Una comparación del proceso de integración y registro de un partido político con el de recabar firmas de apoyo para obtener una candidatura independiente para la Presidencia lleva a la conclusión que es más fácil lo primero, que lograr aparecer en la boleta electoral por el segundo camino, que es complejo y costoso.

“¿Yo dónde leo?” es la pregunta que surge cuando, a pesar del esfuerzo en favor de una causa, la retribución es menor a la esperada. En política, la mayoría participa por obtener un provecho, personal o colectivo y, generalmente, hay una combinación entre la solidaridad y el egoísmo (Juvenel): “lo hago porque considero que es lo correcto y justo y porque soy el indicado para hacerlo”.

¿Quién milita en un partido político? La persona que desea cambiar su realidad para beneficiar a su comunidad y también desea integrarse a un grupo que gobierna o participar, vía la oposición, en la toma de decisiones sociales. Generalmente, comparte una ideología -compleja o sencilla- y desempeña un papel en la organización que le asigna la dirigencia de la estructura que aspira a escalar.

¿Quién es un activista? La persona con intenciones similares a un militante, con la diferencia que repudia la institucionalidad y el compromiso con una forma de pensar como estrategia de cambiar algo o conservar una situación. También, pretende ser reconocido e influir socialmente.

¿Quién es un simpatizante o adherente? La persona que manifiesta su inclinación hacia una propuesta de gobierno y la apoya tangencialmente sin mayor compromiso.

¿Quién es un ciudadano? Todos los anteriores y las personas que tienen derechos políticos y que se movilizan el día de las elecciones para expresar su voluntad en un porcentaje que desde el año 2000 no ha sido mayor al 63.97% en las elecciones presidenciales. (INE, http://siceef.ine.mx)

Los militantes y activistas son una minoría social y se conciben a sí mismos como una vanguardia. Los segundos se asumen como ciudadanos “puros” para distinguirse de la clase política tradicional (Marichuy y Ferriz de Con) o separarse de una militancia que habían profesado desde jóvenes (El Bronco y Margarita Zavala). Ambos pueden ser candidatos en las próximas elecciones federales y sus propuestas serán valoradas por los ciudadanos que votarán el siguiente año e impulsadas por sus simpatizantes y adherentes.

¿Cuándo un militante se convierte en activista? o ¿un activista en militante (Creel y Lujambio)? Ese es el momento crucial en el que se hacen la interrogante. ¿Yo dónde voy a leer? No es fácil de responder si consideramos que viven, directa o indirectamente, del presupuesto público y, en su mayoría, requieren de un ingreso más o menos estable para satisfacer sus necesidades y las de su familia, salvo que el día a día -la persecución de la chuleta cotidiana- no sea un problema para ellos (como Claudio X. González). Sólo lo cínicos como Hank González reducen la vocación por el servicio a los demás a una exclusividad de los ricos con su frase “un político pobre, es un pobre político”.

De eso, si no lo sabían, ya se dieron cuenta los candidatos independientes que no tienen los suficientes activistas altruistas-ricos o jóvenes entusiastas con equipo inteligente de telefonía y línea de comunicación disponible que no cobren por trabajar de tiempo completo para conseguir apoyos a su proyecto, ni militantes que dejen las prerrogativas de los partidos o las cuotas de puestos públicos para convertirse en activistas de un proyecto incierto, que carece de posiciones concretas para repartir.

Tal vez no sean las supuestas dificultades con la APP lo que explique la lentitud para obtener los más de 800 mil apoyos, sino la falta de recursos transparentables (El Bronco ya dijo que sólo iba a rendir cuentas al INE), la imprevisión para afrontar la complejidad de la tarea (la organización de cientos de auxiliares que consigan en promedio mínimo 8 mil firmas diarias) y el cálculo equivocado que supuso que los militantes de un partido dejarían de serlo para convertirse en activistas de una ambición personal que siempre estuvo vinculado a una militancia. La solución a estos problemas, no es compartir la clave (Ríos Piter, Zavala y Ferriz), ni que una servidora pública distribuya teléfonos precargados con la clave a auxiliares contratados para buscar apoyos (el Bronco).

La expresión de simpatía y adherencia en redes sociales de los ciudadanos con ocupaciones alejados a la política se antoja insuficiente para construir un proyecto de gobierno, pero hay que esperar. No hay que descartar que la esperanza de transformar al país sin esperar nada en trueque o la promesa de ocupar un puesto público -leer en el presupuesto en el futuro- sean suficientes para conseguir un lugar en la boleta electoral. Al tiempo.

Profesor de Posgrado de la Universidad Panamericana

cmatutegonzalez@yahoo.com.mx

Facebook.com/cmatutegonzalez

Twitter @CarlosMatute

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses