Hace tres décadas, algunas mujeres que por deseo y convicción no querían ser mamás se hicieron visibles en el mundo anglosajón. Pronto se les conoció popularmente como las mujeres NoMo (abreviatura en inglés de Not Mothers, “No Madres”).

En la actualidad, el número de mujeres NoMo ha aumentado, lo que hace evidente que cada vez más personas del sexo femenino deciden romper el mandato de la maternidad como proyecto único de vida.

Como señala el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), basado en los datos generados por la Encuesta Nacional sobre Discriminación, de 1960 a la fecha, la Tasa Global de Fecundidad ha ido a la baja, pasando de siete hijos promedio a dos, especialmente en mujeres que viven en contextos urbanos y tienen una mayor preparación educativa.

“Hasta hace poco no había en español un concepto equivalente que diera nombre a esa condición, por lo cual se hablaba de mujeres sin hijos, que implicaba la idea de que a esas mujeres les faltaba tener un hijo, por lo menos, para estar completas. Apenas en los últimos años se ha popularizado el concepto ‘no maternidad’ para nombrar y reconocer el deseo de las mujeres de no tener hijos”, dice Tania Rocha Sánchez, académica de la Facultad de Psicología de la UNAM.

La decisión de no tener hijos puede estar condicionada por diferentes causas, como las dificultades en materia de salud que algunas mujeres enfrentarían al buscar procrear o los estragos que muchas sufrirían al someterse a tratamientos especializados que, por lo demás, no son accesibles para todas.

No obstante, también hay mujeres que toman esta decisión desde su propia historia y el deseo de no ser madres, en algunos casos porque no quieren repetir la vida de las mujeres que las antecedieron, como abuelas o madres; porque no les atrae el hecho de dedicar su vida al cuidado y la crianza de un hijo o porque dan prioridad a su desarrollo personal y profesional.

Quizás en algún momento las mujeres NoMo sí pensaron en la posibilidad de tener hijos, pero entonces no había las condiciones (económicas, de disponibilidad de pareja…), o bien, cuando había las condiciones, ellas sintieron que no era el momento adecuado. Es importante pensar en un deseo fluctuante, en el que diversos factores, tanto externos como internos, se vinculan con la vivencia de la no maternidad.

“Sea como sea, es fundamental echar por tierra la idea de que las mujeres NoMo tienen algún problema psicológico, sufrieron algún trauma en la infancia o son lesbianas, aspecto que no interfiere con el deseo y la posibilidad de que sean madres. Muchas de las mujeres NoMo manifiestan que tienen otras prioridades en su vida, como desarrollarse en el ámbito personal y profesional, o que sencillamente no se sienten atraídas por el proceso que las convertiría en madres. Sin embargo, no les resulta fácil asumir esta posición porque, a partir de la creencia de que el deseo de ser madre es universal e innato y, por consiguiente, está presente en todas las mujeres, la sociedad ejerce una presión muy fuerte sobre ellas”, indica Rocha Sánchez.

Argumento

Esta presión social sobre las mujeres NoMo se pone en práctica mediante los discursos predominantes y los estereotipos que se cobijan bajo ellos; así, se les tilda de “incompletas”, “egoístas”, “frías” o “inmaduras”.

Y no sólo la familia, la pareja o las amistades ejercen esta presión, sino también los profesionales de la salud de ambos sexos, que llegan a comentarles, por ejemplo, que si un útero no da hijos, da tumores; o a usar frases como: “Se te está acabando el tiempo”, “si esperas más, no vas a poder”, “te vas a arrepentir”, etcétera.

“Generalmente, el argumento que se esgrime a la hora de insistirle a una mujer que debería embarazarse es que, si no lo hace, no tendrá quién vea por ella y la cuide cuando sea mayor, pues un hijo, le aseguran, siempre es una compañía…, y justo por esto no pocas mujeres deciden no ser madres, ya que rechazan la perspectiva de establecer una relación tan utilitaria con un hijo”, apunta la académica universitaria.

A veces, cuando una mujer NoMo mantiene una relación amorosa (que puede ser heterosexual o no heterosexual), su pareja tampoco está interesada en tener hijos, y todo es armonía; pero a veces sí lo está, debido a lo cual dicha relación puede terminar por la no coincidencia de intereses.

“En ocasiones sucede también que una mujer resuelve casarse, pero, con el tiempo, la idea de ser madre no surge en ella como un deseo real: está ahí, pero sin que se den las condiciones para que lo alcance. Y es que el deseo de ser madre no brota de repente, se construye a partir de los aspectos culturales, la historia específica, la subjetividad y la capacidad o habilidad con que se percibe cada mujer y, por supuesto, del apoyo real con que cuenta para tal responsabilidad. Es decir, el instinto maternal no existe, aunque a muchas personas les cueste trabajo admitirlo”, añade Rocha Sánchez.

Contraste

Se sabe que entre más educación y preparación profesional tienen las mujeres, menos hijos llegan a parir. No obstante, en México aún prevalece el discurso de que lo mejor que le puede pasar a una mujer es tener hijos.

Las consecuencias de esto son patentes: mientras disminuye la tasa de fecundidad en mujeres que viven en contextos urbanos y gozan de una mayor preparación educativa, el país enfrenta un problema de salud grave por la tasa elevada de embarazos adolescentes, propiciado por los estereotipos y las expectativas en torno a las mujeres y el rol de ser madres.

“Se debe ver este contraste para entender, por un lado, que el movimiento NoMo sí está creciendo en México, pero a pasos muy lentos; y, por el otro, que el reto que afronta es gigantesco, sobre todo si tomamos en cuenta que sigue habiendo niñas de 10 u 11 años que son forzadas a parir y que el aborto todavía no se ha legalizado en todo el territorio nacional.”

Falta de igualdad y equidad

No es raro que las mujeres NoMo reciban castigos que la mayoría de las veces no son considerados tales por quienes se los imponen. Uno de ellos consiste en plantearles que, como no tienen hijos, les toca cuidar a alguno de sus padres (o a los dos) o a otros parientes de la tercera edad, precisamente porque domina la idea de que, incluso sin hijos, es tarea de las mujeres hacerse cargo del cuidado de otros.

“Me parece grave creer que las mujeres que eligieron no ser mamás tienen un problema de amor propio y que, como no se aman, no son capaces de amar a alguien más. Pero hay que decirlo: a partir de los estereotipos de género, si algo nos ha tocado por obligación a las mujeres desde que somos niñas, es cuidar a otros. Según el INEGI, las mujeres destinan la mayor parte de su tiempo a tareas de cuidado de sus hijos o de otros parientes, y domésticas; en cambio, los hombres destinan únicamente entre cinco y ocho horas a la semana a dichas tareas. De este modo, ante la falta de igualdad y equidad, se puede comprender con más facilidad por qué quienes tienen las condiciones y las posibilidades deciden no ser madres”, finaliza la académica.

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