Ya he publicado en este espacio varias fotografías de mi modelo Robin, quien durante una década me hizo el honor de posar para mi cámara en diversas ocasiones y circunstancias.

La que hoy aparece la capturé cuando Robin peinaba su rubia cabellera, que era tan larga que le llegaba a las corvas de las piernas. Me decía que cuando se lavaba el pelo tardaba tres días para que se secase completamente. La bella mujer de origen norteamericano medía 1.90 cm. de altura y poseía, además de un cuerpo extraordinario, unas blancas y enormes manos que cuidaba con esmero.

Mientras yo trabajaba con ella en la sesión fotográfica, Salvador Elizondo aprovechó para salir a sus negocios literarios:

Entre la fotografía y la vida literaria
Entre la fotografía y la vida literaria

Martes 7 de noviembre, 1971.— Mientras Paulina trabaja con su modelo aproveché para salir a visitar a Diez Canedo. Toma mis cuatro libros. Llegaron muchos libros hoy: uno de poemas de Jaime García Terrés, creo que hay algunos poemas excelentes; un libro de Carlos Fuentes. Trae un capítulo donde habla de los viejos tiempos y me hace parecer como un personaje “excéntrico y nocturnal”, recuerda mi estudio de las calles de Tacuba. También me trajo Emiliano González Pedrero Campos el libro de su madre, donde hay dos ensayos críticos sobre mí. Teresina, la poetisa amiga de Isabel Fraire, me envió un recorte de periódico brasileño con su artículo sobre mí que se llama “S.E. , un mexicano mágico”. Luego vino Malke con mensaje de la colonia judía para felicitarme por mi artículo de ayer. Finalmente vino Arturo para traerme las invitaciones para el homenaje a Valéry.

Mi vida ya es totalmente literaria... y estúpida. Lo bueno es que aquí se acaba. Tengo que terminar los cuatro libros que le prometí a Diez Canedo.

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