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Texto:
Nayeli Reyes
Una vez alguien me dijo que los boleros conocen todo de la ciudad, así que me acerco a un hombre ensimismado en darle bola a unos zapatos y le preguntó si sabe dónde está la calle José María Marroqui, me señala con la tinta en la mano hacia la siguiente esquina "esa es", contesta muy apurado. Ese alguien no se equivocó.
A primera vista no se ve ninguna placa, pero a medio camino está el nombre del cronista, en un letrero azul que casi pasa desapercibido al lado del enorme anuncio de “Sala de Belleza Gaby". En ese lugar se mantiene un tramo de la calle a la que los temblores del 85 le quitaron un pedazo de su historia.
La forma y el nombre de la ciudad son en sí mismos monumentos, afirma Guillermo Tovar y de Teresa. A su parecer, la capital del país llegó a 1910 con estos elementos conservados en alto porcentaje, “pero sucedió algo terrible para la historia de nuestra capital: se cambiaron los nombres de nuestras calles por las de aquellas repúblicas que reconocieron al gobierno revolucionario…Soberbia e ignorancia, falta de conciencia histórica y de sentido común”.
Además, fenómenos como la gentrificación y los desastres naturales también han afectado el diseño de la ciudad, es el caso de la calle José María Marroqui, nombrada así para rendir homenaje al cronista que amaba tanto a la ciudad que dedicó los últimos 20 años de su vida a plasmar su historia en un libro de tres volúmenes: La ciudad de México.
Los alrededores de lo que queda de la calle Marroqui parecen no haber cambiado luego de aquellos días que siguieron al desastre en el 85, todo está rodeado de cascajo, la gente camina entre los carros por las reparaciones a la banqueta sobre Independencia, en el Centro Histórico.
Antiguo tramo de la calle José María Marroqui. Vista desde calle Independencia hacia la avenida Juárez, ahora es un pasaje comercial cerrado al tránsito vehicular.
Sobre el tramo que aún se llama Marroqui, un edificio está rodeado con la sensación de daño que da la cinta naranja colocada por Protección Civil para alertar de derrumbes, el edificio está atravesado por pocas pero largas grietas que le dejó el sismo del último 19 de septiembre.
Marroqui nació en 1824, en la capital, “alternaba sus diarios paseos matutinos y vespertinos por la calzada de la Reforma y la Alameda, su sitio predilecto, charlando con amigos bajo los árboles o en los billares del hotel de Iturbide. (...) El resto de su tiempo lo consagraba a inquisiciones históricas, recorriendo, fatigado y sudoroso, casas y calles en busca de noticias, y sentándose, incómodo por su obesidad, ante las mesas de bibliotecas y archivos, para hojear uno a uno polvorientos manuscritos, de caracteres ininteligibles muchos de ellos”, relata Luis González Obregón.
Antes de perderse de lleno entre las costumbres, creencias y tradiciones de las calles capitalinas, José María Marroqui estudió medicina y peleó contra la intervención estadounidense en México, en 1847, donde prestó servicios médicos, al igual que en la batalla de Puebla.
A Marroqui lo perseguía la mala suerte, fue cónsul de Barcelona hasta que su salario dejó de llegar por la mala situación económica del país. Tiempo después, cuando por fin terminó su obra sobre la Ciudad de México, la cedió al Ayuntamiento para su publicación, pero los talleres tipográficos donde se editaba se incendiaron y ésta se quemó.
Su trabajo se salvó gracias a que el canónigo Vicente de P. Andrade conservaba los borradores, Marroqui solía acudir a su biblioteca, en ese entonces trabajaba como profesor de la Escuela Nacional Preparatoria y ganaba poco dinero, no podía tener una propia. Su gran obra por fin se publicó en 1900, dos años después de su muerte.
¿Dónde quedaron los restos de José María Marroqui? El cronista pidió ser enterrado en el Panteón de Dolores, en un una cripta de la tercera clase, sin ningún epitafio; sin embargo, su nombre fue recordado en una calle del Centro Histórico que hasta entonces se llamaba Cuajomulco, en esa vialidad estaba su casa. La calle que lleva su nombre comenzaba en avenida Juárez, frente a la Alameda Central, y conectaba a las personas con las entrañas de la capital, hacia la vialidad de Independencia y Artículo 123.
Interior del pasaje comercial donde antes estaba el tramo calle Marroqui.
En avenida Juárez hay otro bolero, "¿sabe dónde estaba la calle Marroqui?", pregunto, "es esa de ahí", dice el hombre que lee un periódico mientras espera que alguien requiera sus servicios. El lugar que señala parece una plaza comercial.
El trabajo de Marroqui permitió conocer los nombres de muchas calles de la ciudad, de acuerdo con la cronista Ángeles González Gamio; paradójicamente, después de los sismos, el tramo de la calle que le rendía homenaje quedó tan dañado que no se pudo recuperar por completo, ahora su recuerdo está prácticamente olvidado.
Para Tovar y de Teresa, “la destrucción de los monumentos en la ciudad comenzó con la traza y la nomenclatura, es decir, con su forma y sus nombres”. Entre los incontables negocios, principalmente cadenas comerciales que ofrecen pozole, hamburguesas, pizzas y hasta servicios notariales sólo queda un letrero apenas visible en el piso, en el que se lee "TRAZA MARROQUI 1905".
Lo que queda del tramo de la calle Marroqui que se llevó el sismo.
Fotografías:
Colección Villasana- Torres.
Fuentes:
La ciudad de los palacios: crónica de un patrimonio perdido de Guillermo Tovar y de Teresa; Semblanzas de Académicos de Antonio Acevedo.