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La Ch de Chumacero suena fuerte, late con ganas en la plazuela y se expande como el olor de las gardenias sembradas en las jardineras; ruge potente en el “Barrio de la CH”, donde hace casi 100 años nació el poeta Alí Chumacero. Ese pedacito de territorio nayarita llamado Acaponeta se prepara para celebrar el centenario del nacimiento de su hijo predilecto.

Ante el número 45 de la calle de Allende, una placa fechada el 20 de noviembre de 1990, indica “En esta casa nací yo. Aquí en el Barrio de la CH”, la cita es de Alí Chumacero. La leemos mientras se escucha la música de banda de un botanero localizado al final de esa calle sin pavimentar, mientras huele a cerveza y se escucha el rugir del tren que todos los días, atraviesa Acaponeta, el pueblo del que Alí salió a los seis años, y al que regresaba de tres a cuatro veces cuando se empezó a hacer viejo.

“Es una figura import ante para mí, para el estado, para la ciudad. La casa de Cultura de aquí se llama Alí Chumacero, el Teatro del Pueblo en Tepic se llama Alí Chumacero, hay una calle que se llama Alí Chumacero; en la casa de mi abuela donde nació hay una placa en la pared. Fue homenajeado por toda la República, por todas partes. En Tepic también, el gobernador Rigoberto Ochoa le hizo muchos homenajes; a Rigo le gustaba el trago y a Alí también. Era un campeón”, cuenta Alfonso Chumacero, el hermano menor del poeta.

El único sobreviviente de los seis hermanos Chumacero, que aún se mantiene al frente de la Ferretería que lleva su apellido desde que la fundó el padre, resguarda la memoria de su familia; recuerda cuando Alí junto con Juan y Luis, fueron traslados a Guadalajara porque “mi mamá quería que fueran gente importante”; rememora la mudanza a México, sus inicios en la corrección de obras, los premios literarios que iba ganando, los reconocimientos y homenajes que enorgullecían a la familia. Su regreso a Acaponeta, esta tierra que se prepara para celebrar a lo largo del año al autor de Páramo de sueños, Imágenes destelladas y Palabras en reposo.

El pasado 29 de enero, el cabildo del Ayuntamiento de Acaponeta declaró “2018. Año del Centenario del Natalicio de Alí Chumacero”. Significa que todos los documentos que emita el gobierno municipal deberán llevar la leyenda, al rubro o al calce; y además significa el comienzo de los festejos con los que Acaponeta celebrará al poeta nacido en ese municipio nayarita, el 9 de julio de 2018.

La Casa de Cultura que lleva su nombre será sede de diversas actividades que a lo largo del año se realizarán, desde lecturas poéticas, talleres, concursos, conferencias, exposiciones, eventos artísticos y hasta la creación de una estatua de Alí Chumacero, sentado en una banca de la plaza principal, donde estará rodeado de la iglesia y el palacio municipal.

“Ali es uno de los grandes orgullos de Acaponeta y le estamos preparando un homenaje durante todo el 2018. Hemos empezado con la declaratoria de ‘2018. Año del Centenario del Natalicio de Alí Chumacero’”, dice Olga Haydee Jiménez Saizar, directora de la Casa de Cultura Alí Chumacero. Es la encargada de coordinar los festejos por el Centenario del editor y poeta. Aun cuando se han planteado actividades como realizar una estatua y un mural de Alí, tiene toda su fe en actividades de mayor penetración entre los acaponetenses como exposiciones, talleres, concursos, espectáculos de danza y lecturas de su obra.

La propuesta más importante es una campaña donde estudiantes de nivel superior sean multiplicadores, entre alumnos y alumnas de todas las escuelas del municipio, desde preescolar, primaria, secundaria, preparatoria y las de nivel superior, de pasajes de la obra y la vida de Alí Chumacero. “Eso habla de la gran admiración, del cariño y un reconocimiento justo que el pueblo le brinda a Alí. No se trata de hacer un evento de un día, sino que se hagan lecturas a lo largo del año”, señala Jiménez Saizar.

Tras las huellas del poeta. Alma Vidal, la poeta, promotora cultural y amiga de Alí Chumacero, es otra de las incansables impulsoras de la obra del poeta de Acaponeta. Ha ido armando la historia de Alí y del mítico “Barrio de la CH”, calle que tuvo la grandiosa distinción, dice, de escuchar los chismorreos de Chepina, Chenta, Chabela y Chayo, amigas, ellas, de la familia Chumacero.

Es ella quien reconoce que Alí siendo chiquilistrillo, supo de las avenidas del río por donde cruza el ferrocarril y de los ahogados que la corriente engulló. “El aprendizaje pueblerino lo llenó de encantadora picardía. Tal vez, en el chispear de los copechis o en el oscuro vuelo de los chinacates encontró el misterio, y el ansia contenida se vio envuelta en el lenguaje, y con sus telares de palabras tejió los signos que enuncian lo perpetuo, la poesía. ‘Así es la vida, y hay que vivirla intensamente para poder escribir con altura profunda. ¡Antes de escribir, vive! Ya tendrás tiempo de sobra para perderlo en fantasías’ decía el hijo predilecto de Acaponeta”.

El poeta que conquistó el mundo con sólo tres libros de poesía y podría ser mito con sólo el último verso de su “Poema de amorosa raíz”, vive en cada calle, en cada casa de Acaponeta, en la plazuela central de esta tierra de bellas gardenías, donde se come puerco tatemado y gorditas bañadas en caldo de gallina, aunque se fue siendo muy joven.

“Ali, nunca volvió, estuvo muchos años fuera, ya cuando se sentía más viejo empezó a venir, venía hasta cuatro veces al año, llegando aquí yo le daba mil pesos, ganaba bien pero vivía bien, le gustaba el whisky. Cuando venía se quedaba aquí en la casa, venía por ocho días; luego iba a Tepic, le hacían homenajes por todos lados, cuando le dieron el Premio Nacional eran más homenajes”, afirma Alfonso, su hermano de 93 años, el único que aún vive y que invita con el mismo humor de Alí: “No habrá lana, pero hay cervezas, refrescos, hielo, whisky, tequila. ¿Qué quieren tomar?”

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