Ya en los albores de 2018, aún nos resta tiempo para añadir algunos libros a nuestra lista de pendientes. Para tal efecto cedo la palabra a los lectores que me ayudaron a confeccionar este recuento:

Carmen Boullosa inició su listado con dos volúmenes de poesía: la recopilación de los poemas de Eduardo Vázquez Martín, De sirenas y otros naufragios, editado por Amagord; y Epicedio al Padre, de Orlando Mondragón, ganador del Premio Alejandro Aura; también incluyó la novela Conjunto vacío, de Verónica Gerber, por “su alta calidad verbal y las acotaciones visuales, tan literarias. Deliciosa lectura, ácida también”; así como Siete casas vacías, de Samanta Schweblin.

Alberto Chimal dijo que su favorito fue  Había mucha neblina o humo o no sé qué,  de Cristina Rivera Garza, por tratarse de “una visión muy original de la vida y obra de Juan Rulfo. El libro fue polémico, pero justamente por eso me parece que su aportación es más valiosa: demostró que aún hay posibilidades nuevas de entender a Rulfo, que esa obra está viva y sigue siendo relevante”.

Francisco Hinojosa refirió el entrañable Éramos unos niños, de Patti Smith, a quien conoció “por sus canciones, sus poemas y por un concierto al que asistí en la Wembley Arena. Me fui casi de mochilero a Europa unos cinco meses a los 25 años. En ese entonces compartía casa con Juan Villoro. En lo que yo estaba allá, él se casó y se fue de luna de miel a Londres. Sin saber que ambos estábamos en la misma ciudad, nos encontramos en la boca del metro listos para ir al concierto. Fue una gran sorpresa. En este 2017, él pudo entrevistarse con ella y le platicó la anécdota. Su respuesta fue que dio el concierto para que nos encontráramos. Justo el año pasado vi una exposición del fotógrafo Robert Mapplethorpe, amigo a quien Smith dedica este libro de autoficción. Abarca desde que lo conoció hasta su muerte en 1989. Además de ser una viva memoria de su relación, retrata el Nueva York en el que eran figuras Ginsberg, Warhol, Burroughs y Joplin”.

Eduardo Huchín seleccionó la novela No es el fin del mundo, de Geraldine McCaughrean, en la que “se cuenta el diluvio desde el punto de vista de una hija de Noé. Tiene altas dosis de humor y va dejando en el lector preguntas inquietantes: ¿por qué la edificación de un mundo mejor necesita siempre del sacrificio de muchísimas personas?, ¿qué imagen de nosotros mismos y de los otros permiten que nos despreocupemos por sus vidas?”. Del mismo modo colocó entre sus favoritos Esto no es música, de José Luis Pardo: “La portada de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, de The Beatles, le sirve para examinar el malestar en la cultura de masas. En aquella reunión, las actrices convivían con los filósofos, los boxeadores con los premios Nobel, e incluso el cuarteto de Liverpool, proveniente de la clase trabajadora, compartía escenario con sus figuras de cera. No había jerarquías ni distinciones. Aquellos jóvenes cantaban que no creían en la revolución, pero habían logrado una: hacerse escuchar, contar su propia historia”.

Mónica Lavín halló emocionantes los títulos Canción dulce, de Leila Slimani; Fuego 20, de Ana García Bergua; Territorio Lolita, de Ana Clavel; El día que cambió la noche: Memorias de un noctámbulo en la Ciudad de México, de José Luis Martínez S.; Nocturnos, de Kazuo Ishiguro; y El sentido de un final, de Julian Barnes.

Sandra Lorenzano se quedó con Los sueños de la serpiente, de Alberto Ruy Sánchez: “Un libro que continúa explorando el núcleo central de la obra de Alberto —me refiero al deseo—, pero ahora en su vinculación con el mal, como él mismo lo ha dicho. El relato es una reflexión sobre la memoria de nuestra época. La escritura se sumerge en las peores pesadillas del siglo XX desde la mente herida de un testigo inquietante, y desde ahí nos atrae y seduce —como las serpientes—, pero también nos cuestiona: quiénes somos y dónde estamos, y sobre todo qué hacemos ante los horrores de la historia”.

Karla Iberia Sánchez eligió La moral como anomalía, de Antonio Valdecantos, “un ensayo sobre fenómenos de la sociedad contemporánea donde el humanismo se pone a prueba: la legalidad, la compasión, la filantropía, la rendición de cuentas, los derechos humanos y la democracia a merced del radicalismo, la mala política y la ignorancia”.

Sea pues, este año que comienza, germen de nuevos desafíos y perspectivas.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses