El presidente Andrés Manuel López Obrador puede disentir de la metodología que usan Fitch, Moody’s y Standard & Poor’s para asignar calificaciones a la deuda del gobierno mexicano. La Secretaría de Hacienda puede expresar su desacuerdo con el enfoque aplicado para degradar, casi al mismo tiempo, los bonos soberanos y los de Pemex. Rocío Nahle puede tildarlas de ‘hipócritas’, pero lo que no pueden hacer es evitarlas. Los fondos globales tienen miles de millones de dólares invertidos en bonos mexicanos y necesitan saber si les van a pagar, en tiempo y forma, o si mejor se llevan su dinero a otro lado. La forma de saberlo es a través de las calificadoras de valores.

Esto lo sabe el Presidente, porque cuando fue jefe de Gobierno en la capital del país, los dos secretarios de Hacienda que tuvo: Carlos Urzúa y Arturo Herrera –hoy a cargo de las finanzas públicas del país–, tuvieron que renegociar la deuda y se enfrentaron a las calificadoras. Argumentar que su metodología tiene ‘fallas’ porque no toman en cuenta la variable de la corrupción es, por decir los menos, inocente: a las calificadoras lo que les importa es la capacidad de pago de las entidades que emiten deuda en los mercados y cuando ven una tormenta a la vista, actúan, como lo hicieron el miércoles y jueves con el soberano y con Pemex.

La analogía del barco y la tormenta ayuda a describir de mejor forma lo que están viendo no sólo las calificadoras, sino los bancos de inversión, los organismos internacionales y el propio Banco de México: que la economía mexicana se está debilitando rápidamente por diferentes factores. Uno, muy importante, es la sequía de inversión privada, ligada a la incertidumbre que generan los proyectos y las políticas públicas del nuevo gobierno; otro son los choques externos, derivados de la desaceleración económica mundial y las tensiones comerciales, ahora vividas en carne propia con las amenazas arancelarias de Donald Trump .

Caso aparte es el de Pemex. Aquella malograda reunión de enero pasado en Nueva York, con analistas e inversionistas, fue sólo el preludio de lo que vendría. Según las declaraciones de algunos de los asistentes, la presentación del director financiero, Alberto Velázquez , los decepcionó. “Hay una completa desconexión con la percepción del mercado", dijo uno de ellos. "El director financiero no mostró entendimiento de la compañía y no impresionó para nada. Es problema de AMLO porque él lo eligió. Tiene que irse", soltó otro.

A finales de enero vino la segunda llamada para el management de Pemex, cuando Fitch degradó la calificación de Pemex, dejando un escalón del grado especulativo, es decir, sin grado de inversión. Aquella vez, el presidente López Obrador llamó “hipócrita”, la calificación de Fitch, lo cual fue respaldado por la secretaria de Energía, Rocío Nahle , quien insistió en que Pemex está “mejor que nunca”.

Nahle también cuestionó “las intenciones” de la agencia calificadora y aseguró no entender su resolución sobre Pemex. En marzo, el secretario de Hacienda, Carlos Urzúa , pidió no hacer una tormenta en un vaso de agua por la perspectiva negativa de la deuda soberana por parte de Standard & Poor’s. “Hay que tomarlo como un granito de sal”, dijo, y a mediados de abril sostuvo que no creía que las calificadoras recortarían la nota de Pemex.

El optimismo desbordado del secretario de Hacienda se juntó con la ingenuidad o desconocimiento del Presidente y la secretaria de Energía, porque este jueves Fitch le quitó el grado de inversión a Pemex, colocando sus bonos como ‘basura’.

No sólo es Pemex o la calificación de la deuda. Sólo hay que echarle un ojo al sector industrial, técnicamente en recesión, a la inversión privada, a la venta de autos, a los indicadores de la industria manufacturera, a la confianza empresarial y del consumidor, para darse que ni el país ni la economía van bien, como lo aseguró ayer el Presidente.

Aún estamos a tiempo de evitar que el barco se hunda, pero debe haber cambios radicales en las políticas de gobierno, se deben cancelar proyectos como la refinería de Dos Bocas y la ampliación del Aeropuerto de Santa Lucía, y si de verdad se quiere enviar un guiño a los inversionistas nacionales e internacionales, habría que revivir el aeropuerto de Texcoco. Y más vale que Pemex presente ya su plan de negocios, porque sin siquiera haberlo hecho Fitch ya le quitó el grado de inversión, mientras que Moody’s y S&P están al acecho.

Si algo de esto no ocurre pronto, el barco de la 4T podría chocar con el iceberg y comenzar a hundirse junto con todos sus pasajeros: los mexicanos.

Semarnat y el NAIM

Le comentaba el miércoles pasado que la llamada que desde Semarnat se hizo el viernes 24 de mayo para que el vuelo AM198 regresar a la puerta de embarque por la exsecretaria Josefa González Blanco , la realizó su Coordinadora de Asesores María Julia Calderón Sambarino .

Pues bien, coincidentemente la ahora también exfuncionaria tiene historial en el ámbito aeroportuario, sobre todo en la administración del presidente Enrique Peña Nieto , en la que se desempeñó como uno de los elementos clave de la dirección Corporativa de Infraestructura del Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México, entonces dirigido por Federico Patiño .

En el GACM, Calderón Sambarino desempeñó cargos como gerente de Análisis Normativo y Procesos; subdirectora de Normatividad y Servicios Aeroportuarios, y subdirectora de Control de Obra Lado Tierra, el último hasta 2018 y siempre bajo la dirección del responsable de la construcción de la obra, Raúl González Apaolaza .

Es curioso que la emblemática llamada la haya realizado un personaje con múltiples vínculos con el sector aeronáutico, pero más que en la Semarnat, encargada de autorizar los permisos para el aeropuerto de Santa Lucía, haya aterrizado, en el que se considera el segundo cargo de mayor trascendencia, una de las principales impulsoras de Texcoco.

Omnilife crece con nuevo CEO

Han pasado nueve meses desde que Amaury Vergara asumió la vicepresidente ejecutiva y la dirección general de Omnilife.

En este periodo, la empresa que fundó su padre, Jorge Vergara , incrementó 25% sus ventas globales y mejoró su rentabilidad en 41%, de acuerdo con sus informes financieros.

Además, se incrementaron en 60% los nuevos empresarios Omnilife y su línea de belleza, ahora llamada KENYA VERGARA, registró alzas de 77% en sus ventas.

Grupo Omnilife, además, aumentó su huella de 19 países y abrió operaciones en África.

@MarioMal
mario.maldonado.padilla@gmail.com

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