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Hay un antes y un después en la vida y en la literatura de Rafael Pérez Gay. Perseguir la noche (Seix Barral) no sólo cierra su exploración sobre el dolor, la enfermedad, la muerte y la noche; esa novela de autoficción, es también un informe personal de su confrontación con el cáncer de vejiga que le fue diagnosticado justo cuando el escritor, periodista y cronista cumplió 50 años.

Perseguir la noche ocurre en tres espacios narrativos. El primero de ellos la enfermedad, esa es una noche; el segundo de ellos es un plan de evasión de esa noche, hacia otra noche que es el pasado, la Ciudad de México y los escritores modernistas; y el último espacio, es la noche de la memoria en donde hay una familia, hay un joven que recuerda.

“Estos tres espacios soportan la historia de un cáncer. Aquí hay un narrador, un investigador de la Ciudad de México, de la cultura mexicana que tiene la ilusión de escribir una novela sobre los escritores modernistas y en eso está; ha postergado, como siempre pasa en la vida, los proyectos importantes en la otras cosas que parecen menos importantes cuando recibe la noticia de que tiene un cáncer de vejiga, en ese sentido la historia se convierte en una exploración del dolor, de ese momento en el cual la muerte te mira de cerca”, afirma el narrador en entrevista.

Rafael Pérez Gay, el autor de Paraísos duros de roer, emprendió en 2009 “un tríptico indeseado”, tres novelas donde prevalece la enfermedad y el dolor. En Nos acompañan los muertos está la historia de dos ancianos –sus padres— que avanzan rumbo a la nada, es decir, rumbo a la muerte al tiempo que cuentan ellos y cuenta el narrador que es el hijo, su juventud, su ciudad y su familia. Un relato sobre el adiós a los padres.

Luego, en 2013 escribió El cerebro de mi hermano, una novela breve “que yo no hubiera querido escribir pero que tenía que escribir, no podía no escribirla”, dice Pérez Gay. En esa historia narra la penosísima enfermedad de José María, Chema, su hermano, “una enfermedad que acabó quitándole la vida. Tenía que contarla, no podía pasar frente a mis ojos”.

Y ahora, Perseguir la noche es el cierre de ese tríptico indeseado, y tiene que ver con su enfermedad, con un cáncer de vejiga que tenía que contar y en el que está la ciudad y vuelven los escritores modernistas. “Una parte de mí cree que esos escritores modernistas me regresaron a la vida; es decir, en ese plan de evasión, en ese modo de viajar al pasado ellos lograron cobijarme, Amado Nervo, Bernardo Couto, Alberto Leduc, José Juan Tablada y ese gran artista que es Julio Ruelas, los vi con toda claridad, los fui siguiendo”.

Rafael Pérez Gay había iniciado un camino que es el de la enfermedad y el de la incertidumbre y los escritores modernistas, de algún modo, lo regresaron a su presente. Sin embargo en ese ir tras ellos, Rafa regresó a su infancia, a su amada calle de Madero, a la Ciudad de México que tanto ama; fue una idea al pasado pero siempre contado desde su presente.

“Yo digo en uno de los capítulos que las enfermedades que te perdonan la vida o la muerte, de algún modo te liberan y en el momento en que yo estuve enfermo sufrí o padecí o gocé de una especie de liberación, es decir, escribir exactamente como yo quería escribir y las historias que quería escribir, además en el camino afiancé algo que es derruir el falso dilema entre periodismo y literatura, no hay ese dilema para mí”, asegura el también traductor y editor.

En esta novela, dice Pérez Gay “fui uno y lo mismo”. Asegura que no fue fácil porque la memoria le regresó momentos muy difíciles en los cuales había una incertidumbre, pero los ataca con humor.

Pero además, en el libro, dice, hizo varios tratamientos, que son en realidad estudios del dolor, porque en cierto sentido una parte de Perseguir la noche es una exploración sobre el dolor, sobre el dolor agudo, el dolor crónico, pero no sólo físico también el dolor mental que puede llegar a ser para un enfermo insoportable.

“A esa hora maldita que son las cuatro de la mañana cuando despiertas y vienen los fantasmas por ti a hacerte las más terribles y bárbaras preguntas. Es también un informe negro. Me estoy informando cosas que probablemente yo mismo no conocía, me estoy conociendo a mí mismo, en este sentido es un viaje introspectivo y escribirlo fue eso, ir adentro de mí mismo como hacen todos los escritores cuando escriben una historia que realmente necesitan escribir”, señala el novelista.

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