Se ha escrito mucho y se seguirá escribiendo sobre Roma, la película de Alfonso Cuarón. Qué bueno: la película lo merece. Los puntos de vista son múltiples pero hay una tendencia a celebrar las mejores características de la obra. La cinta se ha convertido en poco tiempo en un auténtico fenómeno de orden sociológico, además de ser con pleno derecho una obra de arte digna de toda consideración.

Aquí haré únicamente una anotación al margen de Roma y de uno de sus temas principales: la brutal represión gubernamental del 10 de junio de 1971. No una nota histórica ni política, ni siquiera completamente mexicana, aunque en su raíz lo sea de un modo impresionante.

Lo he dicho y ahora lo escribo aquí: al lado de Roma me gustaría poner una película de 1974 dirigida por Louis Malle, titulada Lacombe Lucien. (Adelanto que quizá ya se haya hecho esta observación; no presumo de original, desde luego, y hasta es posible que lo mencione yo por vez primera.) La historia que cuenta Malle es la de un jovencito francés que se entrega en brazos de los ocupantes alemanes durante la Segunda Guerra Mundial y se convierte en colaboracionista; el argumento tiene su origen en México: Louis Malle estaba en nuestro país en 1971 y supo de primera mano del Halconazo de aquel Jueves de Corpus.

Malle les preguntaba a sus amigos y conocidos mexicanos de dónde habían salido esos muchachos feroces, los Halcones, desbordantes de resentimiento, dispuestos a ejercer una violencia homicida en contra de los estudiantes que se manifestaban por las calles; jóvenes de las orillas listos para traicionar, golpear, cobrarse agravios. El título original de Lacombe Lucien era nada menos que El Halcón (Le Faucon); es decir, esa película sobre la ocupación alemana en Francia estuvo inspirada por el 10 de junio de 1971 en México, hecho clave en la cinta de Alfonso Cuarón.

El personaje Fermín es el hermano atroz del personaje central de Lacombe Lucien: utilizado arteramente por los poderosos del gobierno en contra de la disidencia estudiantil, que tres años antes, en 1968, había tenido su expresión más acabada, constituye una especie de paradigma de la violencia represiva.

Gracias a la película de Alfonso Cuarón, podemos asomarnos a los entrenamientos de ese batallón paramilitar, los Halcones, en los áridos llanos del extrarradio urbano. La catadura moral de Fermín está ilustrada cabalmente con las últimas palabras que le dirige a Cleo, la muchacha encarnada por Yalitza Aparicio, a quien ha dejado embarazada: le dice “pinche gata”, dos palabrejas que condensan el racismo, el clasismo y la estupidez de cierta clase media a la que aspira a pertenecer el personaje de ese Halcón.

Cuarón y Malle son directores muy diferentes, igualmente admirables. La convergencia del episodio mexicano de 1971 y la traición de los colaboracionistas franceses en la Segunda Guerra me parece formidable.

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