Texto: Carlos Villasana y Ruth Gómez

Fotografía actual: José Antonio Sandoval

Diseño web:

Miguel Ángel Garnica.

Desde el siglo pasado Ericsson ha sido una de las principales empresas de telefonía en el país: en 1905 operaba la red telefónica en la capital y las zonas circundantes. En 1907 ya contaba con 500 suscriptores y en 1909 la compañía subsidió a otra llamada “Mexeric” para que se encargara de dichas operaciones. Cercanos los años veinte, la compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana (TTM) y Ericsson tenían una ardua competencia entre sí para ganar a los suscriptores.

El robot mexicano gigante de los años 30
El robot mexicano gigante de los años 30

Anuncios publicitarios de 1919 de las dos compañías telefónicas más importantes en el país en el siglo pasado. Colección Villasana - Torres.

La década de los treinta trajo novedades y cambios para Ericsson, que en 1930 realizó una exposición para mostrar ante el público los más recientes adelantos tecnológicos en materia de telefonía: había llegado a México el teléfono automático, la posibilidad de contar con un teléfono propio en casa -un furor que en la actualidad no se podría imaginar-.

Ericsson ya contaba con catorce centrales en la capital, lo que le afianzaba el “primer lugar”; sin embargo, la situación financiera por la que atravesaba no era la mejor, ya que la moneda mexicana se devaluaba constantemente y ellos no querían incrementar sus tarifas.

El robot mexicano gigante de los años 30
El robot mexicano gigante de los años 30

Mapa que ilustra la red telefónica de la compañía Ericsson. Colección Villasana - Torres.

Entre 1931 y 1932 el gobierno federal impulsó una feria comercial en los alrededores del Centro Histórico; siendo justo 1932 el año en el que, a pesar de su imparable competencia, Ericsson se convirtiera en co-propietaria de la TTM, por lo tanto participó en dicha feria como marca nacional y extranjera.

Su nombre fue “La Gran Feria Nacionalista” y se realizaba del 10 al 25 de diciembre -aunque en un par de ediciones se extendió hasta unos días después de “Reyes”- ya que era una temporada especial para las arterias comerciales de la ciudad, que en ese entonces estaban en el corazón de la capital; era organizada por las cámaras de comercio tanto nacional como internacional.

EL UNIVERSAL la daba a conocer diciendo que “La Confederación de Cámaras de Comercio y la Cámara de la Ciudad de México, han invitado a todas las cámaras extranjeras y a todo el comercio metropolitano para que se sumen a esta empresa que tendrá desarrollo en los días comprendidos del 10 al 25 de este mes…todo el comercio de esta metrópoli está deseando hacer un alarde de los adelantos alcanzados por nuestra industria y, al efecto, destinará sus aparadores para exhibir los diferentes artículos de manufactura nacional. Dichos aparadores ostentarán una cartulina especial que indicará la procedencia de tales artículos”.

Las calles por las que se extendía la feria eran Tacuba, Cinco de Mayo, Madero, 16 de Septiembre, Capuchinas -hoy Venustiano Carranza-, Cinco de Febrero y República de Brasil. La mayoría se adornaba con grandes arcos a la entrada de las calles en dirección al Zócalo -que en los tiempos del Porfiriato se utilizaban de manera recurrente como ornamento festivo- y estarían “extraordinariamente” iluminadas y decoradas. Al mismo tiempo, los transeúntes podían disfrutar de conciertos musicales que se programaban diariamente en las diferentes calles.

Por lo impreso en El Gran Diario de México, se puede inferir que la Feria Nacionalista era un gran festival que tenía la intención de mostrar no sólo los artículos, sino también todas las artes y artesanías que se producían en el país.

Eran exhibidas películas de producción nacional y en los teatros se representaban obras cuyos creadores fueran mexicanos o también conciertos de las diversas orquestas capitalinas -un ejemplo era la “Orquesta Típica de Policía-, en la radio se escuchaba música tradicional y por las noches, de las 19 a las 24 horas, se daba “una gran serenata en el templete” que las autoridades ponían en la Plaza de la Constitución, dichos conciertos eran ejecutados por 300 o 400 intérpretes, en su mayoría pertenecientes a alguna institución pública o militar.

Desafortunadamente, el rastreo de esta feria entre las páginas del diario se limita a un par de años, en los que se empezaron a reportar fallas y descontentos con la organización; además de que se reportaba que los puestos de las compañías nacionales lucían “tristes” a lado de los internacionales, ya que era fuera del país donde se producía tecnología y por ende, tenían que hacerlos un punto de venta importante.

El robot mexicano gigante de los años 30
El robot mexicano gigante de los años 30

Postal de la Plaza de la Constitución durante la Feria Nacionalista en los años treinta.


De objeto publicitario a inspiración
 

Sin embargo, fue justo una figura monumental de la compañía Ericsson una de las más recordadas a través de los años: en una esquina de la calle Madero se construyó un tipo de “arco” de un “hombre” metálico -lo que ahora llamamos “robot”-, en cuyo pecho tenía grabada la leyenda “Teléfonos Ericsson” con un disco marcador en el centro. Entre sus manos, el robot sostenía el nuevo modelo de teléfono.

 

Tanto llamó la atención, que fotoperiodistas de la importancia de Manuel Ramos y Agustín Casasola se tomaron el tiempo para inmortalizarlo, siendo estos registros gráficos los pocos -sino los únicos- que documentaron su existencia. No existen datos de cuánto medía, de qué estaba hecho y tampoco sobre quién fue su creador, pero gracias a las fotografías de estos grandes de la lente nacional, se puede suponer que alcanzaba al menos los tres pisos de altura, respecto a las construcciones aledañas.

El robot mexicano gigante de los años 30
El robot mexicano gigante de los años 30

Una de las dos fotografías que circulan en la red y en los archivos fotográficos nacionales sobre el robot de la Feria Nacionalista; esta imagen se atribuye a Manuel Ramos.

El robot mexicano gigante de los años 30
El robot mexicano gigante de los años 30

Otro ángulo del mismo robot, en este caso la autoría corresponde a la lente de Agustín Casasola.

Situándonos en aquella época, ver un objeto de ese tamaño fungiendo como recibidor principal de la calle Madero, marcaría la importancia que la compañía tenía en nuestro país. Su diseño y estructura “futurista” aludía a los avances tecnológicos europeos; un fuerte referente pudiera haber sido la película muda “Metrópolis” del director austriaco Fritz Lang, estrenada en 1927, que aludía a la constante lucha entre clases, donde la alta vivía rodeada de rascacielos y la baja en el subsuelo. En esa cinta aparece un “robot” de figura femenina.

El robot mexicano gigante de los años 30
El robot mexicano gigante de los años 30

Fotografía tomada de la página oficial de Ericsson, que ilustra la historia de la compañía en nuestro país. Se sabe que además de estar en la Ciudad de México, el robot también fue exhibido en el Centro de la ciudad de Puebla. Se aprecia que la cabeza tenía movimiento.

Pero no sólo fueron Ramos o Casasola los artistas que se han dejado cautivar por el robot, también un par de profesionistas del ámbito del diseño y las artes visuales. Tanto Jorge Rocafort como Alejandra Espino se encontraron con las fotografías del robot al estar realizando investigaciones de trabajo; en el caso del primero, tal fue su asombro, que se inspiró para realizar un par de modelos tridimensionales digitales de cómo se vería el robot en la época actual: uno es a color, resaltando el aluminio que probablemente lucía el original y las leyendas en el pecho con letras azules; mientras que el segundo es un diseño frontal donde se considera el ancho que tendría la figura y de fondo, la forma en la que lucen los edificios en la actualidad.

El robot mexicano gigante de los años 30
El robot mexicano gigante de los años 30
El robot mexicano gigante de los años 30
El robot mexicano gigante de los años 30

Fotografía y modelo 3D. Se trata de un diseño del robot en computadora sobre una fotografía de 2013, cortesía y propiedad de Jorge Rocafort.

Por su parte, la artista visual Alejandra Espino comentó para EL UNIVERSAL que ella trabajó, hace tiempo, para un proyecto con la Fototeca Nacional ubicada en Pachuca, Hidalgo: “ahí conocí muchas imágenes antiguas de la Ciudad de México. No recuerdo si fue parte de este acervo o si en una investigación posterior para una novela-gráfica, pero encontré las fotos del robot de la compañía Ericsson y las guardé como referentes”.

Tiempo después, en 2016, la contactaron de la Revista Kilómetro 0 (KM0) para hacer una ilustración cuya temática fuera el acoso callejero en la capital: “me interesa mucho tomar esos referentes antiguos y pensé cómo integrar al robot a esta idea de la ilustración.” En la parte de abajo de la ilustración, hay un cuadro de texto que dice “construyeron robots y caminaron tranquilas por la calle”, el robot está en una posición vigilante, quizás la autora lo relacionó con que, aún en una ciudad llena de cámaras como la nuestra, la tecnología no basta para hacernos sentir seguras.

El robot mexicano gigante de los años 30
El robot mexicano gigante de los años 30

Digitalización de la ilustración "Caminaron tranquilas...", cuyo formato original es acuarela. Cortesía y propiedad de Alejandra Espino.

En 1947 Ericsson de México y la International Telephone and Telegraph Co. se fusionaron y fue que surgió Teléfonos de México. No cabe duda que Ericsson fue una compañía sumamente importante para el desarrollo de nuestro sector telefónico, porque por más inimaginable que parezca para las nuevas generaciones, el tener un teléfono fijo en casa con disco para marcar -ese que en la actualidad ya casi nadie toma en cuenta- era un lujo y el montar un robot gigante en la calle, era la muestra de cómo la sociedad de hace casi más de medio siglo imaginaba el futuro.

Fotografía antigua:

Compañía Ericsson, Archivo Fotográfico Manuel Ramos.

Fuentes:

Artículo “Se va Ericsson del país” de Alberto Barranco, EL UNIVERSAL. Archivo Hemerográfico EL UNIVERSAL. Entrevistas a Alejandra Espino y a Jorge Rocafort.

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