¿Prohibir los memes? Más que una mamada, es una perversión. Vaya delirio de omnipotencia el que se gastan nuestros políticos de piel delgada e ínfulas obesas al resistirse a ser ridiculizados, ser la burla o el hashtag del día por acciones, declaraciones o hallazgos relacionados con sus personas y desempeños públicos.

Quizá un meme no diga más que mil palabras o que varios volúmenes de análisis o crítica negativa, pero lo que dice lo dice de una forma mucho más rápida y accesible y provoca carcajadas y lleva a hacer o buscar más de la pifia o el descaro más reciente, ustedes lo saben, puede crear adicción.

Yo iba por memes de la diputada Selma Guadalupe Gómez Cabrera, la misma que propuso una iniciativa de Ley sobre Responsabilidad Civil para la Protección de la Vida privada, el Honor y la Propia Imagen, y que agravia las libertades de expresión e información. En especial, quería volver a ver los que la comparaban con Roz, personaje de Monsters Inc. (No ordenaste tu papeleo anoche) y obviamente di con los del diputado chileno Jorge Sabag (también conocido como Cara de meme), del Partido Demócrata Cristiano, quien al sugerir en 2014 una ley que prohibiera compartir imágenes en internet con mensajes que ofendieran a las autoridades del gobierno, le valió lo mismo que a la legisladora del Partido Verde en Sonora: ser convertido en meme.

Ya de ahí me seguí con los del Piojo, los de Blatter, unos que no había visto de Lorenzo Córdova, pidiendo la palabra como Jefe de nación chichimeca, o de la gira del Presidente a Reino Unido u otro de la película Back to the future en el que el Dr. Brown le pide a Marty que debe viajar al pasado y evitar que los padres de Arjona se conozcan. Le tuve que parar porque no podía de las carcajadas.

¿Qué es lo alarmante de la risa?, pregunta William de Baskerville a Fray Jorge de Burgos en El nombre de la rosa, de Umberto Eco:

-- La risa mata el miedo, y sin el miedo no puede haber fe, porque sin miedo al Diablo, ya no hay necesidad de Dios --responde Burgos.

Intrigado por el celoso resguardo del segundo libro de Poética de Aristóteles, Baskerville insiste:

-- Pero no se eliminará la risa eliminando ese libro.

-- No, desde luego –-responde Fray Jorge de Burgos--; la risa seguirá siendo la diversión del hombre sencillo. Pero ¿qué ocurrirá si, por culpa de ese libro, los hombres doctos declaran que es permisible reírse de todas las cosas? ¿Podemos reírnos de Dios? El mundo desembocaría en el caos

¿Podemos reírnos de nuestros políticos, nuestros deportistas, nuestra farándula, nuestros intelectuales, nuestros rockstars?  Ustedes, ¿qué piensan?

''Soy el hombre que ríe, él es el hombre que mata'', dice Rigoletto, el bufón de la corte, cuando un sujeto lo amenaza en plena calle: ''Yo tengo la lengua, él tiene el puñal''.

A Rigoletto, el oficio de divertir le cuesta, sino la vida, la paz del alma. Verdi y el poeta Piave se basaron Le Roi s'amuse, pieza teatral de Víctor Hugo. La ópera, entonces titulada La maldición, fue rechazada por el Departamento del Orden Público de Venecia al que le extrañó que Verdi y Piave se hubieran decidido por unatrama de inmoralidad desagradable y trivialidad obscena.

En suma, lo que desató la furia de los censores fue la sola referencia a la obra de Víctor Hugo (retirada tras su debut en escenarios parisinos en 1832) por el retrato que ésta hacía de la realeza. De ahí que Verdi y Piave resolvieran hacer algunos ajustes, como situar la acción no en la corte de Francisco I sino en la de un desconocido Duque de Mantua.

Yo creo que a nuestra delicada clase política, a nuestra monarquía wannabe le toca desarrollar una piel gruesa. No es nuestra chamba ni nuestro deseo ni nuestra conveniencia vivir en una burbuja en la que no exista libertad de crítica o de disentimiento. No nos toca cuidar lo que decimos para alimentar egos, corresponder anhelos de intocabilidad o preservar la mentira del traje nuevo del Emperador.

No, señores, señoras. Si están desnudos de argumentos, de congruencia, de tamaños, tarde o temprano les llegará su meme.

 

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