¿La privacidad es un derecho?, ¿los secretos son crímenes en potencia?, ¿tienen derecho los individuos a guardar secretos?, ¿los secretos siempre son mentiras?, ¿guardar secretos es un crimen?, ¿mentir te convierte en delincuente?, ¿los delincuentes no merecen el derecho a la privacidad?

Son muchas las preguntas que un filme como The Circle (USA, 2017) plantea, lo inesperado es que la película no responde una sola de ellas. Pero no se engañen, The Circle no es de esas cintas que deliberadamente siembra una duda para que sea el espectador quien la resuelva, aquí se trata de un ejercicio de absoluta torpeza argumental, como si a medio camino la película decidiera autosabotearse para luego lanzarse a un río, en un penoso y lento espectáculo por ver como toca fondo.

En The Circle, quinto largometraje del norteamericano James Ponsoldt basado en el libro homónimo de Dave Eggers con guión adaptado por el propio escritor (!), tenemos a Mae (Emma Watson), una chica con un tradicional trabajo de oficina (es una godínez, pues) que sueña con trabajar en The Circle, que es el equivalente a Facebook, Google y Apple en una sola mega corporación.

Se trata del trabajo anhelado por cualquiera porque -como en Google, Facebook y Apple- las condiciones y cultura laborales parecen de ensueño: comida gratis, no hay checadores, puedes ir de jeans, hay masajistas, áreas de juegos, tu propio departamento en el campus y cientos de actividades recreativas.

Mae consigue trabajo en el área de Call Center de la empresa y poco a poco va conociendo la filosofía de la misma, un lugar donde “no eres un engrane” sino que todos son “parte crucial de una comunidad conectada”, así lo dice su fundador y CEO, Bailey (Tom Hanks).

Y es que en The Circle lo que parecen actividades extracurriculares de la empresa son en realidad la esencia de la misma: debes crear tu perfil social de empleado, listar tus hobbies y preferencias, unirte a algunos de los cientos de grupos de deportes y actividades en comunidad con tus compañeros, sumar puntos de participación, informar tus logros, compartir tus sentimientos, y publicarlo todo en la red social porque para la empresa los secretos son mentiras, y los recuerdos no sirven de nada si no se comparten mediante un registro fìsico de los mismos, entiéndase video o foto.

El más reciente producto de la empresa va por esa misma vía. Se trata de una diminuta cámara de alta resolución, batería perpetua y conexión a internet que permite transmitir las 24 horas. La empresa pretende tener una de estas cámaras en todos lados, bajo la premisa de que si nadie tiene nada que ocultar, entonces el índice de delitos bajará exponencialmente. Para probarlo, una senadora afín a la filosofía de The Circle, decide volver su vida pública, no sólo sus correos electrónicos estarán a la vista de todo mundo (¡aprende, Hillary!) sino que además portará en todo momento una de estas cámaras para que así la ciudadanía pueda verificar qué está haciendo las 24 horas del día, erradicando así la corrupción.

La empresa se ve a sí misma como mejor que el siempre estorboso e ineficaz gobierno. En su base de datos hay más usuarios suscritos a sus servicios que votantes registrados. La meta de la empresa es justamente reemplazar muchas de las funciones del gobierno, que desde su plataforma se paguen impuestos, se emita el voto y se monitoreen las actividades de los funcionarios públicos.

Pero para ello debe a echar a andar el plan de las camaritas. Mae es arrastrada a este mundo social y luego de que la empresa ofrece extender su plan médico para cubrir a su familia (su padre está enfermo de esclerosis múltiple), la adolescente parece estar convencida de la filosofía empresarial de The Circle y decide que portará una cámara las 24 horas del día, su vida será transparente para el mundo.

En su guión (así como en su novela), Eggers hace un retrato no muy exagerado aunque paranoico de lo que se vive hoy en día con Facebook y Google. Con su lema “Don’t be evil” (no ser malo), Google asegura que toda la información que recaba de sus usuarios no será utilizada con fines maliciosos. Aunque claro, ¿quién determina dónde está el límite entre el buen uso y las malas prácticas?

Al final, el debate es sobre el derecho a la privacidad y a los secretos, ¿tenemos derecho los ciudadanos a guardar secretos, a tener privacidad?, ¿estamos conscientes de que todos estos servicios tienen como costo la entrega de nuestra propia privacidad? Google sabe más de mi día a día que cualquier autoridad de gobierno. Sin más, este texto está siendo escrito en una de sus plataformas, ¿que les impide echar un ojo en estas páginas?

El tema es absolutamente fascinante, pero justo cuando ya nos ha enganchado, tanto el guionista como el director parecieran dar -sospechosamente- marcha atrás, con un desenlace que deja trunca todas las vertientes de la película, abandonando personajes en el camino, y apostando por decisiones argumentales bastante cuestionables, chapuzas varias en la lógica de la trama y una terrible actuación de Emma Watson quien simplemente no está al nivel de Tom Hanks (aquí como una mezcla entre Jobs y Zuckerberg), ni al nivel de la trama misma. Vamos, ya va siendo hora de aceptar que Hermione es una muy muy mala actriz.

Cualquier capítulo de la serie británica Black Mirror (disponible en Netflix) es mucho más contundente, paranoico y mejor realizado que este triste ejercicio de guionismo. Un sospechoso autosabotaje a una trama que cubre todos los puntos, pero que al final decide simplemente ahogarse. ¿Torpeza o decisión propia?

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