Hace unos días salió en la prensa nacional que por primera vez, todos los alumnos de primero de secundaria del país, tendrían acceso a través de sus libros de texto, de educación sexual. Parte de la información que habría incluido la Secretaría de Educación Pública, se reportó, tenía que ver con la atracción hacia personas del mismo sexo, bisexualidad, masturbación, transexualidad y otros temas que jamás habían sido incluidos en la información que el Estado mexicano había decidido incluir en la currículo para que las chicas y chicos de secundaria en uno de los países con mayores tasas de embarazo adolescente del mundo y en el que la homofobia y los crímenes de odio son cosa de todos los días pudieran estar mejor informados y seguros. Hasta aquí todo bien. Aplausos. Todo comienza por la educación, así que bien.

Sin embargo, poco nos duró el gusto. En este mismo diario, en una nota publicada el 21 de junio, comenzó a dibujarse lo que realmente había sucedido. Como parte del nuevo modelo educativo se presentaron 17 nuevos libros sobre la materia de biología, y “al menos en seis de ellos se menciona por primera vez la existencia de la diversidad sexual con diferentes niveles de profundidad que van desde la diferencia entre género y sexo, hasta los más abiertos en los que se habla de homofobia y la transexualidad.” Y ¿en los otros 11? Pues no, resulta que no en todos.

Como parte de la reforma educativa, los maestros —es decir, las propias escuelas— tienen la capacidad para decidir los contenidos de los libros “de texto” que presentan a sus alumnos. En la práctica, esto quiere decir que algunos jóvenes mexicanos conocerán, efectivamente, sobre diversidad sexual, métodos anticonceptivos, homofobia, masturbación, erotismo y otros no. Depende de las escuelas, de la presión que puedan recibir de los padres de familia o —como ha sucedido desde ya— de asociaciones ultraconservadoras como la Asociación Nacional de Padres de Familia, el Frente por la Familia y otras.

¿Y el derecho de los jóvenes a estar bien informados? ¿Por qué desde el Estado se protege la ignorancia? Conocer de estos temas, no nombrarlos, es una forma de violencia, de exclusión. Es, además, absolutamente irresponsable: es poner el interés de ciertos grupos por encima del derecho de los jóvenes mexicanos a estar informados y poder evitar abusos, enfermedades de transmisión sexual y violencias que son perfectamente prevenibles. Nada por encima del derecho de los adolescentes a vivir una vida sana, segura e informada.

Y lo evidente: esto no significa que las voces de padres de familia que no quieren que toda esta información llegue a sus hijos no cuente. No, por ahí no va el asunto. Hay que recordar que una cosa es la información que deben recibir los jóvenes y otra muy distinta lo que en familia decidan hacer con ello. Información es algo muy distinto que orientación educativa. La orientación —lo que uno haga con la información que recibe— es cosa del ámbito privado, de las familias. Por eso, precisamente por eso, las autoridades no pueden hacer libros de texto a la medida ideológica de cada sector social para que a nadie incomoden. En un país con 200 mil embarazos adolescentes al año ni con los niveles de discriminación y bullying no cabe la tibieza. O sí, y entonces los chicos pagan los costos de nuestra cobardía.

Twitter: @anafvega

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