La máxima categoría celebró su Gran Premio número mil, construyendo su popularidad a base de sangre, sudor y lágrimas, alrededor de figuras que lo mismo se convirtieron en campeones del mundo o en leyendas. A continuación el recuento de algunos inolvidables.

Alberto Ascari.

Ganó para Ferrari su primer campeonato en 1952. Los hechos alrededor de su muerte son escalofriantes, tal como narra el biógrafo Gerald Donaldson: “Murió el 26 de mayo de 1955, a los 36 años, la misma edad y día en que Antonio Ascari, su padre, falleció, pero de junio en 1918. Ambos ganaron 13 carreras, y dejaron atrás esposa y dos hijos”. Siempre portaba su uniforme y casco azul, excepto el día del accidente... Iba de saco y corbata.

Ricardo Rodríguez.

El Chamaco de Oro sorprendió al mundo cuando a los 18 años ya se había subido al podio de las 24 Horas de Le Mans, siendo el más joven en hacerlo, a bordo de un Ferrari. El equipo italiano lo debutó en Monza en 1961, siendo el primer Gran Premio para un volante nacional. Se volvería leyenda al morir en los ensayos del GP de México de 1962.

Jim Clark.

Dueño de un manejo prodigioso, se convirtió en un piloto dominante de los sesenta; la muerte lo sorprendió en la cúspide de su carrera, en una competencia de Fórmula 2 en el circuito alemán de Hockenheim, cuando el Lotus que conducía se impactó contra los árboles.

Jochen Rindt.  

Nunca la máxima categoría había registrado un campeón póstumo, hasta que en 1970 este rudo austriaco falleció cuatro carreras antes de finalizar la temporada, con tal cantidad de puntos que nadie pudo superarlo.

Francois Cevert.

Carismático, magnético y constante, así era el francés. En 1971 se unió al equipo inglés Tyrell para apoyar en la lucha por el campeonato al célebre Jackie Stewart. En 1973, en el circuito Watkins Glen, sede del GP de los Estados Unidos, antes de ir a pista le dijo al mexicano Jo Ramírez, su mecánico: “¿Notaste que estoy manejando el Tyrell chasis número 06, motor 66, y qué es 6 de octubre? Es mi día”. Cevert no regresaría vivo a los pits.

Gilles Villeneuve

. El clásico ejemplo en el que el personaje es un hombre amigable y tímido fuera de las pistas, pero que dentro del coche se vuelve un animal feroz. Nunca ganó un campeonato, pero siempre brindó buenas actuaciones, manejando al límite. Fue así como murió, tratando de hacer la vuelta más rápida en la pista de Zolder para el GP de Bélgica.

Ayrton Senna.

El brasileño forjó su leyenda basado en un manejo agresivo, determinado, rápido y excepcional en condiciones de lluvia, que lo llevó a sumar tres campeonatos. Su muerte dejó una profunda huella en el automovilismo, a raíz del trágico accidente en Imola, en el GP de San Marino, que le costó la vida en 1994, se desarrollaron nuevas medidas seguridad.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses