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Como parte de la restauración de la antigua cultura priísta, que nos trajo el gobierno de Enrique Peña Nieto, los rituales del viejo partido han vuelto. Intactos y alentados por un análisis político y mediático que rememora los estilos y las tradiciones de un priísmo que nunca se fue a pesar de haber perdido el poder, hoy estamos inmersos en los mismos ritos del “destape” que por más de 75 años dictó el destino de la sucesión presidencial de este país.
Sólo hay dos diferencias, no menores, entre los rituales priístas del pasado y los de la época actual. La primera diferencia es que la ansiedad por conocer el nombre del “ungido” ya no necesariamente tiene que ver con la certeza de quién será el próximo presidente, si acaso, el de un candidato más que competirá por el poder; y la segunda diferencia es que, como no ocurría en el pasado, cuando no sentían pena alguna en ocultarlo, hoy el PRI se esfuerza por montar toda una gran simulación —otra de sus más acendradas prácticas— para revestir de “democracia interna” y de una “Convención de Delegados”, el mismo “dedazo” presidencial que, hoy como en el pasado, decidirá quién es su candidato al 2018.
Así tenemos de vuelta, también restaurados, a los prestidigitadores que se esfuerzan por adivinar la fecha en que el gran “dedo” se moverá para apuntar al elegido. “No pasará del 25 de noviembre”, dicen algunos. “El lunes 27 se conocerá la gran decisión”, apuntan otros. Y puede que unos u otros tengan razón aunque en el despacho principal de la sede priísta de Insurgentes Norte, su dirigente, Enrique Ochoa Reza, afirma que no será tan pronto y que la definición, que por supuesto él no toma en ningún sentido, ocurrirá más cerca del plazo legal para el inicio de las precampañas, es decir, el 14 de diciembre próximo.
Entre las cúpulas priístas se afirma que el nombre de su candidato se conocerá la primera semana de diciembre, es decir entre 15 y 20 días más, lapso en el cual se publicará primero la convocatoria para la Convención de Delegados en donde habrá de simularse y revestirse de “democrática y estatutaria” la decisión que previamente tome en Los Pinos el presidente Peña Nieto.
Pero mientras llega ese momento, por el que muchos se comen las uñas y esperan nerviosos la señal del Tlatoani, lo que es un hecho es que en el PRI y en el gobierno peñista hay un extraño optimismo de que la cosas han mejorado para su partido. A partir de algunas encuestas que colocan al PRI, en los careos entre posibles candidatos, en un empate técnico con los aspirantes del Frente Ciudadano por México y, en las mediciones por partido incluso ya en algunos sondeos en el primer lugar de preferencias, se ha desatado toda una euforia en Insurgentes Norte y en Los Pinos, en donde hablan ya de un triunfo posible en el 2018.
“Ya estamos en el segundo lugar, hemos desplazado al Frente que se desplomó”, sostiene el presidente del PRI, Enrique Ochoa quien atribuye la “recuperación” de su partido a que también el presidente Peña Nieto se recuperó en sus niveles de aprobación. “Del 10% que llegó a tener durante el gasolinazo (enero 2017) ahora el presidente anda en niveles de aprobación del 30%. Eso también se ha reflejado en una mejoría del PRI”, afirmó su dirigente en una comida reciente. Pero el optimismo de Ochoa no para ahí, pues el dirigente asegura que, con las cifras actuales que les dan sus encuestas, desde el segundo lugar que afirma ya tener consolidado, “estamos a un mal fin de semana de López Obrador y le ganamos las elecciones”.
Las mismas cuentas alegres de Ochoa Reza se le han escuchado en Los Pinos a Peña Nieto. Y esa confianza “exultante” que describen en el presidente, tiene que ver con la estrategia que ya preparan en el gobierno y su partido para llegar al 2018 con todo el aparato de poder, programas y recursos públicos incluidos, para apuntalar al que resulte candidato del PRI. Si a eso se le suman los resortes mediáticos y políticos que el sistema está activando, no hay duda el próximo año veremos, al mismo estilo del Estado de México, una elección en la que se mueve toda la maquinaria gubernamental volcada para favorecer al abanderado priísta.
NOTAS INDISCRETAS…
Una versión inquietante que se escucha sobre el arbitrario decomiso de las “cajas de seguridad” en Cancún, por parte de la PGR, es que en una de esas cajas un sobrino de Javier Duarte de Ochoa, el ex gobernador preso de Veracruz, guardaba videos que su tío le dio en resguardo y en donde aparecen políticos de alto nivel, algunos de ellos de nivel federal, que recibían dinero en efectivo del gobierno de Veracruz. La versión no la confirman por supuesto en la hermética PGR, pero si se liga con las recientes declaraciones amenazantes de Duarte, en las que dijo desde la cárcel: “Me estoy mordiendo un huevo por no decir lo que tengo que decir”, parece que el rumor de las cajas de Cancún cobra sentido… Los dados mandan Escalera Doble. Buen tiro.
sgarciasoto@hotmail.com