Pregunta Socorro Venegas en su perturbador libro de relatos, La memoria donde ardía, publicado por Páginas de Espuma en Madrid, España, en abril de 2019, y en la Ciudad de México en mayo del mismo año. Además, agrega el efecto devastador de un puñal de caza que va descubriendo, con su doble filo, intersticios del ser humano donde los niños navegan hacia la nada de la ignominia. “Sus ojos eran desiertos, puentes quemados, un mundo abisal,” nos advierte la autora desde una postura desesperada; también nos entrega la insólita historia de una niña que busca a su padre alcohólico y se queda dormida en la calle, y al despertar se pregunta: “¿de dónde vino ese coloso para habitarle el sueño?”. Y la respuesta, no está en el viento, como canta Bob Dylan, sino en esa hendidura que abre el cuchillo en una mano diestra. Descubrirán que en este libro el dolor se siente de diversas maneras pero tiene sólo un par de nombres. Uno de ellos les será familiar.

Socorro Venegas es mexicana, bebe pequeños tragos de mezcal de vez en cuando para entender a Malcolm Lowry y se niega a esos vuelos sin rumbo. Escribe con un estilo directo, desde una memoria que mezcla tiempos, lugares y nombres pero que permanece en cierta clase de historias, historias de una sociedad victimizada, perdedora, desconcertada, donde no hay tiempo para el rencor ni para la dulzura extrema. Hace casi un siglo, José Ortega y Gasset escribió una frase que fascinó a sus contemporáneos y a los que les siguieron: “Yo soy yo y mi circunstancia”. El asunto es que en este libro las circunstancias se diluyen, ocultan su identidad, ¿por qué? Porque son terribles o porque son parte de algún símbolo misterioso y dinámico, como el de las playas negras que menciona más de una vez, que aunque siempre alguien explica su origen, se perciben como un símbolo de lo imposible. Ese imposible que jamás será parte de la música o del sueño. Desde luego, hay varios ejemplos de amores que se perdieron en la nada o en sí mismos, y desaparecieron o se enclaustraron sin mayor esperanza. El amor es el sentimiento más vivo y exigente. Odia el tiempo completo y los peinados de noche.

La mayoría de los personajes son mujeres. Mujeres que no desean poblar un mundo que no terminan de entender. Un mundo que ha sido concebido sobre extraños principios que las hieren. Venegas nos cuenta de varios embarazos y son tremendos. Desquiciantes. Nada que ver con la tradicional espera del gancho y el estambre. Las preñadas, no consiguen adaptarse al proceso de gestación y cada día desarrollan mecanismos de defensa que al final no servirán de nada, ya que el bebé que llega sólo necesita una sonrisa para despertarlas a una nueva etapa de su vida. Amar y odiar está en la naturaleza de las mujeres, pero lo que más las fortalece y destruye es su capacidad de recordar y de hacer una interpretación infinita de esos recuerdos. “De modo que así es como regresan los recuerdos, para decirnos quiénes somos”, asegura Socorro, que es una profunda conocedora del alma humana, y con esa pinza con la que conduce a cada una de sus personajes, igual las encierra en un cuarto o en sí mismas. Sólo que, en la siguiente línea, todas escapan con rumbo desconocido, porque, ¿a qué mujer le interesa desplazarse hacia un rumbo conocido?

La memoria donde ardía, está formado con 19 relatos breves. Lo más revelador es que usted elegirá uno o dos como los que más le llegaron. Ya conocen esa manera tan determinante de la literatura que sin más, se abre paso en nuestros corazones. Todas las razones, objetivas y subjetivas, para leer un libro se reducen a eso: al acto de exponer nuestro corazón a esas historias que fueron escritas para nosotros. Socorro Venegas es una avezada promotora de lectura, sabe que la mayoría de las historias pueden ser víctimas del viento, que se lleva todo. Quizá por eso elaboró este libro de intensidad variable, para que se adapte al humor, la personalidad y los momentos que definen nuestra vida. No les diré mis elecciones. Pienso que es mejor que abran el libro y empiecen a leer con la única certeza de que les va a gustar, de que no temerán sufrir sacudidas emocionales ni saldrán huyendo por alguna de las ventanas de la casa donde los enanos hospedaron a Blanca Nieves. También, es probable que encuentren una respuesta para el encabezado. Ya me contarán.

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