1. El titular del Ejecutivo no dialoga con los medios de comunicación pese a que son los medios los únicos que lo escuchan mañana tras mañana. Además de una grave falta de respeto para los interlocutores que están ahí, en cumplimiento de su deber profesional, burlar burlando a los garbanzos de a libra que se permiten cuestionarlo —y así les va en ausencia, pregúntele al extraordinario y puntual Jorge Ramos— es reírse del público que está del otro lado de las cámaras, las grabadoras, los videos de celulares y hasta de los siempre fieles cuadernos de notas. Esto es, reírse no sólo de sus detractores —las tres cuartas partes de mexicanos que no se interesaron por él, así la suma incluya personas aún sin edad de votar pero sí para ser gobernados— sino reírse también de los famosos 30 millones de votantes que lo favorecieron en las urnas, con todo y los acuerdos con asociaciones multitudinarias a las cuales ha de pagarles el favorcito, porque de otra manera no se entiende en forma alguna tanto “perdón” y tanto “olvido”, y ejemplos de ello hay los que usted quiera, basta leer los diarios y tomarle el pulso a los grupos de apoyo.

2. Borremos de una vez la idea de que los reporteros adscritos a la fuente se lamentan de que sea “tan temprano”. No es verdad, inicia a las 7 de la mañana y basta estar en el sitio una hora antes o menos para obtener un sitio y contar con derecho a participación.

Mire, lector querido, con tal de obtener una nota, hay reporteros que se van a vivir por meses en un sleeping bag a las afueras del edificio donde calculan que se ha de producir la noticia: si no me cree, vea cómo le hacían los periodistas que cubrieron por meses el juicio del señor Joaquín Guzmán Loera para alcanzar un espacio.

3. Empezar a las 7 de la mañana es lo menos que se le puede pedir a la persona que dirige el país, aunque invierta hasta tres horas en lanzar sus admoniciones llenas de “otros datos”, que nunca cita, en vez de trabajar por el país que con enorme arrogancia dice y redice que lo eligió porque está conformado por un pueblo sabio: un pueblo sabio que jamás se sopla, ni se soplará, una “mañanera”.

Una entrevista se solicita y en su caso se acepta, lo mismo que una rueda de prensa se convoca. En la entrevista, quien la protagoniza tiene todo el derecho de no responder a ciertos asuntos que no le parezcan pertinentes, pero ha de responder a todo lo demás porque para eso aceptó ser entrevistado. Lo mismo, y con agravantes, ocurre en una conferencia de prensa: en tanto uno se acredite como representante de un medio sólido tiene derecho a preguntar, a escuchar una respuesta, y en su caso, como suele ser usual, a repreguntar, sobre todo en los casos de políticos esquivos. Esa máxima simple no se cumple en la mañana: es casi imposible que haya repregunta y es meramente un sueño que haya un cuestionamiento. Ahí, o reina la complacencia —de la que tanto se quejaron los hoy gobernantes— o hay miedo, y vivir en un régimen en el que la prensa del rubro comunica y escribe con miedo es ya la última instancia de la nulificación de la libertad de prensa que tanto dice defender el Ejecutivo y a la que tanto jode el mismo Ejecutivo en un discurso por demás contradictorio en una misma persona que así “como dice una cosa dice otra”. O sea, todo es perdonado por mí mismo y ahí están los 30 millones de votos, además aquí tengo otros datos y háganle como quieran.

4. Por otra parte, lector querido, hay periodistas en el medio que son amigos de uno, que lo han sido desde hace décadas, y son derechos y con un talento que ojalá lo tuvieran todos. Esos amigos de uno, resulta que están del otro lado, que pertenecen a la 4T y cuidadín si alguien les toca a su presidente. En buen castilla, eso es una chingadera. No el pensamiento distinto, sino que una persona haya dividido al país en buenos y malos a su conveniencia, y que se lo permitiéramos, pese a que ya había hecho un ensayo general cuando cerró Paseo de la Reforma con el mitote del “voto por voto” pese a que el ahora titular del Ejecutivo y su partido no habían solicitado más que el recuento de unas cuantas casillas y de ahí se agarró el líder para hacerle creer al respetable que estaba cuestionando toda una votación federal y consiguió que se pelearan hermanos con hermanos, padres con hijos, amigos con amigos, esposos con esposas. No merece nada una persona que se dedica a sembrar el odio entre personas que originalmente se aprecian, tan sólo con llenar de mentiras, burbujas de jabón y gritoneos en la arena política.

5. De los pepi-maromeros digamos sólo una línea: se van a cansar de tanto brinco para justificar tanta ineptitud y más cuando ni siquiera pueden ganar lo que pensaban que iban a meterse al bolsillo en pesos y centavos si les aventaban un hueso.

6. La mañanera es un ejercicio de insulto y desprecio para la prensa mexicana y extranjera. Es un monólogo del cual ya todos están hartos, que no marca agenda pero que por fortuna genera crítica razonada inmediata en redes sociales por parte de especialistas en todas las áreas (y gracias a ello el gobierno federal recula), y que de continuar acabará con un sujeto hablándole a otro solo sujeto de un sólo medio que nadie consultará.

@cesarguemes

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