Los resultados de las elecciones son dolorosos para Acción Nacional, no sólo por la derrota, sino por las oportunidades que dejó ir el partido en este proceso. En un contexto donde la ciudadanía exigía un cambio para enfrentar la corrupción, abatir la impunidad y oportunidades de desarrollo, perdimos. Y perdimos a pesar de que históricamente ésas fueron las banderas del PAN.

El proyecto fracasó porque en lugar de construir en torno a nuestra identidad y valores democráticos, la dirigencia prefirió una plataforma para cooptar y transformar el partido en un esquema de culto a la personalidad. Así, el PAN que impulsaba el cambio democrático de estructuras predicando con el ejemplo, se transformó en una versión de lo que tanto criticaba. Atropelló voces que pensaban distinto, vulneró los órganos internos del partido, amenazó abiertamente a sus autoridades estatales, abandonó a militantes e impuso candidatos.

La primera imposición que marcaría el destino del PAN fue el “festín democrático”, según los paladines de la dirigencia, donde se designó a Ricardo Anaya como dirigente nacional. El talante autoritario de la elección se vio reflejado en las decisiones de Anaya, quien eliminó toda práctica democrática al interior del PAN. Con ello, quedó confirmado lo dicho por su coordinador estratégico de campaña, Jorge Castañeda: “se jodió a todos”, nos jodió a todos. El problema ocasionado persiste: dañó la institución y sus valores democráticos.

En la campaña no fue diferente, pues en la coordinación nunca decidieron más de dos personas: Anaya y Zepeda. Tuvimos una campaña que no entendió los tiempos, ni los temas; que avasalló nuestra identidad y no supo conectar con los mexicanos. No nos acercamos lo suficiente a la gente, a quienes han visto cómo se desploma la capacidad de compra de su salario, que sienten miedo de salir o que temen por la falta de oportunidades para sus hijos. ¿Y qué se hizo? Respondimos con una campaña en salones con aire acondicionado cuando promovíamos la lucha contra el cambio climático. Hicimos una campaña que fue una lucha por la semifinal, no por levantar la copa.

Si queremos recuperar el PAN, debemos recuperar nuestras banderas, nuestras luchas, donde la motivación no sean sólo los resultados electorales, sino el afán de cambio y de transformación de México. No debemos olvidar que pasaron nueve elecciones presidenciales para que Acción Nacional pudiera conocer una victoria, pero lo logramos con una convicción: la transformación democrática de México. Hoy debemos retomar ese rumbo.

Para ello, se requiere urgentemente reformar los estatutos para que ningún dirigente pueda ser otra vez candidato a un cargo de elección popular hasta terminar su mandato; recuperar la democracia interna y la vocación local del partido, y definir los temas prioritarios para construir canales de diálogo con otras fuerzas políticas, pero sobre todo, con los ciudadanos.

Como panista no me define la derrota, sino nuestras luchas, pero debo reconocer que en el proceso electoral, las luchas no se dieron por cobardía y pragmatismo. Preferimos ir en contra de las administraciones panistas y rematar los espacios del partido a dos postores que pagaron con cheques sin fondos. Sin duda, éste es el error estratégico más grande en la historia de una dirigencia nacional.

Hoy debemos pasar de la reflexión a la acción, elegir un nuevo liderazgo que reencauce al partido, que llame a los militantes, que aglutine a quienes fueron desplazados en esta lucha feroz por espacios de poder. Necesitamos un dirigente que priorice la unidad y defienda los principios de Acción Nacional. Yo daré la lucha por recuperar mi partido. #LuchemosPorElCambio.

Consejera Nacional del PAN.
@mirelle montes

Google News

Noticias según tus intereses