Lleno de verdaderas joyas de la arquitectura colonial, el barrio de La Merced está rodeado de vialidades que nunca descansan como Circunvalación o Fray Servando. Pero además de la tradición histórica de sus calles y la imparable actividad comercial que allí se genera, este lugar es una de los centros con temperaturas más altas en la CDMX, lo que se define como isla de calor urbano (ICU).

Las imágenes satelitales también ayudan a dar detalles de esta información que puede afectar el confort térmico humano e influir en la productividad y morbilidad, especialmente en los periodos naturalmente más cálidos como el periodo primavera-verano. “En La Merced está el centro más cálido porque se acumula allí la magnitud de la ciudad que es una entidad que cambia drásticamente el medio ambiente al llenar las áreas con hormigón y asfalto”, señala.

Explica que este tipo de materiales tienen características térmicas diferentes al área rural, lo que provoca superficies impermeables donde no hay evaporación de agua, lo contrario a lo que sucede en el área rural donde existe la transpiración de las plantas y evaporación del suelo. De hecho, explica, se han llegado a medir diferencias de hasta diez grados entre este tipo de puntos y áreas aún rurales que sobreviven en la ciudad, como el caso de Xochimilco.

En su laboratorio se han hecho estudios profundos sobre la isla de calor que revelan que sin embargo, estos puntos extremadamente calientes tienen un límite: “La Merced parece que se está estabilizando porque llega a cierta temperatura y ya no reporta cambios, parece ser que el área pavimentada encuentra un equilibrio con la atmósfera superior”. Sin embargo, agrega que en otras áreas citadinas, como por ejemplo El Pedregal, está aumentando la temperatura, a pesar de que al sur de la ciudad se conservan importantes pulmones como el Bosque de Tlalpan y la Reserva del Pedregal de San Ángel

Verde que te quiero verde

El doctor Barradas señala que independientemente de las islas de calor, la oleada de temperaturas altas que vivimos en la actualidad es por una situación meteorológica sinóptica de difícil control. Bajo el influjo del fenómeno meteorológico de La Niña, de la que ya hemos hablado en esta sección, las condiciones climáticas parecen volverse más extremas, sin embargo las áreas donde más se concentra el calor en la ciudad suman aún más grados extra, es por eso que se tiene que hacer una mejor planeación de los elementos que influyen en la isla de calor. Varios factores inciden en la acumulación de calor: latitud y altitud, emisiones contaminantes, topografía, calor antrópico o antropogénico, tipo de construcciones, número de habitantes, nubosidad, velocidad del viento y vegetación.

Los investigadores han hecho estudios sobre las superficies evaporantes y la vegetación que las componen para determinar con cuántos árboles de determinada especie por hectárea se puede reducir la temperatura de la isla de calor de 3 a 5 grados, pues con esto ya se empezaría a recuperar la normalidad del sistema.

“El liquidámbar es una de las mejores especies para este fin, luego le siguen el fresno y el trueno, que además son algunas de las que ya dominan el paisaje capitalino”. Comenta que sin embargo el liquidámbar genera muchos compuestos orgánicos volátiles que pueden generar alergias y esto también es muestra de que cuando se habla de plantas, se entra a un mundo complejo donde se deben de hacer muchas evaluaciones para tener la planta que reporte mejores servicios. “Si bien es cierto que la vegetación puede regular el clima, también es verdad que no cualquiera puede hacerlo. No se trata sólo de reforestar, se trata de hacerlo con las especies adecuadas. Se trata de indicarle al arquitecto qué árboles tiene que usar, más allá de su función estética”.

México y el mundo

Barradas se muestra desilusionado al señalar que a pesar de la importancia de mantener el verde en la ciudad, éste nunca ha sido considerado una prioridad en el diseño de la ciudad. “Son cosas que a nadie le interesan y he llegado a la conclusión de que esto se debe a que los árboles no son patentables y si esto no es posible entonces no hay modelo de negocio por lo que nunca serán prioridad”, señala y agrega que finalmente los árboles son la mejor solución no sólo para mitigar el calor, sino para contrarrestar gran parte de los efectos de la contaminación atmosférica, pues los árboles son buenos buenos captadores de los metales pesados y los óxidos de nitrógeno.

Barradas cuenta que el recubrimiento que se está colocando actualmente en la fachada de Liverpool en Perisur, tiene un alto contenido de óxido de titanio que posee la particularidad de captar la contaminación del aire. Provoca una reacción química que vuelve polvo lo captado y cuando llueve se deposita en el suelo. “Eso sí es patentable, es un modelo de negocio muy grande que le permite decir al centro comercial que es amigable con el medio ambiente. Quien inventó el sistema y las compañías que lo instalan tienen ganancia, a diferencia de un árbol”.

Otros países, sin embargo, se han dado cuenta de que el poder de la vegetación es insustituible y su apuesta ha sido redituable. Uno de los ejemplos más claros es Stuttgart, en Alemania, que ha sabido cómo contrarrestar los efectos de la urbanización, pues a pesar de que es una conocida ciudad industrial, las estrictas políticas ambientales la han mantenido cubierta de verde al 60%. Su estrategia privilegia azoteas naturadas y “corredores de viento”, caminos donde no se puede construir nuevas edificaciones y se prohíbe rotundamente la eliminación de árboles de cierto tamaños.

Otra ciudad que ha fincado camino verde en este tema es Tokio, que desde hace ochos estableció exitosamente el llamado Plan Verde de la Zona Metropolitana para crear nuevos espacios naturados dentro de la ciudad altamente urbanizada desde hace más de medio siglo. En la capital japonesa toda obra que supera las mil hectáreas de construcción está obligada a construir un plan de espacios verdes en el que destacan sus jardines verticales.

Barradas señala que en su laboratorio hicieron un modelo de mitigación de la isla de calor. “Desgraciadamente no hemos podido encontrar recursos para ponerlo en un programa computacional amigable que cualquiera pueda usar y podamos ir incrementando la biblioteca de árboles. Lamentablemente nuestras autoridades están más convencidas de otras prioridades y tenemos muy poca conciencia de esto”.

Actualmente más de 50% de la población del mundo vive en áreas urbanas y su ritmo de crecimiento marca que para el 2030, el porcentaje alcanzará el 67%. El investigador dice que como sociedad debemos que abogar por una planeación eficiente y en ella es básico mantener de cualquier forma posible un mínimo de área verde por habitante. Sin exigencias por parte de las autoridades todo queda en la “buena voluntad” de los desarrolladores. “Importa más el modelo de negocio. Nos oyen pero no nos escuchan y así el futuro ya no es gris, como el recién remodelado paso Mixcoac, sino negro, muy negro”.

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