La renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) sin duda representará un posible cambio en el paradigma comercial en América del Norte. Durante años Canadá, EU y México han avanzado en su agenda de diversificación comercial con resultados incipientes. México, por ejemplo, continúa enviando alrededor de 80% de sus exportaciones totales a EU bajo el paraguas de este tratado. Nuestro balance con el resto del mundo, por lo tanto, es apenas significativo.
Es innegable que el TLCAN ha sido una de las herramientas más significativas para diversificar nuestra economía y avanzar de manera exitosa en la apertura económica y comercial de México. El valor de nuestras exportaciones se ha incrementado en más de 500% desde su entrada en vigor. Nuestra plataforma exportadora también lo ha hecho, pues, además de petróleo y agro-alimentos, México se ha convertido en una potencia manufacturera al exportar bienes para consumo final, como automóviles, y bienes intermedios, como partes para el ensamblaje de automóviles y aeronaves.
La cuarta ronda de negociaciones para la modernización del TLCAN, llevada a cabo en Arlington, Virginia, EU, al igual que las anteriores, estuvo caracterizada por una agenda compleja e intensa de reuniones de trabajo. No obstante, en esta ocasión quedó muy en claro que, a pesar de los avances alcanzados, todavía existen propuestas disruptivas que, al pretender diluir las preferencias comerciales existentes y la certidumbre en las operaciones comerciales, son inaceptables para México.
Las propuestas, como es del conocimiento público, provienen del lado estadounidense. Entre las más controversiales destacan: i) reducir el nivel de cobertura y protección de las inversiones; ii) insistir en la eliminación del capítulo XIX (asegura que los procesos de investigaciones de dumping y subsidios sigan el debido proceso); iii) incorporar mecanismos violatorios de la OMC para restringir las exportaciones mexicanas agroalimentarias; iv) el carácter optativo del mecanismo de solución de controversias del capítulo XX; v) incrementar el contenido nacional de los insumos y materiales provenientes de EU por encima de los de México y Canadá en la industria automotriz, vi) endurecer los principios en la proveeduría regional para que las industrias textil y del vestido, y vii) revisar cada cinco años si los tres países están de acuerdo en renovar el TLCAN.
Como resultado de la postura adoptada por nuestro país, secundada por Canadá, el equipo negociador de EU ha reconocido que no será sencillo que México considere propuestas que no guardan una racionalidad económica y comercial, que ellos han puesto en la mesa. Al parecer, lo único que la contraparte estadounidense tiene en mente es reducir (o prácticamente eliminar) el déficit comercial entre ambas economías. Con este escenario se arrancaría la quinta ronda de negociaciones, que se celebrará en México a mediados de noviembre.
La relación con EU no debe quedar reducida al ámbito comercial, ya que existen otras cuestiones relacionadas como la vecindad, la seguridad de las fronteras, protección al medio ambiente común, el intercambio cultural y la presencia de habitantes de origen mexicano en EU, así como inversiones estadounidenses en nuestro país que hacen intensa y compleja la relación bilateral.
Considerando esto, los escenarios incluirían continuar hasta alcanzar con argumentos sólidos y objetivos un acuerdo comercial tripartita TLCAN 2.0, o bien, comenzar a pensar que las reglas de comercio al amparo de la OMC nos permitirán continuar con la relación comercial con América del Norte, pero sin una visión de seguir consolidando la plataforma de producción de bienes conjunta.
Es precisamente esta coyuntura la que nos obliga a pensar en que la añorada diversificación comercial debe ser tomada en cuenta cada vez más en serio. Ante el posible recrudecimiento de la postura estadounidense, debemos consolidar la política de apertura comercial con los mercados relevantes a nivel global, más allá de América del Norte.
En este contexto, no se deben escatimar esfuerzos para mantener un diálogo constructivo que genere soluciones creativas para las partes, bajo principios técnicos y con argumentos sólidos que invaliden la postura de EU y permitan alcanzar el objetivo de buscar un mayor beneficio económico para las cadenas de producción regional en América del Norte.
Socio de White & Case y ex Subsecretario de Comercio Exterior de México.