Hace dos días, el presidente Andrés Manuel López Obrador hizo una declaración que ha causado polémica:

“No se ha detenido a capos porque esa no es nuestra función principal. La función principal del gobierno es garantizar la seguridad pública, ya no es la estrategia de los operativos para detener a capos. Lo que me importa es bajar el número de homicidios, de robos, que no haya secuestros. ¡Eso es lo fundamental!, no lo espectacular…ya no hay guerra, oficialmente ya no hay guerra. Nosotros queremos la paz y vamos a conseguirla”.

Hay mucho que analizar en esas afirmaciones. Van algunos apuntes:

1. Formalmente, la “guerra” terminó hace más de una década. El gobierno de Felipe Calderón dejó de usar el término por allí del 2008, cuando se multiplicaron los homicidios, y, según recuerdo, la administración Peña Nieto nunca usó esa palabra para describir a su política de seguridad.

2. La “guerra” es en todo caso un paquete específico de políticas públicas, algunas de las cuales son parte central de la estrategia del actual gobierno. Destaco una en específico: el uso sostenido de personal militar en tareas de seguridad pública. Eso es, y no otra cosa, la propuesta de creación de la Guardia Nacional. En ese sentido, la guerra sigue y probablemente seguirá.

3. Sobre la detención de capos, existe una amplia bibliografía sobre el tema, la cual sugiere que, en general, la llamada política de decapitación tiene efectos generadores de violencia (recomiendo leer a Eduardo Guerrero y Brian J. Phillips: y ). Dada esa dinámica, tendría racionalidad el anuncio del Presidente.

4. Pero, aun así, me parece que hay que problematizar la idea. ¿Un posible incremento de la violencia es razón suficiente para no ir por los capos? Yo opino que no por una razón: si los jefes de bandas criminales perciben que, alcanzado cierto nivel de prominencia, son inmunes a la persecución porque su desaparición del escenario generaría efectos desestabilizadores, todos van a querer traspasar ese umbral. Esa dinámica podría generar en el largo plazo mucha más violencia que la que se prevendría al no decapitar.

5. A esto hay que sumarle tres problemas: 1) el gobierno de Estados Unidos va a mantener la persecución de cabecillas del crimen organizado y va a esperar que las autoridades mexicanas colaboren en el esfuerzo ¿El gobierno de AMLO va a poder resistir esa presión en el mediano plazo? No estoy seguro; 2) algunas dependencias mexicanas (la Marina, en particular) se han vuelto eficientes en la búsqueda de capos, y las organizaciones burocráticas tienden a hacer lo que les sale bien, aunque eso no sea la mejor política. Dicho de otro modo, va a haber presión interna para continuar con la persecución; y, 3) después de un año sin resultados notables en términos de reducción de violencia, el gobierno de López Obrador va a estar urgido de victorias rápidas y la captura de capos (tal vez huachicoleros) va a aparecer en su radar.

6. Dado lo anterior, no creo que sea sostenible el giro anunciado por el presidente. Eventualmente, va a decidir incorporar la captura de capos a su mezcla estratégica. Cuando eso suceda, es importante que tengan en mente que hay varias maneras de proceder en este asunto: por ejemplo, se puede poner prioridad en los grupos e individuos más brutales, a manera de desincentivar el uso de la violencia. Se puede también proceder gradualmente para capturar de un golpe no solo al capo, sino también a una parte importante de la estructura.

En conclusión, López Obrador va a tener su dosis de capos detenidos. Pero, si exhibe imaginación, disciplina y paciencia, puede hacer lo mismo que hicieron sus predecesores, pero con mucho mejores resultados.

alejandrohope@outlook.com. @ahope71

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