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La editorial Satori publicó la novela El futón (traducción de Rumi Sato, 2025), del narrador, ensayista y crítico literario japonés Tayama Katai (1872–1930), quien vivió durante la era Meiji (1868–1912), periodo caracterizado por el impulso a la modernización del país, con el ferrocarril como símbolo del progreso y la adopción de prácticas culturales europeas, acompañadas de la religión cristiana, la moda en el vestir, la gastronomía y, para nuestros fines, el arte y la literatura.
Tayama Katai pertenece a un grupo de autores que adaptan los estilos occidentales al contexto de la antigua isla de Cipango, marcada por la tradición de la cultura samurái, el dominio patriarcal y la sujeción de la mujer a los intereses del varón.
En este ambiente, Tayama Katai asume los procedimientos del naturalismo a través de la lectura de autores como los franceses Émile Zola y Guy de Maupassant; el alemán Gerhart Hauptmann; el noruego Henrik Ibsen, y el ruso Iván Turguénev, para recrear una pasión propia de las novelas de salón del siglo XIX, con un fuerte conflicto psicológico y un desenlace fatídico.
El futón, o mejor dicho “la colchoneta”, narra la historia de un escritor, Takenaka Tokio, que asume la tutoría de una joven provinciana, Yoshiko, quien sueña con ser escritora y requiere la guía de un hombre maduro y experimentado –y casado, con tres hijos, como es él– para abrirse paso en el mundo de las letras. Con el correr de los días, las lecciones se convierten en un tormento a causa de los requiebros amorosos de Tokio, quien enfrenta la culpa moral de seducir a una joven menor que él, junto con la posible pérdida de su prestigio como intelectual respetable.
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El suplicio mental, los embates del deseo y el peso de la realidad consumen al escritor y dan tregua a la joven, quien entabla un noviazgo “íntimo” con otro personaje y, a consecuencia de la deshonra, debe regresar a su pueblo en la montaña. Mientras tanto, el escritor frustrado se refugia en el futón como prenda y fetiche que le infunde el aroma y el recuerdo de la amada ausente.
La obra resulta especialmente interesante por el fino dibujo de los personajes y la cuidadosa pintura de las pasiones, sobre todo si se considera que Tayama Katai está cimentando las bases de un nuevo estilo literario que más tarde recibirá el nombre de “novela del yo”, caracterizada por el tono autobiográfico, la exploración de la vida interior de los protagonistas, el realismo crudo y honesto, y la tensión constante entre el deseo y las normas morales, entre otros rasgos.
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La estructura de El futón responde al arquetipo anterior. Se trata de un relato que se anuda en torno a un solo conflicto: la atracción fatal de Tokio por Yoshiko y su imposible realización. La historia es lineal y está narrada en tercera persona, con un punto de vista centrado en Tokio, quien funciona como alter ego de Tayama Katai, pues el autor vivió una experiencia similar a la que ahora representa por medio de la ficción.
Otro elemento relevante, propio de las literaturas emergentes, es la intertextualidad. En la novela, el autor fabula su vida como escritor y lector de obras tutelares que le brindan materia narrativa. En las páginas de El futón aparecen alusiones a Almas solitarias, de Hauptmann; Casa de muñecas, de Henrik Ibsen; las novelas cortas El padre y Fuerte como la muerte, de Maupassant; así como Punin y Babúrin, de Iván Turguénev, obras que ponen en perspectiva la urgencia del deseo y el tormento culposo que acompaña su posible concreción.
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