Esta semana, durante un foro de pacificación celebrado en Tijuana, el futuro secretario de seguridad, Alfonso Durazo, afirmó que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador se coordinará con Estados Unidos para combatir el narcotráfico, pero también le exigirá “un cambio en su política de uso de armas”, así como medidas para reducir la demanda de drogas en ese país.

No es por ser aguafiestas, pero, después de décadas de pedir desde México más o menos lo mismo, se puede asegurar que a) la regulación de las armas de fuego en Estados Unidos no se va a endurecer en el futuro previsible (ciertamente no mientras Donald Trump sea presidente) y, b) el consumo de drogas en el país vecino no va a disminuir mayormente en el corto o mediano plazo. Y eso va a ser cierto digan lo que digan y exijan lo que exijan las nuevas autoridades mexicanas.

Ahora, asumiendo lo anterior, ¿qué sí se le podría pedir al gobierno de Estados Unidos en materia de seguridad? Van algunas ideas:

1. Mantener la Iniciativa Mérida, tal vez con un nombre distinto para remover las sonoridades calderonistas y peñistas, pero asegurando que sigan fluyendo algunos recursos estadounidenses a México (como una manifestación concreta del principio de responsabilidad compartida).

2. Reorientar los recursos de la Iniciativa Mérida (o como se le quiera denominar) al fortalecimiento de las capacidades de gobiernos estatales y municipales (ya hay camino andado en este tema, pero se puede avanzar más rápido).

3. Realizar una evaluación sistemática conjunta de los programas de cooperación y fortalecer los que funcionan razonablemente bien (por ejemplo, el programa de USAID de asistencia a la reforma del sistema de justicia penal).

4. Pedir un aumento en la asistencia estadounidense a programas de prevención social del delito (de nuevo, ya hay, pero puede haber más).

5. Solicitar el nombramiento de una contraparte directa del secretario Durazo para temas de inteligencia (¿el director nacional de Inteligencia?, ¿la directora de la CIA?).

6. Integrar a más personal mexicano en centros de fusión de inteligencia (por ejemplo, EPIC) o unidades conjuntas (por ejemplo, BEST) en territorio estadounidense.

7. Establecer un grupo binacional de planeación, orientado a la reducción de violencia, y lanzar programas piloto de disuasión focalizada en comunidades fronterizas.

8. Acelerar la ampliación de la infraestructura fronteriza, así como los programas de precertificación de viajeros y mercancías.

9. Establecer grupos de trabajo, encabezados en México por la Fiscalía General de la República, para judicializar en Estados Unidos casos de exportación ilegal de armas, y facilitar el intercambio de información para frenar categorías puntuales de tráfico (por ejemplo, municiones).

10. Lanzar iniciativas binacionales en contra de modalidades específicas de lavado de activos (por ejemplo, el lavado de dinero asociado al comercio internacional).

No sé si estas peticiones sean aceptables para los estadounidenses. En la era de Donald Trump, no hay mucho apetito en Washington para la cooperación de seguridad con México. Pero no se pierde nada poniendo esas u otras ideas similares en la mesa. Como estrategia, me parece superior a invocar principios abstractos de corresponsabilidad o mostrar una indignación difusa por aquello de las armas que nos envían y las drogas que nos compran.

alejandrohope@outlook.com. @ahope71

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