Todos lo sabemos: los teléfonos móviles han desbancado a las cámaras fotográficas. Y es que no hace falta tener el último iPhone, Galaxy o Huawei para obtener imágenes más que aceptables. Apple su ufana constantemente de la calidad de las fotografías que el iPhone puede lograr (Nota: lo que nunca dicen es que tienen que ser hechas en condiciones perfectas de luz).

Así, el primer descalabro en la industria fotográfica es la caída en picada del segmento de las cámaras casuales para consumidor. La clásica camarita que costaba $80 dólares y se compraba en cualquier lado es cosa del pasado. Basta darse una vuelta a cualquier tienda departamental para ver cómo ha decrecido el espacio que se le da a la fotografía. ¿El principal culpable? El celular.

Pero la camarita básica no es lo único en peligro de extinción. Cada vez se habla más de la desaparición eventual de las cámaras réflex. Ciertamente, las réflex fueron una innovación tremenda durante la mitad del siglo XX cuando evitaban el molesto error de paralaje (estoy seguro que el 99% de los lectores jóvenes no tendrán ni idea de lo que hablo).

Las réflex despuntaron rápidamente, y gracias a una buena calidad a precio justo, los dos grandes fabricantes japoneses (Nikon y Canon), crecieron meteóricamente.

Pero hace unos diez años, Panasonic empezó una revolución cuando lanzó la Lumix GF1. Esta fue la primera cámara de objetivos intercambiables pero que no era réflex. La decisión hacía sentido: Lumix nunca había vendido muchas réflex, pero en su alianza con Leica había aprendido muchísimo sobre óptica. Eventualmente, decidieron que podía prescindirse del mecanismo de espejo para el visor así como el clásico penta-prisma y ¡Boom! Un nuevo sistema de cámaras más compactas pero con las ventajas de los lentes intercambiables llegó.

Canon y Nikon se aferraron a sus réflex digitales. ¿Cómo no hacerlo? Habían vendido millones de objetivos y con las nuevas mirrorless había que rediseñar totalmente la óptica. Pensaron que era para un mercado menor e incluso Nikon las relegó a las “soccer moms”. Canon lanzó tardíamente su primera mirrorless y yo sospecho que, intencionalmente, la hicieron una cámara más o menos mediocre para que no canibalizara a los hermanas réflex.

Sin embargo, un gigante se subió al barco de la fotografía: Sony. Primero compró entera a Konica Minolta. Durante años mantuvo una línea de réflex hasta que decidió decantarse por las mirrorless. Produjo cámaras excelentes, aunque tengo que confesar que la óptica de Sony me parece que es, sin llegar a lo mediocre, bastante mala. De cualquier manera, Sony se mantuvo firme e incluso llegó a crear la cámara mirrorless con sensor de cuadro completo. Y si a esa cámara se le acopla una óptica Carl Zeiss de primera calidad el resultado es absolutamente espectacular. Y mucho más compacto que el típico sistema réflex.

Sony siguió avanzando mientras Canon y Nikon se mantenían con su postura conservadora.

Sony también comenzó a crecer al ser el principal proveedor de sensores fotográficos. Ahora esta firma tiene el 50% y produce 100 mil sensores al mes. Pero viene otro gigante, en esta ocasión coreano: Samsung. Esta firma ha modificado sus plantas de producción de memorias para que puedan armar sensores. Con el nivel de demanda actual de teléfonos móviles, los coreanos saben que pueden vender más y que el problema es la capacidad instalada. De modo que pronto, en apenas unos meses, serán capaces de producir 120 mil sensores por mes. Sony tampoco tiene esa partida ganada.

De modo que entre la subida de los celulares, la caída de las réflex y las cámaras compactas, aparece -además- la escalada en la inteligencia artificial de las cámaras en los teléfonos.

Personalmente creo que eso está muy bien para el consumidor promedio. Pero, para el entusiasta o profesional, el teléfono sigue siendo una herramienta no muy cómoda, sigue teniendo problemas en condiciones bajas de iluminación y la falta de versatilidad en la óptica sigue siendo un gran reto. Pero ¿Y si hubiera un teléfono con cámara para profesionales? Porque está muy bien eso de tener detección de escenas (mascotas, flores, etc.) para el consumidor, pero la inteligencia artificial aplicada a usos profesionales sería increíble.

Por otro lado ¿Por qué no crear cámaras con software tan poderoso como el de los teléfonos pero acoplando sensores de mayor tamaño, una óptica de tamaño moderado y gran versatilidad? Puede sonar a sueño guajiro, pero quizá es lo que ya empiezan a incorporar las mirrorless y estamos ante un próximo momento de ruptura y crecimiento. Conforme veamos la modificación de la estantería en tiendas nos daremos cuenta cuando el momento haya llegado. ¿Recuerdan cuando desaparecieron los discos de vinil en las tiendas para dar paso a los CDs? O ¿Se han dado cuenta de que en Mixup ya venden más videojuegos, libros, juguetitos, dulces y otras cosas que CDs porque ya todos oímos Spotify y vemos Netflix?

La industria se está reinventando. La pregunta de fondo es si los titanes de la fotografía sabrán o podrán adaptarse y si lo harán a tiempo. Ahí está el fantasma de Kodak.

Ojalá Elon Musk decidiera algún día entrarle a la fotografía…

OC

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Óscar Colorado Nates, editor de es crítico, analista y promotor de la fotografía. Miembro de y fundador de. Doctorando por la Universidad Complutense de Madrid; catedrático de Fotografía Avanzada en la Universidad Panamericana (CDMX).

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