La economía mundial seguirá mostrando un crecimiento robusto (3.7%) en 2018-2019, similar al del año pasado, pero superando a cualquiera de los niveles alcanzados entre 2012 y 2016.

Empero, la materialización de una serie de riesgos como el sobrecalentamiento de la economía de Estados Unidos y la guerra comercial entre este país y China, así como la mayor probabilidad de shocks como la disrupción de cadenas de suministro por el conflicto comercial y un credit crunch a países y empresas muy endeudados, aunado a políticas económicas que parecen insostenibles a largo plazo, podrían presagiar los cimientos de una crisis financiera y una desaceleración generalizada en 2020.

El sobrecalentamiento innecesario de la economía estadounidense por una política fiscal laxa está provocando presiones inflacionarias, una normalización más rápida de la política monetaria, una tasa de desempleo que se encuentra en mínimos desde diciembre de 1969 y una apreciación del dólar.

El aumento sostenido de precios no será un evento exclusivo para Estados Unidos, por lo que el estímulo monetario, socorrido en años anteriores, acabará por terminarse.

A este escenario, se suma la mayor inflación causada por el aumento en costos que acarrean mayores aranceles impuestos por Estados Unidos a sus socios comerciales, especialmente a China y las políticas espejo como reacción a estas medidas proteccionistas de esos países al vecino país del Norte.

Adicionalmente, el mercado laboral se encuentra con mucha rigidez por las políticas de restricción migratoria –legal e ilegal– impuestas por Estados Unidos, lo que ha provocado mayor presión a los precios por aumentos salariales y la consecuente elevación de las tasas de interés. Además, como dichos incrementos no son temporales, las presiones inflacionarias se verán reforzadas.

Por otra parte, a medida que el banco central de Europa y el de Japón retiren sus estímulos monetarios (hacia finales de 2019, estas economías se desacelerarán.

Esto sucederá en momentos en los que hay mucha incertidumbre por una disrupción de la política comercial a nivel global.

Ello dado los cambios en los acuerdos comerciales (la entrada en vigor del T-MEC y en Europa con el Brexit), así como las crecientes tensiones comerciales.

Así, menor crecimiento, mayor inflación, tasas de interés elevadas pondrán fin a la racha alcista bursátil de una década. Y en aquellos casos de empresas y países muy apalancados, se pondría en jaque su estabilidad financiera.

En este ámbito, los temores sobre los mercados emergentes se acrecientan, el endurecimiento monetario y las tensiones comerciales ya dejan sentir sus efectos sobre sus economías. Altas tasas de interés han ejercido presión en sus divisas y han tenido que subir aún más sus réditos internos, afectando ya su ritmo económico.

Además, en este entorno de fragilidad, cualquier evento como una burbuja de deuda corporativa, un ajuste brusco en el precio de sus activos o incertidumbre creciente en economías tales como la italiana y la turca, pueden crear un episodio de aversión al riesgo y detonar el flight to quality.

A medida que se materializan los riesgos, la pregunta es qué tanto los países están preparados para hacer frente a una recesión generalizada y a la utilización de medidas contra cíclicas, cuando las políticas multilaterales se encuentran bajo presión en un entorno proteccionista y de antiglobalización.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) recomienda a los países, reconstruir sus amortiguadores fiscales e implementar reformas estructurales que promuevan el dinamismo económico y laboral.

Coordinadora de la maestría en Economía
y Negocios y Directora del Instituto de
Desarrollo Empresarial Anáhuac en la
Universidad Anáhuac, México Norte.
El correo electrónico es idea@anahuac.mx
y la cuenta de Twitter es @IDEA_Anahuac.

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