“Felicidades por su tremenda campaña... Ha demostrado que es el competidor y el luchador supremo. Siempre he sentido un profundo respeto por usted… Espero que pueda hacer América grande de nuevo, Bill”. Justo hace un año con más o menos palabras, Bill Belichick, simpatizante desde hace tiempo del partido demócrata, le extendió su apoyo en una breve carta al ahora presidente de Estados Unidos de América. Y es que no es un secreto que el entrenador de los Patriots de Nueva Inglaterra y Donald Trump gozan de una buena amistad y fue por ello que días antes de las votaciones leyó el párrafo antes mencionado con un breve… “El me escribió la carta más hermosa del mundo”.

Con los Patriots no hay medias tintas, o los amas o los odias, los sentimientos hacia el cinco veces campeón de la NFL son muy claros, mientras que las emociones que genera Donald Trump no distan mucho en similitudes. El mandamás de Estados Unidos tampoco tiene un gran club de fans comparten tanto que el mismísimo Trump ha llegado a compararse con el equipo de Nueva Inglaterra en varias ocasiones, si, el representativo de la NFL de uno de los estados más liberales es con el que se siente plenamente identificado, sin ser su aficionado.

Si Donald Trump habla, se cimbra la tierra, literal. Cuando Bill Belichick habla, también. Ser carismático no es su virtud y cada que realiza una declaración puedes esperar una peor.

Justo cuando miles de aficionados mexicanos caían rendidos a sus pies tras el juego ante Raiders, el coach de los Patriots decidió confesar que no muere de ganas por regresar a México, “estamos cansados, mis jugadores hicieron un gran trabajo ante todos los desafíos. Somos afortunados que no hubo erupciones volcánicas o terremotos”, ¿insensible?, ¿ignorante?, ¿sarcástico?, ¡no!, fue Belichick siendo Belichick.

En México debemos aprender a no abrirle los brazos a cualquiera, ciegamente recibimos a nuestros visitantes buscando ser los mejores anfitriones posibles y es por ello que cualquier espectáculo deportivo es redituable, ahora son miles los indignados con el coach de Pats, pero como bien se dice por ahí: la culpa no es del indio.

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