En los primeros minutos de Spider-Man: Homecoming, el nuevo Peter Parker (Tom Holland) sale a la calle -en su barrio natal, Queens, Nueva York- completamente emocionado y listo para hacer las grandes cosas que se supone hace un superhéroe. Pero no todos los días hay un supervillano allá afuera tratando de apoderarse del planeta, así que este nuevo Spider-Man se conforma con atrapar a un ladrón de bicicletas (no creo que la referencia sea gratuita), ayudar a una inmigrante a cruzar la calle y poco le falta para bajar gatitos de los árboles (tal y como lo hacía el Superman de George Reeves).

Siendo Spidey parte del tan sonado Universo Marvel (MCU), donde todo es grandilocuente, donde todo está conectado y donde todo nos lleva a una mega batalla intergaláctica contra un tipo de piel morada que vive en el espacio sentado en una silla y un guante con brillitos (Thanos), la nueva cinta de Spider-Man es, básicamente, una anomalía.

Spider-Man: Homecoming (me abstengo de nombrarla por su título en español, que no es sino una mala traducción del concepto “homecoming”) es una cinta que reniega de su género. Sus momentos más interesantes son justamente aquellos donde no se comporta como una cinta de superhéroes sino que abraza, con gracia y naturalidad, el género de las películas de adolescentes.

Esto no hace sino reforzar la idea de que los mejores filmes de superhéroes son aquellos que se alejan del género de superhéroes. The Dark Knight es en realidad una cinta de policías y ladrones tipo Heat (Mann, 1995), Logan pretendía ser un western revisionista, Guardians of The Galaxy (Gunn, 2014) es una comedia, Ant Man (Reed, 2015) es una heist movie y Wonder Woman (Jenkins, 2017) es una película de guerra.

Esta quinta entrega y segundo reboot sobre la azarosa vida de Peter Parker es en realidad una teen movie, hecha al estilo del cine de John Hughes (Ferris Bueller's Day Off, The Breakfast Club) con trazas de la clásica serie de Paul Feig Freaks And Geeks (1999-2000). Peter Parker tiene justo esa dualidad: es un freak pero también un geek.

El principal villano en Homecoming es la adolescencia. Parker, con un traje nuevo diseñado por Tony Stark (Robert Downey Jr.) sale a la calle a jugar al superhéroe, pero su torpeza y falta de experiencia en el negocio de atrapar villanos, aunado a su entusiasmo extremo, terminan por jugar en su contra. Ése ímpetu por querer ser uno de los “grandes” (entiéndase de los Avengers), aunado a su ingenuidad, serán los causantes de la mayor parte de las escenas de peligro en la película.

A esta ansiedad de superhéroe novato hay que sumarle los problemas clásicos de adolescencia: el crush con una de sus compañeras, los concursos estatales de conocimiento, la aburrición que provocan las clases (peleaste junto a los Avengers y viste a Scarlett a metros de distancia, ¿qué otra cosa podría ser más interesante que eso?), lidiar con los bullys, las detenciones luego de clase (absolutamente hilarante el gag de los videos del Capitán América), intentar volverse popular, ir a las fiestas y, claro, el baile de graduación. Si, son todos los clichés del cine sobre adolescentes, pero al asumirlos sin pudor, con inteligencia y ritmo, el resultado es absolutamente natural y divertido.

La cinta cuenta con la friolera de ocho guionistas y aunque uno asumiría que un auto tan lleno tendría que desbarrancarse, aquí sucede todo lo contrario: esto es una máquina sumamente bien aceitada donde todo sucede a tiempo, donde el ritmo es perfecto, donde los personajes hacen lo que tienen que hacer, donde no hay lugar para la improvisación pero siempre se privilegia el humor y el gag por sobre todas las cosas.

Los guionistas rompen el molde de Spider-Man lo más que pueden. Sí, ahí está la tía May, pero la hacen sexy. Si, Spidey se columpia por los rascacielos de Nueva York, pero cuando va a una fiesta en los suburbios, no hay edificios altos de donde pueda columpiarse y tiene que irse caminando (pobre perdedor). Sí, lo picó la famosa araña radioactiva, pero ello es aquí una mera anécdota. Si, sabemos que con grandes poderes hay grandes responsabilidades, pero ello nos quedará claro sin necesidad del sermón.

Si bien Holland hace a un excelente Peter Parker, el actor va todo el tiempo protegido por al menos dos pilares, Robert Downey en papel de amoroso pero estricto padre, y el grandioso Michael Keaton como el villano Adrian Toomes.

El mundo de Marvel está dominado por los millonarios (Stark), los genios (Banner), o los fortachones (Capitán América). En cambio, este nuevo Peter Parker es un superhéroe de la clase trabajadora y como tal le corresponde un villano de la clase trabajadora. Toomes no es un científico loco ni un dios con ganas de destruirnos, se trata de un vil traficante de armas, un hombre enojado porque el gobierno le arrebató arbitrariamente el contrato para limpiar la ciudad luego de la batalla de los Avengers y cuyo único propósito es llevar dinero a su casa, para su familia. Es, en los hechos, un villano que cuestiona el status quo de los llamados héroes, quienes arriba en sus torres magníficas, con todos los recursos a su disposición, se olvidan de aquellos que mueven el tráfico, manejan las ambulancias, o atienden a sus heridos. Tyler Durden estaría muy satisfecho.

La gran anomalía de esta cinta es tal que su mejor secuencia no es una escena de acción, no es una secuencia de efectos especiales, ni el rescate de una damisela en peligro. Recordaremos a Spider-Man Homecoming por una secuencia donde villano y héroe se enfrentan verbalmente, sin trajes de spandex, sin máquinas destructivas, sin rayos que caen del cielo. Sólo dos personajes, un adolescente y un hombre, enfrentados por la visión ingenua de uno y la desesperación del otro.

Homecoming no puede huir completamente de los vicios del cine de superhéroes. La inevitable “batalla final” ocurrirá y aunque es bastante intrascendente, al menos no se trata del villano lanzando rayos sobre la tierra.

Como sea, la provocación está hecha. Al final, Peter tomará una decisión que lo desmarca de todos los superhéroes del universo Marvel. Ellos pueden ir y pelear con Thanos, pero en lo que eso ocurre, siempre se necesitará alguien que ayude en el barrio, que ayude a la gente. Ése es Spider-Man, un héroe que -¡vaya novedad!- no ve sus poderes como una maldición sino como una oportunidad.

Ser superhéroe vuelve a ser divertido otra vez.

-O-

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