No hay fecha que no llegue ni plazo que no se cumpla. Estados Unidos cumplió finalmente su amago de imponer aranceles a las importaciones de acero y aluminio por 25% y 10% respectivamente, provenientes de México y otros países o regiones exentas como Canadá y la Unión Europea. A partir del primer minuto del 1 de junio, México se sumó a países como China y Japón que desde marzo pagan aranceles. Esto es parte de la tendencia proteccionista de EU, ante los déficits y el manejo que puede hacer con la reforma fiscal para diluir efectos a lo largo de la cadena productiva.

Como réplica de ello, México, pero sin definir fecha aún para su aplicación, respondió con la imposición de aranceles a productos de aceros planos, lámparas, cerdo, embutidos y preparaciones alimenticias, manzanas, uvas, arándanos y diversos quesos. El objetivo es claro: imponer medidas equivalentes y equiparables a la afectación, que en este caso asciende a 2 mil 756 millones de dólares.

No obstante, antes de analizar los potenciales impactos, la decisión de Estados Unidos sobre los aranceles al acero es el resultado de una investigación de un año en el cual el Departamento de Comercio concluyó que eran prioritarios por una razón de seguridad nacional.

En lo que respecta a México, no existe alguna justificación económica que lo sustente porque Estados Unidos tiene un superávit comercial con México en fundición de acero, productos manufacturados de hierro y acero y en aluminio, además de que nuestra industria siderúrgica no incurre en prácticas de competencia desleal ante el comercio exterior.

Los impactos de estas decisiones pueden ser la advertencia que alinee al presidente Trump a los principios de libre comercio, o bien, la antesala de una guerra comercial. La línea que divide a una de la otra es muy delgada y ninguno, entre los tres países vecinos, tiene algo que ganar.

Los aranceles impuestos por EU pueden afectar sectores estratégicos para México y altamente integrados en América del Norte, como el automotriz, el aeroespacial, el eléctrico y el electrónico. Adicionalmente, están la industria de autopartes, la construcción, de fabricación de maquinaria y equipo, de equipo de computación, de medición y de equipo de transporte.

Los aranceles impuestos por México fueron elegidos como espejo (aceros planos), o bien, en agropecuarios que no restarán competitividad a empresas o no generarán presiones inflacionarias. No obstante, pueden verse afectados la industria eléctrica, de fabricación de productos metálicos (herrería, estructuras metálicas, entre otros), de muebles y estanterías, así como de envasado y enlatado metálico.

Se estima que el monto alcanzado por los impuestos a la importación en la región de América del Norte alcanzaría los 31 mil 112 millones de dólares, además de las cargas provenientes de Estados Unidos y el monto de México, Canadá suma sanciones hasta por 12 mil 800 millones que se aplicarán a partir del 1 de julio.

En una guerra comercial no hay ganadores. Estas medidas impactarán en el corto plazo, en los contratos ya convenidos; en el mediano, en el poder de compra de consumidores afectados por el alza de precios (en tanto se diversifican mercados para el abasto de las frutas y los alimentos procesados), y en el largo plazo en la competitividad de sectores estratégicos, en donde Asia está tomando un liderazgo considerable como el electrónico y el automotriz, así como en el fortalecimiento de la integración comercial en la región.

En este sentido, México necesita de una estrategia integral que beneficie a la mayoría de los sectores de la industria nacional estableciendo un mercado administrado, ya que ciertos sectores están integrados regionalmente y cualquier medida de reciprocidad los afecta más que beneficia. Es prioritario establecer un balance estratégico entre riesgos y oportunidades que le permita tomar las medidas en beneficio de nuestras cadenas productivas, incrementando los niveles de contenido nacional y creando oferta exportable para aprovechar otros mercados.

Autoridades y diferentes sectores industriales del país deben dejar de ser reactivos y ser proactivos para, mediante un proceso de planeación estratégica, visualizar los riesgos y oportunidades ante la posibilidad de hacer acuerdos bilaterales eliminando el TLCAN y un posible arancel de 25% a los automóviles. La política comercial y económica de México se define por la razón más que la emoción y debe obedecer a una política industrial holística fundamentada en nuestras vocaciones productivas y cadenas de valor ya establecidas.

Vicepresidente de Consultores
Internacionales, S.C.

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