Colocado entre el repudio del pueblo al que ha tiranizado durante todo su desgobierno y el rechazo de una buena parte del mundo, que desaprueba su permanencia en el gobierno de Venezuela, Nicolás Maduro enfrenta una dura prueba para sobrevivir en el poder. ¿Podrá salirse una vez más con la suya?

Algunos de los factores a considerar en cualquier desenlace, son:

El presidente de la Asamblea Nacional (legítima), Juan Guaidó, se autoproclamó “presidente encargado” sin fundamentos jurídicos. “Jurar” el cargo frente a una multitud iracunda por la esclavitud a la que la ha sido sometida, no le da legalidad ni legitimidad.

Guaidó no necesitaba más que instigar a un pueblo que ha sufrido lo indecible por la devastadora gestión de un ex camionero aferrado al poder, para asumirse como “presidente encargado”. La gente tenía oídos para escucharlo. Pudo haber atendido cualquier otra voz.

Su “juramento”, que no fue hecho ni ante el mismo órgano que preside, siendo el representante de la soberanía, es inválido, con independencia de que sus pares lo respalden. Con esto no se defiende a un sátrapa.

Que Estados Unidos, Canadá, Brasil, Colombia, Perú, Ecuador y organismos internacionales apoyen a Guaidó, no significa mucho, con todo lo que pesen en la opinión pública Internacional.

Ninguno de esos países, ni todos juntos, pueden erigirse en soberanía supranacional para reconocer a Guaidó en el poder que, si bien tiene razones sobradas para buscar una salida a la crisis de Venezuela, no cuenta más que con la aclamación de la gente, derivada de su calamitosa situación y de la urgencia de un cambio.

El llamado que hizo el presidente de Estados Unidos a que otras naciones se sumen al reconocimiento de Guaidó como “presidente interino”, así como el de su secretario de Estado, Mike Pompeo, de que pedirá a Maduro su renuncia al puesto “en favor del líder legítimo que refleja la voluntad del pueblo venezolano”, no tienen sustento ni en la política ni en el derecho. En el caso, no hay consenso ni ley.

Si EU le va a pedir al presidente venezolano que renuncie, significa que lo reconoce. Además, ¿con qué instrumental político-diplomático podría Guaidó establecer relaciones con el gobierno de Trump?

El deseo de millones de personas de que Maduro deje de subyugar a la sociedad y que dé paso a un proceso democrático en el que ésta elija libremente a sus gobernantes, no es suficiente para que el presidente atienda dócilmente la petición que Pompeo quiere hacerle de que “renuncie al puesto”.

Las declaraciones de muchos países sólo han generado contradicciones y confusión. Por eso, la postura de México es tan clara como indubitable. No reconoce a Juan Guaidó. Las relaciones de nuestro gobierno permanecen inalterables con el de Nicolás Maduro.

Si Estados Unidos opta por utilizar “todo el peso del poder económico y diplomático para presionar por la restauración de la democracia venezolana”, como advirtió Trump, tendrá que ir más lejos. Esperar que Maduro abandone el cargo sin resistencia, es una utopía; menos, teniendo a China, Rusia, Irán, Cuba, Bolivia de su lado.

Cuantas veces se ha intentado tirarlo, desde dentro o desde fuera, ha sido imposible. Pero de que debe dejar el poder, no hay duda. Su régimen de opresión es inadmisible.

Para echarlo, el camino más probable, de acuerdo con las declaraciones que hizo en mi programa radiofónico el presidente del Tribunal Supremo de Justicia de ese país, Miguel Ángel Martín Tortabú (legítimo en el exilio), es que se siga fortaleciendo la disidencia y la posición que guarda ya la tropa, ostensiblemente indispuesta a cumplir las órdenes de los generales que respaldan a Maduro. Ahí descansa la posibilidad más racional de que Venezuela transite de la tiranía a la democracia.

Toda la élite castrense, es bien sabido, lleva décadas en el poder y ha sido acusada de tener vínculos con el narcotráfico. Su aparición en medios, programada para el 23 por la noche, inmediatamente del estallido, era una grabación.

Si con esos antecedentes los generales quieren sostener a su cómplice, Nicolás Maduro podría perder el único apoyo que tiene e, irremediablemente, marcharse.

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