Hace 54 años, en 1967, unos brotes de fiebre hemorrágica surgieron simultáneamente en , Alemania, así como en Belgrado, en la antigua Yugoslavia, a consecuencia del trabajo científico que se llevaba a cabo en laboratorios de esas ciudades con tejidos de monos verdes africanos (Cercopithecus aethiops) importados de Uganda.

“En total fueron 32 casos que incluyeron a quienes trabajaron directamente con los tejidos de los monos, a familiares y otros individuos con los cuales tuvieron contacto, y a tres médicos que los atendieron. La mortalidad en este grupo fue de 23%”, informa Luis Padilla Noriega, investigador del Departamento de Microbiología y Parasitología de la Facultad de Medicina de la UNAM.

En un primer momento, la nueva enfermedad recibió el nombre de fiebre hemorrágica de Marburgo; sin embargo, desde hace algún tiempo se le conoce como enfermedad por el virus de Marburgo (EVM), en referencia al agente patógeno que la causa.

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Luego de esos primeros brotes hubo otros en distintos países de África. Los más importantes ocurrieron entre 1998 y 2000 en la República Democrática del Congo, donde se contabilizaron 154 casos con una tasa de letalidad de 83%; y en 2005 en Angola, donde se contabilizaron 374 casos con una tasa de letalidad de 90%.

“Los casos de la República Democrática del Congo estuvieron representados por trabajadores de la industria minera que sacaban oro de minas subterráneas donde había una amplia presencia de murciélagos egipcios de la fruta (Rousettus aegyptiacus)”, dice Padilla Noriega.

En agosto del año pasado se dio un brote más en Guinea, donde se contabilizó una persona muerta.

Reservorios naturales

Se considera que los reservorios naturales del virus de Marburgo son los murciélagos egipcios de la fruta, en los que causa una infección inaparente, esto es, sin signos de enfermedad.

Como ya se hizo evidente, este virus puede pasar de los murciélagos egipcios de la fruta a algunos monos que habitan en zonas selváticas de África, en los que causa una alta mortalidad.

“Cuando el virus de Marburgo pasa de monos a humanos, usualmente se relaciona con la caza de los primeros, ya que los casos índice casi siempre están representados por los cazadores que procesaron su carne; y se infiere que pasa de los murciélagos egipcios de la fruta a humanos, porque los primeros casos de la EVM en la República Democrática del Congo estuvieron representados por mineros que trabajaban en minas subterráneas donde abundan estos murciélagos. Es decir, los humanos nos convertimos en hospederos terminales o accidentales de este virus, debido, en buena medida, a que hemos invadido zonas selváticas y zonas remotas que antes eran inaccesibles”, señala el investigador.

Síntomas

El virus de Marburgo se transmite de persona a persona mediante el contacto con fluidos corporales (sangre, orina, secreciones nasales, saliva, sudor, vómito, leche materna y semen).

“Además, es capaz de infectar diversas estirpes celulares, como los macrófagos (células del sistema inmune), las células epiteliales, los hepatocitos (células del hígado) y los espongiocitos (células de la glándula suprarrenal)”, indica Padilla Noriega.

Tanto el virus de Marburgo como el virus del Ébola pertenecen a la familia Filoviridae, por lo que ambos causan enfermedades cuyas manifestaciones clínicas son muy parecidas.

“El virus de Marburgo tiene un periodo de incubación de cinco a 10 días e inicialmente ocasiona síntomas similares a los de una gripe, como fiebre, escalofrío, dolor muscular y malestar general; asimismo, puede desatar síntomas gastrointestinales como diarrea, dolor abdominal y náuseas, síntomas vasculares como edema y baja presión arterial, síntomas respiratorios como dolor en el pecho y tos, y síntomas neurológicos como dolor de cabeza y confusión”, explica el investigador.

Una vez que se presentan estos síntomas, que pueden confundirse con los de otras enfermedades, los casos graves comienzan a tener manifestaciones hemorrágicas que incluyen petequias (pequeñas manchas redondas en la piel como resultado de un sangrado), eritema (enrojecimiento de la piel) y disminución de la presión arterial.

“A continuación puede desencadenarse una coagulación intravascular diseminada, una falla multiorgánica y un shock por la alteración en la homeostasis de la sangre. En estos casos graves, la muerte sobreviene alrededor de nueve días después de la apari- ción de los primeros síntomas.”

En cuanto a los pacientes que logran recuperarse de la infección, a veces padecen secuelas tales como dolor muscular, dolor en las articulaciones, pérdida auditiva, hepatitis, enrojecimiento de los ojos e incluso psicosis.

“Por si fuera poco, en ciertas ocasiones, el virus infeccioso persiste en algunos órganos, como los testículos, pues se ha logrado detectar en semen hasta tres meses después de la remisión de la enfermedad”, agrega Padilla Noriega.

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Tratamiento y vacunas

Hasta la fecha no hay un tratamiento específico contra la EVM. Se han probado en monos algunos análogos de nucleósidos, como el remdesivir, que también ha sido utilizado contra la Covid-19, pero el conocimiento de su eficacia todavía no es amplio.

También se ha recurrido a anticuerpos monoclonales y anticuerpos policlonales procedentes de suero de monos que fueron infectados con el virus de Marburgo y sobrevivieron a la enfermedad.

“En todo caso, lo más prometedor son cuatro vacunas que ya están en desarrollo para prevenir la EVM, pero también la enfermedad por el virus del Ébola. Hasta 2020 se mencionaba que tres se encontraban en la fase I y la cuarta iba a pasar a la fase III”, afirma el investigador.

Vitales

Por sus características y por el peligro que representa, el virus de Marburgo debe ser manejado en condiciones de bioseguridad 4, el máximo nivel de seguridad para trabajar con un virus infeccioso.

Por lo que se refiere a los murciélagos que actúan como reservorios naturales de él, conviene recordar que desempeñan un papel de primer orden en la naturaleza.

Virus de Marburgo: Al Acecho
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