Domingo 28 de enero a la una de la tarde. Dos hechos, aparentemente inconexos, ocurren simultáneamente en la Ciudad de México y en una localidad de la costa chica de Guerrero:

1. En la procuraduría capitalina, el señor Marco Antonio Sánchez Chávez, confirma que su hijo de 17 años, desaparecido cinco días antes, está vivo. La policía ministerial le ha mostrado un video de las cámaras de seguridad de un juzgado cívico de Tlalnepantla captado la noche del sábado 27 de enero. Ahí ve el ingreso y posterior liberación, una hora después, del joven Marco Antonio Sánchez Flores, quien el martes 23 de enero había sido sometido y detenido por cuatro agentes de la Secretaría de Seguridad Pública de la Ciudad de México.

2. En la localidad de Pochotillo, municipio de Tecoanapa, a 120 kilómetros al noreste de Acapulco, policías comunitarios retienen a quince agentes ministeriales de Guerrero y a cuatro de la Secretaría de Seguridad Pública de la CDMX. Ellos habían irrumpido violentamente en al menos cuatro domicilios de la comunidad para llevarse a uno de sus habitantes.

El martes 23 de enero, Marco Antonio Sánchez Flores, un estudiante de la preparatoria 8 de la UNAM, tomaba fotos, acompañado de un amigo, a un grafiti que está frente a la estación El Rosario del Metrobús en Azcapotzalco. Cuando pedía a otra persona que les tomara una fotografía a él y a su amigo, dos policías se acercaron y acusaron a Sánchez Flores de querer atracar al hombre al que le habían solicitado el favor. Su amigo relató que explicaron a los policías que no se trataba de un asalto. Los agentes insistieron y revisaron su mochila.

El joven estudiante se asustó y echó a correr hacia la estación del Metrobús, por lo que los policías lo alcanzaron, lo maniataron y lo golpearon, tanto con un casco, como con una macana. El amigo tomó una fotografía de Marco Antonio sometido. Los agentes pidieron una patrulla en la que lo subieron y llevaron. Dos de los policías, Ricardo Tejo Juárez y Martín Jesús González Martínez, declararon que regresaron a la estación del Metrobús en busca del acusador, pero que ya no lo encontraron, por lo que calles más adelante dejaron en libertad a Marco Antonio. Nada se supo después de los otros dos policías: Ricardo de la Rosa Guzmán y Ubel Mora Gallardo.

Éste último era el protegido de la policía comunitaria de Pochotillo, localidad de la que es oriundo y a la que fue a esconderse. Por él habían ido el domingo los policías de la CDMX retenidos en el poblado. Ellos y los ministeriales de Guerrero fueron liberados a las cinco de la tarde del lunes pasado y trajeron consigo a Mora Gallardo.

Para entonces, Sánchez Flores ya estaba internado en un siquiátrico, donde se diagnosticó que sufría delirio mixto, probable consecuencia de golpes recibidos o del trauma generado por su detención, extravío, deshidratación y falta de alimentos. Había sido localizado a las nueve treinta de la noche del domingo deambulando en el fraccionamiento Los Álamos, en el municipio mexiquense de Melchor Ocampo, a casi 30 kilómetros de la estación Rosario, donde cinco días atentes fue detenido. Su estado era lamentable: desorientado, sin reconocer a sus padres, golpeado y con esguince en un pie, imposibilitado para declarar sobre lo ocurrido. Su padre condena que se le criminalice sugiriendo que es ladrón o drogadicto. Él y sus amigos de la Prepa 8 confirman que es deportista y estudioso. La ropa con la que apareció no es la que llevaba el día de su detención.

Son muchas las incógnitas que justifican la indignación social que ha desatado este asunto. ¿Por qué no se respetaron los protocolos de detención siendo menor de edad? ¿Acaso se le detuvo por su apariencia, por ser joven, por ser de escasos recursos? ¿Por qué huyó el policía Mora Gallardo y por qué lo protegía la policía comunitaria de su pueblo? ¿Sabían el jefe de gobierno Miguel Ángel Mancera y su secretario de Seguridad Pública, Hiram Almeida, que uno de los involucrados había escapado aún cuando tenía la orden de no salir? ¿Por qué policías capitalinos hacían funciones que corresponden a ministeriales?

Algo muy podrido huele en este caso. Estamos tan acostumbrados a vivir en la mentira que resulta un escándalo siquiera sugerir una verdad.

INSTANTÁNEAS: 1. ESPINO. Manuel Espino, ex presidente nacional del PAN, está por definir si él y Ruta 5, agrupación ciudadana que encabeza, apoyará a AMLO. ¿Será cierto que, más allá de convicciones políticas, Espino obtendría así el apoyo de Morena para que su pareja, hermana del panista José Luis Durán Reveles, obtenga una candidatura que Acción Nacional le regatea?  

2. SPOTS. En la precampaña por la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, cada día se encarniza más la lucha entre la candidata de Morena, Claudia Sheinbaum y la frentista, Alejandra Barrales. Dicen los seguidores de la ex presidenta nacional del PRD, que Sheinbaum ha empezado a copiar el formato y producción de sus spots televisivos, para evitar, aseguran, que Barrales siga avanzando en las preferencias electorales.

3. TRÁNSFUGA. El diputado federal oaxaqueño Samuel Gurrión, se convirtió ayer en uno de los primeros priístas que renuncia formalmente a ese partido para incorporarse a la colación Por México al Frente.

 

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