México, como colonia y como país independiente, ha sido y es un botín. El saqueo de 300 años llevado a cabo por España, lo dejó en la ruina. El siglo posterior que transcurrió hasta la Revolución, no cambió el amor al robo. Pero la cleptocracia criolla que se instaló en el poder después de ese movimiento, durante otros cien años, ha terminado por arruinarlo. El coloniaje sigue vigente.

Esos tres momentos han caracterizado política, económica, social y culturalmente al país que somos. Su alma y su estructura están desarticulados y vacíos. Las leyes y las instituciones apenas lo sostienen. El futuro no puede ser más ominoso.

La enfermedad más grave que sufre la República, es la discordia, generada por la dualidad que forman los inmensamente ricos y los calamitosamente pobres; deriva de la devastación provocada por quienes se han autoproclamado salvadores cuando han buscado y conseguido los cargos públicos. El bien común con el que estarían comprometidos, sólo ha sido un instrumento para alcanzar sus propósitos.

Esa cleptocracia, concepto que deriva del griego clepto, y significa quitar, y cracia, que se entiende como fuerza, ha sido y es el dominio de los ladrones públicos. Constituye la formación y acción del poder basado en la apropiación del caudal nacional. Se institucionaliza sobre la corrupción, nepotismo, patrimonialismo e impunidad, y únicamente ve al enriquecimiento de los que detentan el mando.

Si bien en la mayoría de los gobiernos se pueden dar actos de corrupción e ilegalidad, la cleptocracia se distingue porque se extiende a todas las esferas y niveles del poder. La impunidad y la reincidencia es asegurada entre, por, y para todos. Y si el Ejecutivo controla al Legislativo y al Judicial, esa perversión política se perpetúa. Fue lo que pasó con los anteriores gobiernos. Por eso, el desafío del actual por romper ese ciclo alcanza dimensiones formidables.

El ideal presidencial de desterrar ese tipo de personajes, de los cuales está poblada la historia, es noble, loable y debe ser apoyado por todos, pues sus inconmensurables y ofensivas fortunas fueron construidas desde el erario. Los convirtió en una oligarquía autoritaria.

Dueños del poder económico-político, han impuesto y mantenido el Proyecto de Nación. Es su fuente de enriquecimiento que a toda costa buscan recrear. La mascarada de su atraco es la democracia, convalidada interesadamente por sus intelectuales orgánicos. Esa forma de gobierno es una farsa que empieza y acaba en las urnas. En cada elección, la sociedad no ha hecho más cambiar de amos.

En los últimos comicios, la ciudadanía expresó su esperanza de que esa constante llegase a su fin; botó a los partidos que encarnan los grandes males que la lastiman.

Algunos indicadores dicen que la espera y la confianza siguen vigentes. Los ocho meses de gobierno legal, todavía no arrojan resultados, pero la exigencia de que la catástrofe sea detenida, no cesará; por el cansancio, desesperación y repudio a las mismas prácticas políticas, se incrementará y radicalizará.

Para evitarlo, un primer paso sería evitar la verborragia y llamar a cuentas a algunos voraces pillos… que todo mundo conoce.

SOTTO VOCE...

Héctor Astudillo, gobernador de Guerrero, se ve obligado a sublimar su gestión por el desabasto de fertilizantes, el empobrecimiento de miles de familias debido al descenso de precios de la goma de opio, de lo que viven, y la contaminación de las playas de Acapulco. Pero con esfuerzo y perseverancia, sale adelante… Trabajo legislativo de excelencia, el de Julio Menchaca Salazar como presidente de la Comisión de Justica del Senado de la República. Por eso, la Ley de Extinción de Dominio fue votada sin ningún contratiempo en ambas cámaras federales… Con apoyo sobrado, Mario Delgado es el aspirante más fuerte a dirigencia nacional de Morena.

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@mariobeteta

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