La Marsellesa volvió a sonar en la Fórmula Uno, de los himnos más bonitos del mundo marcó el regreso de Francia al calendario de la máxima categoría.

El circuito Paul Ricard devolvió a Lewis Hamilton la cima en la clasificación del campeonato, una victoria cómoda para el británico que se vio beneficiada por el incidente en el arranque entre Vettel y Bottas. El trazado francés no fue bueno para Checo Pérez ni Force India. Con los de rosa, mal y de malas.

Lamentablemente, los franceses no pudieron lucir en casa, Ocon y Gasly también tuvieron un contacto y quedaron fuera en los primeros segundos, mientras que Grosjean finalizó en la puerta de los puntos.

Sin embargo, existe un hombre que no precisamente corre bajo la bandera francesa, pero que nació en el Principado de Mónaco y que, por lo tanto, es francés. Charles Leclerc. El jovencito de 20 años que corre para la escudería Sauber, robó reflectores desde la calificación cuando entró a Q3 y se colocó octavo por delante de ambos pilotos de Haas.

Pero como sabemos, los puntos se otorgan el domingo, y Charles hizo lo propio para mantenerse entre los 10 primeros.

El volante monegasco ha sumado puntos en tres de las últimas cuatro carreras, además de un sexto lugar en Azerbaiyán. Sorprende por novato, por la escudería en la que milita y por la comparativa con su experimentado compañero de equipo, Marcus Ericsson.

Charles, es un piloto que hay que seguir en cada carrera, de esos que no hay que despegarle el ojo. Ganó de forma consecutiva los títulos de GP3 y Fórmula 2 en los dos últimos años, categorías antesala de F1. Forma parte de la Academia de Pilotos de Ferrari y, por obvias razones, se le vive vinculando al equipo del cavallino rampante.

Un hombre tímido, introvertido, que esboza una sonrisa cuando se le pregunta sobre su futuro.

Tiene un talento nato y ha ido forjando su carácter por diversas situaciones que ha vivido en su vida personal. Perdió a su mejor amigo, Jules Bianchi, a quien consideraba su hermano mayor, quien fue su mentor en el kartismo y contra el que soñaba competir en F1. Pocos años más tarde, su padre, quien lo involucró en el mundo racing, también falleció. Desde ese día Charles corre siempre por ellos. Dedicándoles cada carrera, cada punto, cada victoria.

Trabaja en todos los detalles buscando la perfección. Es de los pocos que llega desde las siete de la mañana al circuito si no se siente a gusto con su monoplaza, y, por ende, de los últimos en irse. Es de esos pilotos que marcan la diferencia porque la estudian.

No se sorprendan si en un futuro no muy lejano, el asiento de Raikkonen es ocupado por el de Montecarlo, si el himno de Mónaco comienza a tomar protagonismo.

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