron distribuidas en diferentes puntos de la biblioteca: a la entrada, en la salida, en los pasillos, junto a los elevadores.

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Con una sonrisa nerviosa, una de las vigilantes dijo: “Es nuestro deber, nosotras no podemos faltar”.

La situación no fue diferente afuera de la Vasconcelos. Ahí donde confluyen las estaciones Buenavista del Sistema de Transporte Colectivo Metro, el Tren Suburbano y el Metrobús. La afluencia de personas suele ser notable: también lo fue las tantas mujeres de diferentes edades que caminaron, acompañadas o solas.

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