1.

Ganó Andrés Manuel López Obrador . Por paliza. El presidente quería desde el principio una Guardia Nacional con personal militar, mando militar y ethos militar. Ya la tiene. O la tendrá pronto. Engatusó a la oposición, venció las resistencias de la sociedad civil y obtuvo exactamente lo que ambicionaba.

2.

Ganó la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena). La Guardia Nacional quedó ubicada administrativamente en la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, pero será dominada de cabo a rabo por el Ejército. Su comandante será el general Luis Rodríguez Bucio , un militar en activo cuyo superior jerárquico es el titular de la Sedena, el general Luis Crescencio Sandoval . La línea de mando está clarísima para todos los que quieran verla.

3.

Perdió Alfonso Durazo . El nombramiento del general Rodríguez Bucio como jefe de la Guardia Nacional lo termina de anular. El control real de la nueva corporación va a estar en la Sedena, no en su secretaría. Su influencia en el gabinete de seguridad va a ser cercana a cero. Cualquier diferencia de criterio que pueda tener con el general Rodríguez Bucio se va zanjar a favor de este último. Entonces, tal vez ni siquiera haga el esfuerzo. Tal vez acabe por ceder toda responsabilidad sustantiva hasta que llegue el momento de irse a buscar la gubernatura de Sonora.

4.

Perdió la oposición, tanto la legislativa como la social. Hubo una oportunidad de oro para crear una corporación con características civiles y, por descuido, se dejó abierta una ranura por la que se coló casi completo el proyecto original de López Obrador. Tal vez todavía sea posible impugnar los nombramientos por vía judicial, pero, por lo pronto y por la vía de los hechos, ya se creó lo que los opositores y las organizaciones de la sociedad civil combatieron y creyeron haber derrotado en el proceso legislativo. La lección para futuras negociaciones legislativas es clara: si se la da la mano al gobierno, va a agarrar la pata.

5.

Perdió la vía civil. Y tal vez por un largo tiempo. Funcione o no la Guardia Nacional, va a resultar muy difícil reducir en el futuro la influencia de los militares en la vida pública del país. Con esto, el Ejército se vuelve la institución dominante en materia de seguridad pública. No va a ser fácil que deje de serlo en el corto plazo. Y eso va a acabar teniendo impacto en las corporaciones policiales. La tendencia a nombrar militares al frente de las policías estatales y municipales se va a acentuar. Y la formación de mandos civiles se va a volver un asunto marginal, reforzando la primacía militar. Que nadie se engañe: esto nos alejó por un buen rato de la posibilidad de una reforma democrática de la seguridad.

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