Este mes en que Netflix trata de lavarle la cara al narco con la tercera temporada de Narcos que, bajo el membrete de “México”, cuenta la historia de cómo se fincó la fama y fortuna del cártel de Guadalajara, también estrena Diablero, de José María Cravioto, cuya tesis universitaria en forma de minidocumental puso a girar las historias no contadas del “Enemigo público número 1”, Alfredo Ríos Galeana: policía del Barapem de día, asaltabancos calificado a media mañana y cantante de boleros rancheros, por la noche en un bar de la Zona Rosa.

Cravioto, que extendió su documental universitario a largometraje con El más buscado, que luego pasó a ser un éxito de taquilla como Mexican gangster mientras Ríos Galeana (que hoy es pastor de Dios), sigue guardado en un penal de Máxima Seguridad. El apólogo del criminal que tenía como socio a mi general Arturo Durazo se pasa ahora del lado del diablo, con la historia de Ramiro Ventura, un sacerdote que busca ayuda satánica en términos del estado de derecho, contactando con Elvis Infante, diablero de profesión y experto en arreglar problemas de uno y mil diablos.

Al dueto que bien podría poner a temblar a la Tripe AAA, se une una heroína: Nancy Gama, para evitar que la cosa pase a mayores. En ese sendero nada luminoso, otra serie (Dios Inc.) de 12 episodios da cuenta de la búsqueda por el Medio Oriente del mismísimo Dios nuestro señor. Un mexicano, Salvador Perereyra, regresa a la CDMX para descubrir que su investigación y hallazgos fueron plagiados.

Mientras esperamos, la sexta (y última) temporada de House of cards, ha cumplido, a pesar de no contar con el malvado Frank Underwood (Kevin Spacey, eliminado de la serie por problemas de acoso). Como si se tratara de una lucha de parejas sin empate y sin indulto (en entre la presidenta Claire Hale y el carismático Doug Stamper contra los hermanos Bill y Annette Shepherd) muchos morirán en el camino a la verdad: unos agonizarán de cuerpo presente y otros lo simularán. Aparte de que terceros serán pasados por armas de grueso calibre y, hasta el presidente ruso, ya no siente lo duro sino lo tupido, mientras el final dejará frío al espectador y con la puerta abierta por si la serie decide regresar sin el menor spoiler que pueda anticipar lo que viene con el regreso de todos los males: Claire Underwood.

Después de alinear como productores ejecutivos de las tres temporadas de Fargo, los hermanos Cohen, Joel y Ethan, se embarcaron este año en lo que iba a ser una miniserie de seis capítulos y terminó en un largometraje, manteniendo la misma estructura de la serie: The Ballad of Buster Scruggs, una comedia negra western, alocada, caprichosa e ingeniosa. Aquí sí aplica eso de que “son los Cohen y a callar”; parece que hasta la misma muerte les tiene respeto en los linderos de la frontera mexicana, antes del muro.

En ese mismo renglón de regresos, pues parece que HBO está reconsiderando retomar una de las series más brillantes e ingeniosas (frenada en la segunda temporada), que pone al descubierto los entretelones de la industria discográfica de los años 70, cuando la música vendía emociones y no la bazofia de la que viven algunos ejecutivos de hoy buenos para nada. Richi Finestra (Bobby Cannavale) parece que está dispuesto con una tercera temporada a recuperar el dinero invertido por Martin Scorsese y Mick Jagger, aparte de contar la verdad.

pepenavar60@gmail.com

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