El imaginario mexicano sufre cuando su presidente declara que por ningún motivo reconocerá a Cataluña en este intento por separarse de España. No todos los mexicanos compartimos esta supina emoción protocolaria del régimen en turno, movida por intereses de coyuntura y no como una consecuencia fiel de su República. Ante esta expresión, el presidente mexicano ni se conduce con legitimidad ni representa a la expertise diplomática que alguna vez se construyó en el edificio emblemático de Tlatelolco en la Ciudad de México. Cataluña es demasiado para muchos de los mexicanos y los intentos de separación se consideran modelos consecuentes de regímenes de facto que por supuesto deben ser reconocidos por las naciones. México resolvió en el pasado mediante una diplomacia que formulaba culturalmente a la dignidad civilizatoria, intervenciones oportunas en materia de equilibrio hemisférico para recordarle a los países industrializados que sus eufemismos usados no tenían efecto de ser considerados más que oprobiosos y en consecuencia desestimados por países con gobiernos de resistencia. La posrevolución en México generaba congruencia y proyección institucional.

Cataluña es atractiva para muchos mexicanos cuando no sólo desafía al anquilosado gobierno español, sino que nos seduce cuando discute cambios de fondo que deben poner de relevancia espacios de libertades que por siglos no han demostrado más que su limitada expresión, colonización desmedida de modelos nacionales en espacios locales y finanzas que engrosan fondos públicos españoles y que despiertan sospechas de verse sobradamente invertidos en territorio catalán, región productiva, culta por devoción y desarrollada por aspiración. Ese proceso de separación, es una evidente propuesta de cambio que España debería ventilar seriamente ante su régimen interior y que el parlamento europeo debe discutir con atinada puntería para contrarrestar efectos de dislocación social en ese continente pluridiverso, capital de la conciencia emancipatoria occidental.

Partidos políticos que pretenden sitiar al congreso catalán desde su régimen interior, intentan parar la propuesta delegada que sea legítima en un concierto de independentismo. El tribunal constitucional español tiene la palabra libertaria para hacer sucumbir la parálisis de negociación entre la ruptura catalana y la continuidad española. Pero el periplo reconocido con mayor intensidad es regresar a donde supuestamente pertenecen los soberanistas catalanes: España. Esa versión no se cree ni de chiste ante una amenaza a los intereses de la sociedad catalana que ya se manifestó en masa de que no requiere mayor sobreprotección española y que la bandera monárquica no logra abundar en la conciencia catalana más que por una reminiscencia ancestral que habría que dejar de reverenciar. En México sigue la propuesta de establecer criterios para instaurar senados locales. No sólo la entidad federativa de Oaxaca requiere de un senado estatal, sino que las comunidades de la región del Istmo de Tehuantepec deberían ostentar sus senados municipales. Eso abriría la posibilidad de que los intereses de la inversión extranjera directa (IED) sea tasada en términos de lo local y lo global. El Istmo de Tehuantepec podría de esa manera seguir los pasos de Cataluña en menor dimensión política: su separación de México sería improbable, pero podría lograr en el mediano plazo su separación de Oaxaca.

España en voz de Fernando Savater es una construcción legítima que se demuestra estatuida en la conciencia constitucional. Para los legos es una figura jurídica sobreestimada en espacios de asamblea locales. Una Constitución en lo nacional puede prevaricar a una Constitución en lo regional. Savater al referirse al caso vasco desestima los medios y juzga los fines. Si bien los medios son extremos, los fines no deberían enjuiciarse: se basan en libertades arrogantemente minimizadas por el despotismo español. Los vascos exigen nuevos planteamientos a nuevos desarrollos emancipatorios. Cataluña requiere de atención intensa sobre su proceso de separación y autogobierno. El presidente en México no puede desestimar lo que toda una sociedad segmentada europea ya prevé para su futuro. México debe revisar su fuente de inspiración en el reconocimiento internacional a nuevas experiencias de cambio político. Lo que pasa en Europa incluye a México. Cataluña aunque viva con la amenaza de no reunir las capacidades legales de arreglo institucional, debe considerar la búsqueda de su obtención independentista, por el bien de Europa y por el bien del mundo.

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