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Hace algunas semanas me corté el cabello. (¿Qué clase de inicio es ese? ¡A quién le importa!) Sí, ya sé, a nadie le importa si me corté el cabello o no, sin embargo, cortarlo me involucró en un par de situaciones que no esperaba, porque según yo, son cosas que no deberían pasar. Pero el deber ser no siempre coincide con el ser.
La primera “sorpresa” fue a la mañana siguiente del día de mi corte. Cuando llegué a mi clase de idiomas una compañera posó la mirada sobre mi cabeza por un buen rato. ¡Hasta me incomodó que aguantara tantos minutos sin quitarme los ojos de encima! Al salir a tomar un descanso salió la vaina. Se acercó a preguntarme: ¿Eres lesbiana?
WTF
No se me ocurre una buena descripción para explicar la cara que puse. Evadí la patética pregunta haciéndole otras, fue algo así como “¿por qué preguntas eso? ¿Tú lo eres? ¿Quieres que salgamos?” La chica me miró desconcertada y continuó. –Es que te cortaste el cabello, y pues, pareces lesbiana. –Creo que mi silencio tuvo más valor que cualquier respuesta posible.
No soy lesbiana. Y no creo que cortarse el cabello por debajo del lóbulo tenga que hacerte parecer lesbiana, es decir, ¿qué tiene que ver el corte de cabello de un individuo con sus preferencias sexuales? ¿En pleno 2016 hay personas –menores de 25 años– que se basan en el cabello de una persona para hacer conjeturas? No, no soy lesbiana, pero sí he tenido mis amoríos con un par de mujeres. ¡Y eso qué tiene de controversial respecto a el corte de cabello que me hice! Sigo incrédula ante la postura de esa chica.
Poco antes de salir de la clase se acercó de nuevo para seguir con un monólogo que no terminé de escuchar -ni entender-. Lo único que se me grabó de sus palabras fue una frasecilla. Creo que no debiste hacerlo, cortarse tanto el cabello te quita feminidad y confundes a la gente. ¡Ya mejor que no hable! Según el Consejo para Prevenir y Erradicar la Discriminación de la Ciudad de México (Copred), las lesbianas ocupan el noveno lugar en los 10 grupos sociales con mayor rechazo.
La mirada y el tono de voz que usó al hablar no la dejaron mentir. Pronunció la palabra lesbiana con desprecio, eso me molestó. La segunda “sorpresa” no tuvo nada que ver con mi cabello, pero me la llevé cuando una de mis compañeras de escuela me contó que la rechazaron de un bar al que aspiraba entrar. Quería ser bartender durante las vacaciones, pero no se lo permitieron porque su preferencia sexual “interfiere con el puesto”. ¿De verdad? Sí, de verdad. Los números no mienten, 42% de las personas que conforman la LGBTTTI consideran que su trabajo no es un lugar en el que puedan expresar abiertamente su orientación sexual.
Para esos casos existe algo llamado Protocolo de actuación para quienes imparten justicia en casos que involucren la orientación sexual e identidad de género de la SCJN, les dejo la liga por si quieren darle una revisada, sobre esto escribió Pornucopia hace unas semanas.
Por lo pronto, ¡no quiero vivir en una sociedad en la que cortarse el cabello de cierta manera equivale a ser lesbiana en nuestros tiempos! No olvidemos que Freud llegó a considerar al humano como un ser bisexual.
Frida Sánchez, Comunicación y Periodismo FES Aragón,
UNAM
@frida_san24
Ilustrador Elihu Shark-O Galaviz
@elihumuro
http://bit.ly/1K1oMdy
#PonteYolo
@Ponte_Yolo
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