Por Tania Vázquez y Javier Maciel

“De tanto que te recuerdo, un día a lo mejor se me cumple recuperarte”.
 

La obra de teatro Memoria en el asfalto es el conjunto de recuerdos de un joven y su amor en la Ciudad de México. Diego Calderón da vida al protagonista, cuyo nombre no sabemos, pero sí nos enteramos de su profundo amor por una chica, con la que intrépidamente inicia un romance en tiempos pasados. Esta historia de amor sucede en los recovecos del Centro de la actual Ciudad de México, hace algunos años atrás.
La pareja de enamorados se conoce en el ámbito escolar, para después darle un poco más de “formalidad” a su relación cuando ambos deciden vivir juntos en un cuarto del Centro Histórico. Pero la formalidad de su relación está sostenida económicamente por el padre de la chica quien, después de muchos cuestionamientos, permite que la pareja emprenda su deseo de vivir junta. Una vez aceptado su deseo, el par de jóvenes busca llevar a cabo el acuerdo al que llegó con el padre: conseguir trabajo y pagar parte de los gastos que inevitablemente van a enfrentar. Los enamorados logran lo prometido, disfrutan de su amor y su creciente estabilidad, cuando una mañana, de la manera más inesperada, ella desaparece de casa. El tiempo pasa y ella no da indicios de volver, pero el joven se queda a esperarla, con la esperanza de que cualquier mañana, tal y como se fue, pueda regresar.

La dramaturgia entrelaza diversos pasajes de la vida en pareja de estos jóvenes (su primera cita, sus encuentros en el Zócalo, un asalto entre las calles cercanas a la Plaza Garibaldi) así como la descripción de los lugares más representativos y algunos datos históricos sobre la Ciudad a lo largo del tiempo.

Aldo Martínez Sandoval, autor de este monólogo, recurre principalmente a la narración para hacernos llegar tanto la historia como los datos sobre el pasado de la antigua Tenochtitlan. El autor construye un ser que transita en el tiempo: es narrador de sucesos pasados como personaje viviendo el presente. Por otro lado, también deja ambigüedades en algunos momentos de la historia, principalmente el motivo por el que la joven desaparece, lo cual genera un poco de confusión y cierta angustia; queda además también abierta la temporalidad en la que ocurre la ficción: por momentos da la impresión de que sucede en la actualidad, pero por otros, los más, que es una situación que sucedió hace algunos años atrás.

Pero en escena no está solamente la presencia de Diego Calderón dando cuerpo a este personaje, sino que lo acompaña Francisco Buentello. Juntos encarnan tanto al protagonista como a su confidente. Diego tiene mucha presencia y carisma en el escenario, lo que compensa una ligera falta de soltura que seguramente adquirirá durante la temporada. Francisco musicaliza la obra sobre el escenario y actúa como ente de confianza del protagonista. Ambos cumplen satisfactoriamente su función por separado; no obstante, se percibe una falta de unión y confianza entre ellos cuando están juntos, que puede ser un obstáculo para el desempeño del montaje.

La música se elabora con un tambor, una guitarra acústica y un sintetizador. Los sonidos son grandes aliados de la dramaturgia, le otorgan color y cuerpo para correr a los oídos de los participantes, ubican la acción de la ficción en lugares concretos y elevan la situación sentimental del protagonista en momentos específicos.

Sobre la escenografía, es innegable su valor visual, pues son estructuras que evocan formas y colores de las culturas prehispánicas de la región; sin embargo, algunas de ellas parecen no ser muy funcionales en la escena, creemos que en vez de aportar al desarrollo de la ficción, la entorpece en varios momentos, ya que los desplazamientos de los artistas en escena están condicionados (y de pronto parecen estar obstaculizados) por estas estructuras.

La iluminación contribuye a dibujar bellas imágenes, mas consideramos que no alcanza a ser funcional en todos los pasajes de la obra. Es muy notorio que el fondo del escenario está menos iluminado que el frente, lo cual concentra la mirada de los interlocutores en el actor y la retira del músico cuando está al fondo en el sintetizador. Esta división visual entre los intérpretes nos genera cierta confusión con la dinámica del montaje, pues
Buentello actúa como un espejo del protagonista, un confidente. Este proceso es interrumpido por la iluminación de manera repetida.


Recomendamos ver Memoria en el asfalto. Tiene una breve temporada en el Teatro La Capilla, los jueves del 5 al 26 de julio, a las 20:00 horas. Costo de boleto: $200 pesos. Descuentos a estudiantes, maestros e INAPAM. Venta en la taquilla del teatro.
 

Créditos:

Dramaturgia: Aldo Martínez Sandoval.
Dirección: Abigail Sánchez Cué.
Con: Diego Calderón.
Música en escena y música original: Francisco Buentello.
Escenografía e iluminación: Joanna Prado.
Vestuario: Ana Lucía Álvarez Parra.
Diseño gráfico y fotografía: Fernando Cum.
Utilería: Cynthia Herrera.
Asistente de dirección: Aldo Martínez Sandoval.
Producción general: El Ritmo del Pez
Producción ejecutiva: O.R.V.E. Producciones.
Relaciones públicas: O.R.V.E. Producciones.

 

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