Se precia, junto con su equipo, de hacer el peor noticiario de la radio. Él lo dice. Y creáme, lector sicalíptico, que no se tira al suelo para que lo levanten.

Pero su noticiario, y los diversos programas que ha creado, coordina y dirige, contiene muy probablemente la crítica más ácida y certera sobre el actual gobierno federal, como lo fue del anterior.

No es el peor, ni de lejos. Hay bodrios radiofónicos y en podcast y YouTube que suelen conformarse por el poli bueno y el poli malo, aunque ambos sean desinformados por igual, incultos zafios y soeces. Piense en prácticamente en cualquiera de los “noticieros” que quieren ser programas de cómica de revista periodística y no son más que apoyo disfrazadito muy apenas para el régimen actual con una contraparte que se burla, y con razón, de las indefendibles sandeces del primero.

Y tiene su buena cantidad de escuchas, lo cual habla no solamente muy mal de quienes están frente al micrófono soltando las primeras tarugadas que se les ocurren, sino que tampoco dejan bien parados a quienes los tienen con un rating que los salva de que les den cuello.

Aticemos lo del rating; a los concesionarios les vale kilómetros de pepino con limón a cambio de que caigan los anunciantes gracias a los productos milagro o a la musiquita bobalicona con las que desde hace casi una década se convierte a los escuchas en títeres que por buen gusto se atan a los hilos, la cruceta y adquieren los productos o “bajan” las canciones infames por ahí promovidas. O sea, el dinero de los incautos, como siempre.

Para desgracia de los dueños del humor “burdo”, luego de picar mucha piedra y conformar y depurar un equipo extraordinario de comediantes y guionistas críticos, apareció Chumel Torres. El ingeniero José Manuel Torres, pues, convertido en twittero y youtubero fue cotizándose. Por lo que él mismo ha referido, no faltó muy al principio quien buscara tomar ventaja de la enorme cantidad de seguidores que ya tenía en las redes mediante un pago exiguo que de ninguna forma reflejaba el trabajo propio ni de su gente.

Así que cerrando los ojos dejó ir algunas oportunidades claramente desventajosas y también supo apechugar la historia que se repite cuando alguien alcanza cierta estabilidad: el malevaje de quien se atrevió a querer aprovecharse de los inicios siempre inciertos de su ya para entonces paqueñísima empresa.

Pero llegó la época de cosechar, de “monetizar”, como dicen los que dicen saber, y su trabajo se volvió referente. Por supuesto que lo odiaron al instante muchos que yo me sé y muchos más que él se sabe, pero tuvieron que pelarle dos toneladas de naranjas valencianas porque entonces sí, vino lo que en redes se conoce como “periodicazo en el hocico” para sus detractores pagados por la caraja envidia: Uno de sus varios programas en marcha fue adquirido, ni más ni menos, que por HBO.

Tómala, barbón, y sóplale.

Entonces, y sólo entonces, los mariachis de la muy lejana competencia callaron, porque el reconocimiento internacional —y, digámoslo para que les duela más: la plata poderosa— le generó un saltó cuántico no por bien ganado menos sorpresivo para la raza.

Naturalmente, Chumel se fue a las estrellas, pero no por eso le bajó ni una rayita a la crítica ni “limpió” su lenguaje de las palabras que todos decimos a diario y se consideran altisonantes. Pero tampoco le subió, lo cual fue un acierto. Ni se puso payaso, porque además de que la edad, pese a su relativa juventud, ya le había hecho pasar por experiencias complejas, finalmente se impuso su pensamiento ingenieril y, desde luego, empresarial: cada palabra que dijera a cuadro, en ese cañón comunicativo que es HBO, iba a ser revisada con microscopio, y de que siguiera siendo él como antes, como siempre, de familias que a su vez dependían de esos trabajadores que fueron ampliando su equipo.

Y un día, cuando ya se habían calmado las aguas y Chumel trabajaba 12 horas al día para mantener funcionando sus diversos proyecto, en Grupo Fórmula el siempre admirado Ciro Gómez Leyva anunció que en el estudio iba a estar Chumel, no sólo como invitado, sino con la nota de que se incorporaba con un noticiario —“el peor de la radio”— manufacturado con notas apegadas al 100% a la información y con un toque de franco, ordenado y colorido desmadre.

Y ahí está. De veras quisiera decir que de lunes a viernes, pero de vez en vez se toma la licencia de confiar el changarro a su gente –un equipo que creció con él— que es puro ácido vitriólico mezclado con granadina.

Bríndese la oportunidad, lector de fino y educado oído, de escuchar y ver el trabajo de Chumel Torres, de saberse representado por su humor y por su visión crítica que no deja a político bien parado porque no necesita recibir línea ni dinero negro, porque con el talento y el trabajo le basta para ser el periodista y comediante crítico más buscado y perseguido no sólo por marcas comerciales, sino por medios que difícilmente lograrán meterlo en su corral. A Chumel no “se le acabó la suerte” ni se le acabará, porque lo suyo no es suerte sino trabajo diario.

@cesarguemes

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