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El presidente Enrique Peña Nieto ya decidió quién es su candidato a sucederlo. El reto que tiene frente a sí es qué hacer con los damnificados de esta decisión.
Son varios. Alguno siempre supo que no sería. Otro creyó que podía pelearla pero no le alcanzó. Uno más se vio, se dejó de ver y lo hicieron que viera de nuevo. Y hubo también quien pensó hasta el último momento que él sería, pero no.
Son figuras con poder y capacidad de movilización política. Primero, porque han ejercido cargos públicos de alto mando, de enorme influencia, de millonario presupuesto y notable estructura. Y segundo, porque en los últimos meses han hecho campaña, operación política, amarres y alianzas en su esfuerzo por ser seleccionados por su jefe para contender por la Presidencia por el PRI.
Por ello, si deciden patalear le pueden complicar las cosas al elegido de Peña Nieto.
La historia del PRI en las últimas dos décadas es bastante contundente: cada vez que contendió dividido, fue arrasado. Los análisis al respecto no son novedad:
En la campaña 1999-2000, lo primero que hizo Francisco Labastida fue pelearse con el ex mandatario Carlos Salinas de Gortari y su grupo político. Lejos de buscar zanjar las brutales disputas entre el entonces presidente Ernesto Zedillo y su antecesor, Labastida se asumió zedillista y volvió apestados del PRI a sus adversarios internos. ¿El resultado? El panista Vicente Fox lo hizo pedazos en la elección presidencial, a pesar de que fluyeron en su favor multimillonarios recursos ilegales de Pemex.
En la campaña 2005-2006 el PRI volvió a dividirse. En su afán por acaparar el PRI y ser el único factor dentro de ese partido, Roberto Madrazo Pintado se peleó con todos los grupos políticos que no se le sometían: expulsó de su paraíso a la “maestra” Elba Esther Gordillo en una agria disputa pública que todavía se recuerda y arrinconó a gobernadores y sectores del tricolor que se juntaron en lo que la opinión pública conoció como El TUCOM (Todos Unidos Contra Madrazo). ¿El resultado? Madrazo quedó en tercer lugar, abajo de Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador.
En cambio, cuando se han unido, los priístas han ganado elecciones. El caso más reciente es justo la elección 2011-2012 en la que Enrique Peña Nieto logró la unidad de su partido y hasta sumó a su principal rival, Manlio Fabio Beltrones, quien luego se convirtió en uno de sus más eficaces operadores en el Congreso, a quien incluso le confió después la dirigencia nacional del PRI.
Por realidad política coyuntural y por historia, el presidente debe saber que su candidato tiene todavía menos probabilidades de ganar la elección si no llega con un PRI unido. Y que esa unidad está frágil por los pleitos existentes dentro del gabinete entre los personajes que aspiraron a la candidatura priísta a la Presidencia.
¿Podrá el presidente sofocar el pataleo? Veremos.
SACIAMORBOS.
Contendientes del presente pueden aprender de los fracasos del PRI en el pasado.
historiasreportero@gmail.com