Ayer, la senadora Gabriela Cuevas (que antes era del PAN) y el alcalde de Cuernavaca, Cuauhtémoc Blanco (que antes era del América), optaron por amar a la patria. Para amarla como se debe buscaron al candidato AMLO (que antes era del PRI y del PRD). El candidato AMLO anuncio que “juntos haremos historia” y, por si fuera poco, procedió a nombrar en caliente al Sr. Blanco, candidato al gobierno del estado de Morelos. Ante la estupefacción general —incluyendo, supongo, la propia—, el candidato tuiteó el argumento incontestable: “La Patria es primero”.

Que AMLO haya dispuesto que Cuauhtémoc Blanco vaya como gobernador de Morelos empareja con que Félix Salgado Macedonio vaya como gobernador de Guerrero. Un futbolista mañosón y un motociclista ebrio que se lanza a las trompadas en vivo y a todo YouTube contra los policías que tratan de detenerlo. Es increíble, pero la Patria es primero.

El apotegma sirve para salvar toda contradicción. El resultado es el jarrito en el que AMLO sabe acomodar hordas de expriístas (algunos de los cuales ya hacían de las suyas en Tlatelolco en 1968) junto a ideólogos “línea de masas”, acólitos de Norcorea, abjurantes del PAN, momias del comunismo, bolivarianos febriles, revolucionarios prófugos de los campus gringos, pentecostales fascistoides, neoliberales sagaces. Es un jarrito elástico y versátil, para acomodarse en el cual basta la bendición del Líder Único, porque la Patria es primero.

Este Morena tutti frutti pronosticaría que, cuando sea presidente, AMLO perderá mucho tiempo conciliando los conflictos internos del jarrito. Las limitadas banderas que ostenta (su cantada honestidad, su preconizada bondad, su intenso amor al pueblo, la fe que le tiene a su Dedo) están excesivamente rodeadas por oportunistas sagaces y por líderes de organizaciones que no dudarán en rebasarlo para activar sus propósitos, en especial quienes saben emplear la “democracia directa” a la que de por sí ya es propenso su líder, maestro de la tómbola y mago de la votación zocalar.

Entre esos variopintos oportunistas destacan los que jugarán a “la fase democrático-burguesa” y esperarán el momento para —como lo disponen “la táctica y la estrategia”— “extremar las contradicciones” y lanzarse a la toma popular del Palacio de Invierno. Los líderes “sociales” que tienen multitudes velozmente movilizables a sus órdenes esperan: ya llegará la hora de activarse.

Cuestionarlo suscita la consabida respuesta: “¿Y los otros qué?”. Sí: el PRI y el PAN son igual de peores. Aunque ahora ya no se sabe, pues se amontonan en la boca del jarrito. No deja de ser fascinante que un partido con apenas tres años de edad no sólo haya heredado, sino aun refinado el poder del Dedo y la voz del Líder Único. Y ha sido interesante observar la reacción de las llamadas izquierdas ante las súbitas exhibiciones de conservadurismo social y económico que ha hecho AMLO al aliarse con el PES y al proponer un gabinete lleno de moderados cuando no de sinceros reaccionarios.

Que el jarrito y su Líder Único pasen por izquierdistas sería gracioso de no ser humillante. En un artículo de 2006, Adolfo Gilly, izquierdista de veras, denostó la “hipocresía de la izquierda”, la que hacía causa común con Napoleón Gómez Urrutia, que colaboraba con Bartlett, que usaba y se dejaba usar por Bejarano y Yeidckol, que apoyaba la campaña de Ebrard para “devolver al PRI el gobierno de la ciudad”. La conclusión de Gilly era que el partido de izquierda en realidad trabajaba con el régimen; que los partidos que se dicen de izquierda “nutren sus candidaturas de la desintegración progresiva del viejo PRI” y que sus ideólogos (esto era lo más fuerte) no eran sino “neoliberales sociales”.

¿Nos suena?

Terminaba Gilly: “Por razones éticas, sin las cuales no existe izquierda alguna, por motivos morales si se prefiere así, no votaré por Andrés Manuel López Obrador ni por ninguno de sus candidatos: seguro, segurísimo. Dicho en pocas palabras, no les creo ni una sola palabra. Quien olvida a sus muertos y se junta feliz con quienes los mataron no merece confianza ni perdón. Basta ya, pues. Demasiado es demasiado.”

Pues sí, pero la Patria es primero…

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